SOCIEDAD
› UNA MULTITUD DESFILO AYER FRENTE A SAN CAYETANO
Pan, trabajo y otras yerbas
Como es tradición, miles de fieles, mezclados con un aluvión de vendedores ambulantes, se acercaron a la iglesia de Liniers para pedir y agradecer al santo, aunque no siempre por trabajo.
Mientras la FM Pan y Trabajo transmitía en vivo a través de varios altoparlantes estratégicamente ubicados en los alrededores del santuario, la cola avanzaba despacio entre las vallas de la policía y los vendedores. Una vez más, miles de fieles viajaron desde todo el país hasta el barrio de Liniers y esperaron horas para tocar, ver y rezarle a San Cayetano. Es que la devoción por el patrono del pan y del trabajo ya parece haber superado esas dos especialidades y, ayer, a lo largo de las más de diez cuadras de cola constante durante todo el día, los devotos se congregaron para pedir trabajo en algunos casos, pero también para agradecer por otros motivos, para cumplir promesas, para recibir una bendición o simplemente por fe y tradición. “Así como alguna vez pedí trabajo para mi hijo, hoy voy a rezar para que lo jubilen. Ya tiene 65 años y no lo quieren jubilar”, contó Isabel Beliz, una mujer de 83 años que doce horas después de haber llegado, cerca de las 4 de la mañana, caminaba los últimos cien metros que la separaban del santo.
Susana Fernández llegó a la madrugada desde la ciudad de Santa Fe, con una foto de su casa con el agua hasta el techo en una mano, y otra foto de su hijo Juan Ignacio en la otra: “Tiene 16 años y juega en las inferiores de Unión. Vengo a agradecer por él, porque le está yendo bien, y porque pude recuperar mi casa”, contó la mujer mientras esperaba en la cola la bendición del padre Rodolfo Perazzo, capellán del Regimiento de Granaderos, que todos los años va a Liniers a “colaborar con los hermanos de San Cayetano porque cada vez viene más gente y no dan abasto”, explicó. En la tarde de ayer, “para colaborar”, varios curas de la Arquidiócesis de Buenos Aires se acercaron al santuario y se repartieron en las esquinas de los alrededores “para atenuar un poco el amontonamiento”, contó José, otro cura, parado al frente de una cola de al menos cien personas con un recipiente con agua bendita.
“Yo tengo 55 años y hace 21 que vengo, desde el día en que mi marido me dejó sola con mis tres hijas. Un mes después entré a trabajar en una empresa de limpieza y sigo ahí. Vengo todos los 7 cada vez que salgo de trabajar y me sumo a mis hijas que vienen más temprano a hacer la cola”, contó Marta Valdez, mientras hacía la fila lenta. Es que la multitud que cada 7 de agosto se agolpa en la iglesia de San Cayetano obligó a que se organicen dos circuitos, uno rápido para quienes se conforman con ver la imagen del santo, y otro lento, para los que quieren tocarlo, vidrio de por medio. Ese camino eligieron Jorge Lunga y su mujer, Cristina, ambos de 57 años: “Lo mío fue una promesa por un pedido de trabajo al principio y ahora ya es parte de mi vida. Siempre vengo acá y también voy a Luján con mi esposa, para agradecer que estamos bien. Nada más”, dijo Jorge Lunga.
En los alrededores de la iglesia, cientos de vendedores ambulantes se sumaron a las santerías. Hasta los almaceneros aprovecharon y armaron paquetes con alimentos para vender a los fieles que le llevan ofrendas al santo. “Para llevarle al santo. Todo por $3”, decía el cartel de oferta de un minimercado de la calle Bynon que había sacado a la vereda bolsas armadas con yerba, arroz y polenta para dejar en la iglesia. La donación de alimentos se convirtió en parte del rito desde hace varios años y se sumó así a la clásica espiga de trigo, que fue la iniciadora de la tradición de San Cayetano, desde que un campesino del lugar le fue a rezar para pedirle una buena cosecha y en agradecimiento le ofrendó una espiga.
Sin embargo, la espiga no perdió su lugar como símbolo del santo del pan y del trabajo y ayer también fue el producto más vendido entre los devotos. “Todo lo que tenga la imagen de San Cayetano se vende. Pero mucho más las espigas, las velas y los velones”, comentó Ariel, vendedor de una santería ubicada en la calle Cuzco, justo enfrente del santuario colmado de gente.
Ayer, en Liniers se podía conseguir desde una remera y un llavero hasta un alfajor o un cenicero con la imagen de Cayetano. Rosarios, mates, bombillas, posters, cuadros, vinchas, cadenas, anillos, reproducciones de la imagen en cerámica, porcelana y madera de todos los tamaños. Además, enla calle también se podía conseguir artesanías, quesos, vinos, miel de abeja y choripanes. “Yo no soy creyente pero respeto a los que vienen acá. No sé si a ellos les cumple con lo que le piden, pero a mí San Cayetano me da trabajo y con esto le doy de comer a mi familia”, contó Hernán, un adolescente del barrio que ayer salió con su hermana a vender las espigas de trigo que ellos mismos armaron junto con su mamá.
Es imposible saber con exactitud cuántas personas se acercan a San Cayetano cada 7 de agosto, pero las estimaciones siempre merodean el millón de personas. Según cifras de la policía, desde que en el primer minuto de ayer se abrieron las puertas del santuario hasta anoche habían pasado unos 700 mil fieles, hombres, mujeres y chicos de todas las edades. “Yo creo que son más que el año pasado. No sé, pero lo que se nota mucho es que la gente tiene más expectativas esta vez, más esperanza. No sé si es así, es la sensación que nos da a todos”, evaluó María del Carmen Ruiz, colaboradora de la iglesia de San Cayetano.
Producción: Paula Bistagnino.
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