SOCIEDAD
Argentina tiene una vaca lechera que no es una vaca cualquiera
Un laboratorio nacional logró la primera vaca genéticamente modificada de Latinoamérica: es el primer bovino del mundo de cuya leche se obtiene un fármaco para tratar el enanismo.
› Por Mariana Carbajal
De la leche de una ternera argentina ya se puede obtener un medicamento. Pampa Mansa, la primera vaca clonada y transgénica de Latinoamérica, fue presentada ayer en sociedad. Lleva incorporado un gen humano que le permite fabricar en su leche la hormona de crecimiento (hCH), lo que la convierte en la primera vaca del mundo en conseguir este fármaco utilizado para prevenir el enanismo. El gran avance tecnológico fue logrado por un laboratorio de capitales nacionales, en cuyo proyecto tienen una participación fundamental científicos del Conicet, la UBA y el INTA. Como una sola vaca así modificada puede cubrir la demanda de hormona de crecimiento humano del país, e incluso, de América latina, permitirá bajar sustancialmente los costos de producción y, en consecuencia, su precio de venta al público. De todas formas, habrá que esperar al menos dos años para que la droga efectivamente llegue a las farmacias. Mientras tanto, el laboratorio está en proceso de clonar otros bovinos con las mismas características con el fin de conseguir un verdadero tambo farmacéutico.
Argentina se ubica así en el selecto grupo de sólo seis países que disponen de la tecnología para obtener bovinos clonados y modificados genéticamente, capaces de producir productos farmacéuticos a bajo costo y en grandes cantidades. La proeza fue lograda por Bio Sidus, el laboratorio que el año pasado anunció el nacimiento de Pampa, la primera vaca clonada de Latinoamérica. Pampa Mansa nació en septiembre de 2002 y es parte de la dinastía de Pampa, pero además de ser clonada fue modificada genéticamente. De raza Jersey, luego de una estimulación temprana de sus glándulas mamarias comenzó a dar leche que contiene la hormona de crecimiento humano (hCH), utilizada para el tratamiento de chicos con enanismo hereditario. Estos pacientes deben recibir una dosis diaria desde la niñez hasta el fin de la adolescencia. En mostrador cada dosis oscila entre 80 y 160 dólares, pero habitualmente los pacientes la obtienen a través de su obra social o prepaga, que realiza compras por licitación consiguiendo precios más bajos.
Pampa Mansa no está sola: ya nacieron otras tres terneras similares, aunque todavía el laboratorio no probó que produzcan la hormona. “Esto demuestra que la finalidad de nuestro proyecto no era la clonación en sí misma sino que fuera un medio para poner un gen humano que permitiera la fabricación de fármacos en la leche”, explicó a Página/12 Carlos Melo, gerente de Desarrollo de Bio Sidus. La empresa hizo el anuncio ayer en la Sociedad Rural.
La hCH es una proteína que naturalmente se produce en la hipófisis humana y tiene como función específica promover el crecimiento de todas las células del organismo. Su ausencia o déficit provoca principalmente la falta de crecimiento óseo. Actualmente se fabrica a partir de la fermentación de bacterias que poseen el gen humano de esa proteína. “Este sistema requiere de tanques de 5000 litros trabajando durante un año, para hacer lo mismo que puede hacer una sola vaca”, comparó Melo.
Pero no será cuestión de tomar la leche de Pampa Mansa para crecer. En realidad, la leche es el medio para fabricar la hCH. Por lo tanto, para obtener el fármaco se deberá someter a la leche a un complejo proceso de purificación hasta separar la hCH del resto de los componentes. El medicamento del tambo farmacéutico, sin embargo, demorará al menos dos años en llegar al mercado, el tiempo que lleva cumplir con los pasos que exige la Anmat para aprobar un nuevo fármaco. “Ya hemos comprobado que la hCH que produce Pampa Mansa es idéntica a la fabricada por otros medios, pero de todas formas hay que cumplir con ciertos estudios”, explicó Melo y enumeró: en primer lugar, controlar que a lo largo del plazo establecido de vencimiento mantenga su calidad; paralelamente, inyectarla en animales (roedores y conejos) para descartar efectos tóxicos; luego controlar con pruebas de laboratorio que sea idéntica a la producida por el hombre; más adelante aplicarla en voluntarios sanos para determinar el tiempo quedemora en ser absorbida y degradada por el organismo; y finalmente se pide autorización al Ministerio de Salud para comercializarla.