El huracán Isabel entró ayer por la Costa Este de los Estados Unidos con vientos de 165 kilómetros, olas de tres metros de altura y fuertes lluvias que provocaron, en los estados de Virginia y Carolina del Norte, cortes de electricidad, la suspensión del servicio de subtes, trenes, micros y aviones, el cierre de escuelas y la interrupción de las actividades del gobierno federal en Washington. El presidente estadounidense George Bush se refugió en su residencia de Camp David y declaró zona de desastre a los sitios afectados, que miles de personas habían evacuado el miércoles.
Los vientos y lluvias del huracán Isabel ingresaron ayer a la tarde por las islas paralelas a las costas de Virginia y Carolina del Norte donde habían sido evacuados 225 mil residentes. Las olas de casi tres metros de altura (en sitios como Virginia Beach alcanzaron los 6 metros) inundaron varias casas cuyas puertas y ventanas habían sido recubiertas con planchas de madera prensada y bolsas de arena. También las fuertes ráfagas destruyeron techos de edificios y causaron la caída de árboles y postes de electricidad, afectando a más de 750 mil usuarios.
El Isabel es el primer huracán en la Costa Este desde el Floyd, que en 1999 causó la muerte de 56 personas y daños por 4.500 millones de dólares. A pesar de que la velocidad de los vientos había disminuido hasta los 165 kilómetros por hora, la cadena de televisión CNN informó que alcanzarían los 185 kilómetros por hora y alertó sobre la posibilidad “de una marea de dos a tres metros de altura sobre los niveles normales” y sobre la actividad de tornados aislados en Carolina del Norte, Virginia y Maryland. “La mayor intensidad de los vientos ocurrirá durante la madrugada”, alertó el jefe del Servicio Nacional de Climatologías. Sin embargo, a medida que ingresaba en el territorio el huracán comenzaba a debilitarse y pasó de la categoría 2 a la 1 en la escala de intensidad Saffir-Simpson.
A la mañana, los gobernadores de Carolina del Norte, Virginia, West Virginia, Maryland, Pennsylvania y Delaware declararon el estado de emergencia: las escuelas y universidades de esos estados cerraron y los servicios de trenes, subtes y ómnibus se interrumpieron. También en Washington la actividad se paralizó y los organismos oficiales cerraron sus oficinas, lo que provocó que 350 mil trabajadores del gobierno federal se quedaran en sus casas. “Es grande, es feo pero creo que estamos preparados”, dijo el alcalde de Washington, Anthony Williams.
Más de 1000 vuelos fueron cancelados en 19 aeropuertos de la Costa Este y, según informó la Administración Federal de Aviación (FAA), hubo demoras de entre tres y seis horas en los aterrizajes. Debido a que la Fuerza Aérea estadounidense retiró sus aviones de la base Andrews (próxima a Washington), el secretario de Estado Colin Powell debió anular su viaje a Estocolmo, que había programado para asistir al funeral de la ministra sueca de Relaciones Exteriores, Anna Lindth.
El presidente Bush viajó el miércoles a su residencia de Camp David, en Maryland (suspendiendo un acto con los San Antonio Spurs, donde juega el basquetbolista argentino Emanuel Ginóbili) y ayer declaró zona de desastre al estado de Carolina del Norte, liberando ayuda federal, aunque sus voceros dijeron que también podrían incluirse a los estados de Virginia, Maryland y Washington.
El Centro Nacional de Huracanes (CNH) anunció que el alerta tropical se extiende desde Carolina del Sur hasta Moriches Inlet, en Nueva York: según informó la Oficina del Censo estadounidense, el huracán, que ayer se trasladaba en dirección Norte-Noroeste, podría afectar a más de 50 millones de personas.
Aunque los vientos disminuyen a medida que ingresan al continente, según los expertos, las lluvias –que ayer fueron de entre 15 y 25 centímetros– podrían causar graves inundaciones.