Mié 30.07.2014

SOCIEDAD  › EL ROBO DE UN AUTO DERIVó EN LA CAPTURA DURANTE SEIS HORAS DE SU DUEñO, EL PADRE DEL FUTBOLISTA CARLOS TEVEZ

La historia de un secuestro que no fue planificado

Un grupo de delincuentes le robó el auto a Segundo Tevez en Morón. Al ver en la cédula verde quién era el propietario, volvieron a buscarlo y lo secuestraron. Las negociaciones las dirigió el futbolista desde Turín. Se pagaron 400 mil pesos. No hay detenidos.

“¿Carlitos? Carlitos es nuestro ídolo. Es lo más grande que hay. Noooo, ¿cómo vamos a querer joderlo? Pero lo que pasa es que tenemos hijos, necesitamos la guita. No tenemos otra. Estamos jodidos.” Los secuestradores le hablaban así a Segundo Tevez, el papá de Carlos, Carlitos, como le decían ellos mismos. El diálogo se producía mientras llevaban a don Segundo de un lado a otro de la Avenida General Paz durante las seis horas que estuvieron negociando el rescate. Al final, se llevaron un botín de 400.000 pesos, lo máximo que Carlos, con nervios de acero y por teléfono, aceptó que se pague desde Turín, donde se entrena con la Juventus. A la noche, las policías Federal y Bonaerense buscaban revancha: se les había escapado una bandita de ladrones de autos que, a primera vista, es de poca monta. En las filas de los de uniforme había recriminaciones por algo que se pareció bastante a un fracaso, al menos fracaso parcial.

Para Carlos Tevez no hay ambigüedades: Segundo es su padre en todo el sentido de la palabra. Es el hombre que lo crió después de la muerte de su padre biológico y sobre el que escribió en su cumpleaños, el 15 de marzo: “Me enseñaste a ser un hombre. Te amo viejo”.

Segundo iba ayer en su camioneta Dodge Journey, un vehículo que no es ostentoso, pero que en Morón llamó la atención de una banda de ladrones de autos. La camioneta es buscada porque los repuestos de ese vehículo son muy requeridos. Los delincuentes se movían en un Volkswagen Passat nuevo, flamante. Lo encerraron en Sullivan y Acosta y le robaron la camioneta a punta de pistola haciéndolo bajar. Sin embargo, a los pocos metros vieron el apellido Tevez en la cédula verde y dieron la vuelta para capturar a Segundo, que estaba buscando un remise para volverse a casa. Toda esta mecánica demuestra que no se trataba de una banda de secuestradores, sino de un grupo de ladrones de autos.

Tras la denuncia, mediante una llamada de la nuera de Segundo al 911, hubo intervención directa del Ministerio de Seguridad de la Nación, con Sergio Berni a la cabeza; del Ministerio bonaerense, a cargo de Alejandro Granados, y directamente del gobernador Daniel Scioli. La División Antisecuestros de la Federal llegó enseguida a la vivienda de Segundo, en Villa Devoto, y todos los pasos fueron supervisados por el fiscal federal Federico Delgado, quien subrogó a Carlos Stornelli, de feria judicial. Las causas de secuestro son competencia de la Justicia Federal.

La primera negociación se produjo antes de las 9 de la mañana desde el celular de Segundo. Siempre los diálogos estuvieron a cargo de un hermano de Carlos, pero el propio futbolista daba las instrucciones por teléfono desde Turín. Las exigencias fueron subiendo. Primero un millón de pesos, después dos y tras cartón cuatro. Todo enmarcado en las frases de idolatría al jugador: “Que nos perdone Carlos, pero no tenemos otra. Carlitos es lo máximo”.

Las respuestas fueron duras. A las 9 de la mañana: “No juntamos más de 10.000 pesos. ¿De dónde quieren que saquemos la plata?”, decía el hermano de Carlos. Los delincuentes contestaban: “Junten, junten, no nos importa cómo, junten”. Cerca de las 11, el hermano de Carlos ofreció 200.000 y a esa hora los secuestradores se pusieron nerviosos: el caso explotó en los medios, claramente por una filtración policial. Empezaron a gritar, a exigir, a amenazar. A las 12 hubo acuerdo en 400.000. Se convino en pasar el dinero de coche a coche en General Paz y Alberdi, pero –como suele suceder– los delincuentes después dieron otro punto de encuentro y finalmente un tercero, General Paz y Avenida San Martín. Allí se pasó el dinero. Los secuestradores cumplieron con su palabra: dejaron a Segundo a tres cuadras de Ejército de los Andes, en Ciudadela, conocido como Fuerte Apache, el barrio de origen de los Tevez.

Durante todo el tiempo de la negociación, Segundo estuvo en el Passat y lo trataron bien. Lo tuvieron mirando para abajo, pero pararon en una estación de servicio para cargar nafta y ahí le compraron una bebida y unas galletitas. En ningún momento lo golpearon ni lo maltrataron. Por la tarde, el padre del jugador declaró ante el fiscal Delgado pero, como habían adelantado sus hijos, dijo que no estaba en condiciones de reconocer a ninguno de los que lo tuvieron secuestrado.

Una vez liberado Segundo, cerca de las 14, estaba la expectativa de que el inmenso despliegue policial dispuesto en la zona iba a permitir la captura de la banda de improvisados secuestradores. Había decenas de vehículos de la Federal y la Bonaerense y hasta un helicóptero, pero los sujetos lograron eludir el cerco. Abandonaron el Passat en El Palomar y se esfumaron. Durante la tarde misma hubo decepción y enojo entre algunos de los jefes policiales porque se había escapado no una organización sofisticada, sino un grupo que aparentaba poca preparación y que en las propias negociaciones se percibía torpe y desorganizado. También en la fiscalía hubo enojo: las filtraciones policiales a los medios ponían en pantalla cada paso de lo que ocurría apenas minutos después de producirse.

Más allá de estas recriminaciones, anoche había intensos operativos para aprehender a los secuestradores. Incluso hubo allanamientos en el propio barrio de Ciudadela, aunque parece difícil que integrantes de la banda sean del barrio de Carlitos: él va a jugar al fútbol allí, en la cancha que está entre los edificios, cada vez que viene a la Argentina. No sólo es ídolo, sino que es intocable. Y lo mismo su familia.

De todas maneras, los efectivos que intervenían en los procedimientos del anochecer están prevenidos porque, de acuerdo con la información, la banda tiene buen armamento y se dice que al menos alguno de los integrantes alardea de que lo va a usar.

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