La boa, de unos tres metros de largo, sufría una vida de cautiverio en una pecera, como mascota en una casa de Tucumán y Las Heras, en Banfield. Hasta el domingo, día en que el dueño decidió limpiar su hábitat, no natural, por cierto. El hombre la puso en un bol gigante con tapa plástica. Pero algo falló en la cobertura del recipiente, para felicidad del reptil, que emprendió un silencioso viaje a la libertad. El dueño (¿o a esta altura habría que hablar ya de “ex” dueño?) se lanzó a su búsqueda, infructuosa. Inmediatamente el lugar se llenó de curiosos, perros que ladraban, vecinos indignados y otros que se reían de la situación, policías, y claro que también movileros. La descripción en la pantalla era caótica. Se mencionó la versión imposible de comprobar como casi todas las versiones, de que la boa se había engullido un perro y un gato. Al menos, los daban como desaparecidos igual que el reptil largo. El morbo de la tevé tuvo su éxtasis mostrando imágenes de una boa comiéndose un animalito. Fuentes del caso confirmaron que Gastón, así se llama la larga, es inocente.
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