SOCIEDAD
Absolución al marido que le ponía cinturón de castidad a su esposa
Un tribunal absolvió “por falta de pruebas” a un hombre juzgado por privar ilegalmente de la libertad a su esposa. El cinturón formaba parte de las pruebas.
› Por Carlos Rodríguez
En un fallo polémico del cual todavía no se difundieron los fundamentos, un tribunal oral de Paraná absolvió a un remisero, de hábitos trogloditas, que por celos obligaba a su mujer a llevar una gruesa cadena, unida a la cintura con un candado, que le impedía bajarse los pantalones y que oficiaba de improvisado cinturón de castidad. Tan abusiva era la imposición que el caso tuvo repercusión pública el año pasado, cuando otra mujer, en cuya casa trabajaba la víctima como doméstica, debió pedir auxilio a la policía porque la esposa maltratada estaba descompuesta y ni siquiera tenía la posibilidad del humano derecho a ir al baño. La fiscal Susana Lacorazza había pedido dos años de prisión efectiva para el marido guardabosque, Angel Marcelo Giordano, de 36 años, por “privación ilegítima de la libertad”. Los miembros del tribunal, todos hombres, resolvieron que no había pruebas suficientes y lo absolvieron. En los próximos días se conocerán los fundamentos.
El caso, que se conoció en agosto de 2001, aunque el sometimiento venía de mucho antes, fue resuelto ayer por la Sala I de la Cámara del Crimen de Paraná, integrada por Juan Sobrero, Juan Ascúa y Felipe Celli, quienes dieron a conocer el veredicto y se limitaron a señalar, por ahora, que los elementos de prueba fueron escasos como para dictar una condena. Para María Sandra Lescano, de 24 años, el único paso positivo fue que tras la reyerta judicial su matrimonio quedó disuelto y ya puede disponer a su antojo de algunas partes relevantes de su anatomía.
Ayer por la tarde, la fiscal Lacorazza dijo que estaba esperando conocer los fundamentos de la sentencia, para saber si tiene la posibilidad de presentar una apelación. La demora obedece, en parte, a que los empleados de la Justicia de Entre Ríos están de paro. Sólo trabajan los jueces y los secretarios. Lacorazza se mostró sorprendida por la mención de la falta de pruebas, cuando existen testigos de cómo María Sandra llevaba la gruesa cadena, que pasaba por cada una de las presillas del pantalón y era sostenida, como inamovible y ajustado cinturón, por un candado cuya llave siempre estaba en manos del marido.
La principal testigo fue María Teresa Maidana de Peralta, de 24 años, vecina y empleadora de María Sandra Lescano, quien trabajaba como mucama en casas particulares. La señora de Peralta tomó conocimiento del problema cuando su empleada sufrió una descompostura y estaba impedida de ir al baño a causa de la cadena que le impedía bajarse el pantalón. En esa primera ocasión hicieron la denuncia ante la comisaría tercera de Paraná y entregaron el “cinturón de castidad” prueba. En algunas ocasiones, desesperada por ir al baño, Lescano descosía las presillas y se bajaba el pantalón, pero después tenía que volver a coserlas una por una, lo que agravaba la tortura diaria de sentirse vigilada.
La señora de Peralta relató que en una de esas oportunidades “el marido se dio cuenta de que había descosido los pasacintos y la corrió con un revólver”. La testigo sostuvo que “ella alcanzó a escaparse de la casa y vino corriendo a la mía. Yo me puse en el medio, le grité que no la molestara más y le saqué los chicos para que estuvieran con la madre”. Según el relato, Giordano “se quedó frío y no se animó a hacerme nada porque es un cobarde que sólo era malo con su mujer”.
En la vivienda donde la pareja vivió siete años, con sus dos hijos menores de edad, la policía encontró una pistola calibre 22 propiedad de Giordano. El hombre fue también acusado de golpear a su mujer, pero las agresiones no pudieron ser constatadas por los forenses. Anoche, la fiscalía analizaba los pasos para pedir la anulación del fallo.