SOCIEDAD
› FUE LIBERADO UN SECUESTRADO CAUTIVO EN EL MICROCENTRO PORTEÑO
Un estacionamiento con sorpresa
Roberto Sánchez, un repartidor de galletitas capturado en Merlo hace nueve días, fue liberado por la policía en una playa de estacionamiento de Suipacha al 100. Sus padres habían hecho un pedido público. Dos hombres fueron detenidos al intentar cobrar el rescate.
› Por Horacio Cecchi
Roberto Andrés Sánchez, el hijo del repartidor de galletitas secuestrado el 20 de octubre en Morón, fue liberado ayer durante la madrugada por la Bonaerense. Se encontraba atado y con los ojos vendados en un cuartito trasero de una playa de estacionamiento, en pleno microcentro porteño: Suipacha 162, entre Mitre y Perón. En el lugar no había nadie custodiándolo. En un operativo simultáneo, muy cerca del Hospital Posadas, en Morón, fueron detenidos dos hombres que participaban en el cobro de los 40 mil pesos de rescate. Un playero y la empleada de la caja fueron detenidos alrededor de las 8 de la mañana, cuando llegaron para comenzar el trabajo del día. Luego fueron liberados. Afirman que hay más de un prófugo. Los investigadores sostienen que no se trata de una banda mixta, aunque aseguran que quedan muchos cabos sueltos.
El 20 de octubre pasado, a las 8 de la mañana, Roberto Sánchez, de 30 años e hijo de un repartidor de galletitas salió de su casa, Bebedero 470 de Merlo, en su Renault 19 y se dirigía al negocio de su padre, un local de venta mayorista de galletitas, ubicado en Mariano Acosta, Merlo. Pero a las pocas cuadras, otro vehículo lo interceptó. “Lo obligaron a bajarse de su auto, lo agarraron de los pelos y lo subieron por la fuerza al otro auto. Su Renault 19 quedó abandonado en el lugar”, señalaron fuentes policiales. Unas horas después, la familia recibía la primera llamada de los secuestradores, que exigían un rescate de 100 mil pesos. Durante los nueve días que duró el cautiverio de Roberto, se sucedieron 14 llamadas más, según confiaron a este diario fuentes de la investigación.
“Ni de lejos podían reunir semejante suma”, dijo a Página/12 uno de los investigadores. La familia presentó una denuncia ante la policía, y comenzó a trabajar en el caso el fiscal federal de Morón Holdano Gregorio Rodríguez y la DDI de la misma jurisdicción, a cargo del comisario José Méndez. Al frente de las negociaciones quedó Nora, la madre de Roberto. “Luis (el padre) estaba demolido. Tuvo un ataque de hipertensión y no podía hacer nada”, dijo un familiar a este diario.
El fin de semana pasado, un nuevo llamado provocó un giro en el estado de ánimo familiar. Los secuestradores se mostraron más exigentes e intimaron al pago del rescate (a esa altura ya habían accedido a cobrar 40 mil pesos), amenazando con asesinar a Roberto.
La desesperación provocó que el lunes pasado la familia decidiera salir a los medios para implorar por la vida de su hijo y para explicar que no podían reunir semejante suma. Uno de los razonamientos que utilizaron fue suponer que los secuestradores se habían equivocado de víctima. Entretanto, la policía sugería a la familia que intentara reunir la suma y cumpliera con el pago.
El martes, una nueva llamada coordinó la forma de pago: la madre debía llevar el dinero en una bolsa y dejarlo según las indicaciones que le fueran dando. A esa altura, las llamadas habían permitido su rastreo. El martes a la medianoche, Nora partió en dirección al lugar. La acompañaban una bolsa con 40 mil pesos, y a discreta distancia, un grupo de policías de la DDI de Morón. La madre de Roberto llevaba un celular a través del cual le iban dando las indicaciones. El pago, finalmente, debía realizarse en Mosconi al 1000, muy cerca del Hospital Posadas, en el partido de Morón.
Sobre la colectora de la autopista Gaona se produjo el primer incidente. Allí fue detenido un hombre, de 32 años. Tenía un celular desde el cual, según los rastreos policiales, se daban las instrucciones a la madre del secuestrado. En Marconi y Arizona, de El Palomar, detuvieron a un peruano, también de 32, quien se llevaba la bolsa con los 40 mil.
Mientras ocurría todo esto, en pleno microcentro se realizaba un operativo sorpresa. Tan sorpresa que el policía de la Federal de consigna en la esquina de Mitre y Suipacha comenzó a sospechar cuando vio que un grupo de hombres trepaba las paredes de un local adyacente a una playa de estacionamiento, ubicada en Suipacha 162. “Tuvimos que avisarle que éramos policías, que nos acompañaba un fiscal y que teníamos órdenes de allanamiento porque si no terminábamos en un enfrentamiento”, confió uno de los participantes.
La playa de estacionamiento no ofrecía ninguna particularidad. Durante la noche permanece cerrada. Salvo un breve tinglado en el frente, es a cielo abierto y sólo está cubierta por una mediasombra. A la izquierda de la entrada se encuentra la caja. Al fondo de esa construcción hay un pequeño cuarto de dos metros cuadrados, con una puerta de chapa que mira hacia el fondo del playón. Cuando los bonaerenses entraron, la playa se encontraba vacía. Sólo encontraron una camioneta y, dentro del cuartucho, al único estacionado, Roberto Sánchez, atado, con los ojos vendados, sentado sobre un colchón y tratando de combatir la ansiedad y el asma. Luego de los primeros auxilios del SAME fue trasladado hasta su casa en Merlo. “Tengo miedo, lo tuve antes y lo voy a seguir teniendo –dijo Roberto, algo repuesto, en su casa–. Hay inseguridad, tenemos que ser realistas: todos tenemos que combatir contra esto.” Dijo que no lo golpearon, que le dejaron escuchar un recital de rock, que no tuvo ganas de comer durante su cautiverio, y aseguró que “de acá en más voy a valorar y disfrutar las pequeñas cosas de la vida”. Después pidió por la vida de Pablo Belluscio, secuestrado y mutilado por sus captores.
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