SOCIEDAD › OPINION
› Por Alfredo Grande *
Explicar una conducta por sus orígenes se acerca mucho a una forma de impunidad, porque hay mucha gente con vacío emocional, inclusive muchos hombres y mujeres que han sido abusados, que no abusan. Ese reduccionismo causa-efecto, “si me lo hicieron, yo lo hago” o “como me lo hicieron, se justifica que lo haga o no es tan grave”, forma parte de un discurso de la cultura represora que se llama impunidad, ya que la impunidad tiene mil caras y parece que Gutman aportó una carita más a las máscaras de la impunidad.
En relación con el niño abusado, es fundamental tener en claro que el abuso sexual es sexual sólo para el adulto, porque para el niño no es una experiencia sexual; y ésa es la trampa, ya que cuando hablamos de sexualidad, hablamos de un vínculo sexual, entonces tiene que ser sexual para los dos. El concepto de “sexualidad” es fácil de definir: es el placer ligado al cuerpo. Y, en cambio, el niño abusado no siente ningún placer, siente una situación muy confusa, muy espantosa, generalmente tiene mucho temor, mucho miedo, porque usualmente es amenazado. Que Laura Gutman explique por qué los niños abusados son amenazados, si es que están tan contentos con esa experiencia.
Gutman habla de un supuesto concepto de “adultos con emocionalidad de niños”. No sé desde dónde habla. Es un disparate y no tiene nada que ver, porque el dispositivo de violación y abuso no surge de común acuerdo, y en realidad hay mentiras, engaños, estafas, hay falsedades, y el niño lo percibe. Desde ya, insisto, muchísima gente con vacíos emocionales muy tremendos ha hecho cosas mucho más nobles que violar a una criatura, y además la pedofilia y el abuso sexual es de una cobardía inaudita, porque el adulto siempre tiene una impunidad.
Ningún pedófilo puede decirme que un niño o una niña le pide ser abusado, aunque escuché declaraciones de un obispo donde más o menos afirmaba esto, o sea que el trabajo de Gutman es una especie de manifiesto pedófilo. Sé que en algunos países de Europa ciertos grupos buscan que la pedofilia no sea considerada un delito, como el derecho del pedófilo; pero supongamos que una persona quisiera ser torturada: eso no habilita al torturador, porque la tortura sigue siendo un delito, y el abuso sexual es una forma de tortura. Ahora, si legitimamos la tortura, estamos al borde de lo que puede ser la barbarie y, entonces, Laura Gutman será una abanderada de esa barbarie.
* Médico psiquiatra, psicoanalista y profesor universitario.
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