SOCIEDAD › INVESTIGACIóN SOBRE LA ELA
› Por Pedro Lipcovich
Científicos argentinos dieron a conocer una investigación que abre esperanzas para una enfermedad grave, progresiva y hasta ahora incurable, la esclerosis lateral amiotrófica. Esta dolencia –la misma que padece el célebre científico británico Stephen Hawking, y que llevó a la muerte al Negro Fontanarrosa– afecta especialmente a las “motoneuronas”, que gobiernan la acción de los músculos. Estas células tienen prolongaciones sorprendentemente largas, que van por ejemplo desde la médula espinal hasta un músculo del brazo. Una reciente línea de investigación se enfoca no sólo en lo que pasa cuando estas neuronas se destruyen, sino en lo que pasa antes, cuando la célula está viva pero su delicado mecanismo de conducción se ha malogrado. El equipo de investigadores identificó una enzima específica, cuyo mal funcionamiento deteriora a la neurona. Esto abre la perspectiva de de-sarrollar medicamentos que puedan inhibir la acción de esa enzima dañina. La investigación fue efectuada en Estados Unidos y en Bariloche.
El equipo de investigación –que publicó sus resultados en la revista Plos One– está dirigido por Gerardo Morfini, quien trabaja en la Universidad de Illinois en Chicago; participaron también Carolina Bagnato, investigadora del Conicet en la Universidad Nacional de Río Negro, y un equipo de las universidades de Massachusetts, Oregon y Michigan. “Nuestro trabajo se refiere en especial a la esclerosis lateral amiotrófica (ELA), pero considera un patrón común a muchas otras enfermedades neurodegenerativas como el Parkinson, el Alzheimer o la enfermedad de Huntington: para todas ellas ya se ha demostrado que, antes de la muerte neuronal, se produce una falta de conectividad; la neurona pierde su capacidad esencial, que es conectarse con otras células para ‘hablar’ con ellas, trasmitirles mensajes. Sin embargo, gran parte de la investigación previa se había enfocado hacia los mecanismos que llevan a la muerte de las neuronas: pero de nada sirve impedir que la célula muera si no se ha podido proteger sus conexiones”, señaló Morfini a Página/12.
Las motoneuronas se conectan con otras neuronas, o directamente con los músculos que controlan, mediante unas prolongaciones que se llaman axones: en el caso de estas neuronas, son realmente larguísimos. “Supongamos una motoneurona promedio, no de las más largas; una que sale desde la médula, a la altura del cuello, y llega a un músculo del brazo: si el cuerpo celular fuera del tamaño de una pelota de fútbol, el axón equivaldría a una manguera que midiera 40 o 50 ¡kilómetros! de largo. ¿Cómo puede mantenerse una estructura así? Todo el material que la constituye debe transportarse desde el centro celular, hay que trasladar a lo largo de toda esa distancia componentes vitales y, si esto no funciona correctamente, los axones degeneran. Nuestros estudios se enfocan en la degeneración axonal, que se produce a lo largo de muchos años”, explicó Morfini.
¿Qué mortifica así al axón? “El transporte de sustancias a lo largo del axón está controlado por unas enzimas llamadas kinasas. Desde hace años se advirtió que en las enfermedades neurodegenerativas las kinasas están mal reguladas. Nosotros encontramos que, en la ELA, una kinasa en particular, llamada p38, está anormalmente activada. Esto deteriora la estructura del axón y hace que no funcione bien la sinapsis, el punto donde la neurona se conecta con otra neurona o directamente con el músculo: entonces, la motoneurona ya no puede ‘hablar’ con el músculo que actúa bajo su control”, contestó el investigador argentino desde Estados Unidos.
“Nuestros resultados, si son ciertos, abren por primera vez la posibilidad de intervenir a nivel terapéutico, en la esclerosis lateral amiotrófica, utilizando inhibidores de la p38 –anticipó Morfini–: de hecho, hay inhibidores de la p38 que se están probando en ensayos clínicos para otras enfermedades, como la artritis reumatoidea. Ha habido progresos importantes en el desarrollo de inhibidores de las kinasas. Nuestro próximo paso será testear inhibidores de la p38 en modelos animales de la ELA. Contamos con ratones transgénicos, diseñados para que reproduzcan la esclerosis lateral amiotrófica, y nos servirán como modelo para ver si, modulando la actividad de la p38 para que vuelva a sus niveles normales, podemos revertir o retrasar el curso de la enfermedad.”
El aporte de Carolina Bagnato consistió en “identificar en qué lugares específicos la p38 estaba hiperactivada”. La investigadora agregó que “en un trabajo anterior –publicado en junio de 2009 en la revista Nature– mostramos que, en el caso de la enfermedad de Huntington, el transporte en el axón se ve afectado por un mecanismo similar, pero en otro sitio y por efectos de una kinasa distinta”.
Martín Nogués, jefe del servicio de enfermedades neuromusculares y neurofisiología del Instituto Fleni, precisó que “la esclerosis lateral amiotrófica (ELA) suele manifestarse entre los 40 y los 60 años, pero puede ocurrir también en gente mucho más joven: el caso más conocido es el del científico británico Stephen Hawking, quien tenía poco más de 20 años cuando enfermó. Otro caso conocido es el del escritor y humorista gráfico Roberto Fontanarrosa, quien tenía cerca de 60 años cuando se le diagnosticó la enfermedad”.
“La ELA se expresa como pérdida de la fuerza muscular, con atrofia de los músculos. Empieza focalizada en una región del cuerpo y después compromete otras áreas. El gran drama de esta enfermedad es que invariablemente avanza, no hay forma de frenarla. Se necesita apoyo del kinesiólogo, también del neumonólogo, porque llega un momento en que al paciente le cuesta respirar; del fonoaudiólogo, para mejorar la comunicación y la deglución. El cuadro es lento, progresivo y de evolución variable. Hawking tiene ya más de 70 años, pero en general la sobrevida está entre los dos y los diez años. En una minoría de casos, del 5 al 10 por ciento, la enfermedad es familiar, hereditaria. En el resto de los casos se desconoce la causa. La enfermedad ocurre en todo el mundo, en muy diferentes países. Según distintas estimaciones, se calcula que la padecen entre 0,8 y 7,3 personas por cada cien mil habitantes”, agregó el especialista.
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