Mar 02.12.2014

SOCIEDAD  › UNA ALUMNA DE DOCE AñOS DE UNA ESCUELA DE VILLA BALLESTER ACUSADA DE ENVENENAR A UN DOCENTE

Cuando un sorbo de agua depara sorpresas

Un profesor de Conciencia Ciudadana, de la Escuela Comercial 13, de Villa Ballester, fue internado en terapia intensiva luego de beber un sorbo de agua mineral en la que habían vertido veneno para ratas. El profesor fue dado de alta.

Un profesor denunció que una alumna de 12 años puso veneno para ratas en su botella de agua, por lo que resultó intoxicado y debió ser internado. El envenenamiento ocurrió en la Escuela Comercial 13, de Villa Ballester, al fin del turno mañana, cuando los alumnos y el docente Miguel Angel Porro, de 67 años, dejaban el aula. Porro explicó que apenas llegó a tomar un sorbo del agua, lo necesario para tragar un medicamento. “Tomé líquido como para tragar una pastilla y al rato empecé a sentirme mal, se me hincharon la boca, la lengua y la garganta”, explicó el hombre, que señaló: “Estoy clínicamente contenido, pero emocionalmente mal”. La denuncia está siendo analizada por la Fiscalía de San Martín, y la botella en la que la alumna habría arrojado veneno está siendo objeto de peritajes en La Plata. La inspectora del distrito escolar Mónica Leluther advirtió que “todavía no están los peritajes del líquido consumido” por el docente Porro, y que la alumna fue “separada del curso” preventivamente.

La “situación es gravísima, terrible”, señaló la inspectora Leluther, quien también pidió cautela hasta que se expida la Justicia. “Vamos a cuidar la situación de la nena, como también contuvimos al profesor”, aseguró. Al docente se le practicó un lavaje de estómago y estuvo internado en terapia intensiva por dos días. Ayer recibió el alta clínica, pero, explicó, “no el alta laboral”. “Por un lado, la comprendo (a la alumna), pero por otro lado estoy muy angustiado, muy enojado”, dijo Porro en una entrevista radial.

Porro es docente de la materia Construcción de Ciudadanía en primer año del Colegio Comercial. El viernes pasado se encontraba dictando la clase de la última hora, que en algún momento interrumpió para ir hasta la puerta del aula y pedir silencio a un grupo de alumnos que pasaba por el claustro. Sobre el escritorio había dejado la botella de agua mineral comprada poco antes, porque el docente, diabético, debe tomar mucha agua a lo largo del día. Al terminar la clase, mientras los alumnos se retiraban, Porro bebió un sorbo del agua de la botella para tomar un medicamento. Al verlo, un alumno se le acercó. “Me preguntó si había tomado agua de esa botella. ‘Sí, ¿por qué?’. ‘Porque hay una alumna suya que me dijo que le había puesto veneno de ratas’. Miro la botella y la veo blancuzca, con manchitas como si tuviera aceite.” Luego, acompañado de un grupo de alumnos, Porro fue a la dirección del establecimiento para plantear lo que había sucedido. Poco después, comenzó a tener síntomas del envenenamiento. “Al rato empecé a sentirme mal, se me hincharon la boca, la lengua y la garganta”, contó. El hombre estuvo internado dos días.

Porro atribuyó lo sucedido a la dificultosa relación que, como docente, tuvo con la alumna a lo largo de todo el curso. “Es una señorita demasiado personal. Necesita la trascendencia, no le gusta ser opaca, digamos. Y busca esta cosa de figurar, de llamar la atención. Y obviamente esto en un curso está bueno hasta en un punto. Si participa, está bárbaro porque dinamiza la clase. Pero cuando una alumna participa desde cierto lugar, para que la miren, esto por una cuestión de dinámica grupal no puedo permitirlo”, explicó el docente. La chica proviene de un hogar monoparental, contó Porro. “Viene de un hogar destruido, un papá ausente, la mamá con mucho ímpetu para mantener a sus hijos.” Sin embargo, señaló, “creo que la alevosía, la premeditación y la maldad no tienen edad. Por un lado la comprendo, pero por otro lado estoy muy angustiado, muy enojado. Mis hijos fueron a la escuela y dijeron ‘¿y si se muere?’. Yo tomé conciencia de esto el día que me dieron el alta clínica, pero no el alta laboral”.

El docente agregó que no imaginaba que podía terminar envenenado en la escuela. “Si estuviera en un tugurio jugando a los naipes con coperas y marihuana, yo podría empezar a desconfiar del que me mira de costado. Pero no en una escuela y con un primer año.”

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