“Una muchacha, por ejemplo, creía que su abertura inferior no estaba en su lugar. Creía que el comercio sexual se efectuaba a través del ombligo. Y era desdichada porque su ombligo estaba cerrado y no podía introducir el dedo. Otra se creía hermafrodita. Otra se creía inválida e incapaz de tener jamás relaciones sexuales”, decía el médico Wilhelm Stekel en La mujer frígida de 1929. Casi un siglo más tarde, quizá provoquen risas semejantes ideas; sin embargo, los temores y mitos que rondan la sexualidad en la adolescencia no están superados. Los tabúes no son sólo de las y los jóvenes, los padres siguen alimentándolos también. Y las consecuencias no son nuevas ni buenas. Un estudio realizado entre estudiantes secundarios de la ciudad de Buenos Aires encontró que el 22 por ciento de los jóvenes sexualmente activos dice no haber utilizado métodos anticonceptivos en el primer acercamiento sexual.

La investigación fue realizada por Marcelo Della Mora, especialista en sexualidad infanto-juvenil y profesor del Colegio de Psicología de la Universidad Kennedy, entre 740 chicos y chicas de 13 a 19 años de la CABA.

Se llevó a cabo en mayo de 2014, en escuelas públicas y privadas secundarias de distintos distritos de la ciudad, a través de una encuesta que duró aproximadamente una hora. El objetivo del trabajo fue “analizar el discurso de los adolescentes en cuanto a sus inquietudes acerca de temas relacionados con la sexualidad, fuentes de la información sexual recibida, y referentes a los que recurren para esclarecer sus dudas”.

En la ciudad, la población de 10 a 19 años representa el 12,34 por ciento de la población total (13,64 por ciento de la población masculina y 11,25 por ciento de la femenina), según el Censo Nacional de Población, Hogares y Vivienda, y la Unidad de Información, Monitoreo y Evaluación (UIMyE) del Ministerio de Desarrollo Social porteño.

En promedio, tanto varones como mujeres debutan sexualmente a los 15 años, arroja el estudio. El dato confirma la tendencia de la última década. Sin embargo, este debut está atravesado por algunas dificultades.

“Casi el 22 por ciento de los jóvenes reporta no haber utilizado métodos anticonceptivos en el primer acercamiento sexual”, dice el informe, aunque aclara que esto no es novedoso, ya que el porcentaje se corresponde con los resultados de otras investigaciones.

Llamativo resulta que el 90 por ciento dice haber recibido educación sexual. ¿Por qué entonces no se cuidaron? Como en otros estudios, los estudiantes “hacen referencia a que la situación fue imprevista y sorpresiva, y en algunos casos suponen que interrumpir los prolegómenos de una relación sexual para conseguir y/o usar preservativo sería causa de que su pareja sexual desista de continuar con la misma”.

El estudio encontró que “el 35 por ciento de los varones piensa que el preservativo es incómodo y el 40 por ciento opina que interfiere en la sensación de placer durante una relación sexual”. Además, el 30 por ciento de los varones no experimentó temor a contraer enfermedades de transmisión sexual en el primer coito. De este porcentaje, la mitad declaró no haber usado método anticonceptivo. En el caso de las mujeres, casi el 63 por ciento no sintió temor a contagiarse. Y de ellas, una de cada diez no usó métodos anticonceptivos en la primera relación sexual.

¿Y los padres?

En la novela Pot-Bouille, Emile Zola describe la costumbre del siglo XIX de ofrecer a las jóvenes en matrimonio: “Veamos, enjúgate los ojos, mírame como si yo fuese un señor que te hiciese la corte –dice una madre a su hija–. Mira, dejas caer el abanico para que el señor, al recogerlo, te roce los dedos... Y no estés tensa, da flexibilidad al talle. A los hombres no les gustan los tablones. Y, sobre todo, aunque vaya demasiado lejos, no cometas estupideces”. Entonces, como explica magistralmente Simone de Beauvoir en El segundo sexo, la educación sentimental de las jóvenes tenía un objetivo concreto: conseguir un buen partido. La información que se les daba a las hijas no estaba desprovista de zonas oscuras. Hoy, aunque sea (o parezca) más lejana la necesidad de cazar pretendientes, lo que dicen padres y madres está lejos de satisfacer a los adolescentes.

La mayoría de los estudiantes acusó haber recibido información sexual; sin embargo “uno de cada cuatro manifiesta no haberla recibido de su núcleo paternal”. “El 59 por ciento no se animó a hacerles preguntas a sus padres sobre la sexualidad. Muchos manifiestan que la información que reciben de sus padres les llega tarde, está llena de mitos y tabúes, es prohibitiva y no explora temas como la intimidad o el placer”, dice el estudio.

No es de extrañar, entonces, que los y las adolescentes recurran a sus amistades para evacuar dudas: “Toman como principal fuente de información a su núcleo de pares, información sesgada por sus experiencias previas que no siempre han sido exitosas y que, por lo tanto, terminan confundiendo aún más a los jóvenes que están ávidos de conocimiento en un terreno que les resulta todavía lleno de escollos. Las mujeres, sobre todo, hablan más de sexualidad entre amigas, que constituyen un cuerpo informal de información. Viven las mismas situaciones y hablan el mismo idioma. El sexo y la anticoncepción son temas de conversación cotidiana entre amigas que se aconsejan mutuamente”.

En ese sentido, si bien la investigación encontró que el conocimiento por parte de los encuestados sobre las infecciones de transmisión sexual es “aceptable” –aunque no fueron consideradas muchas de las vías de transmisión– todavía es insuficiente la información sobre sexualidad, no sólo para evitar enfermedades sino para prevenir embarazos no deseados y abortos.