Jue 18.02.2016

SOCIEDAD  › LA INVESTIGACIóN A UN CURA ACUSADO DE PEDOFILIA EN LA PLATA HABíA SIDO ARCHIVADA

Pruebas nuevas para reabrir una causa

Julieta Añazco había denunciado al cura Héctor Ricardo Giménez de haber abusado sexualmente de ella cuando era una niña. La causa fue archivada por el fiscal Marcelo Romero. Ahora encontró nuevos testimonios y pruebas, y pide reabrirla.

› Por Mariana Carbajal

“En el confesionario me obligaba a colocarme muy cerca de su cuerpo de forma tal que sus labios casi rozaban los míos y me tocaba el sexo. En su habitación me desnudaba, tocaba el sexo y sacaba fotografías que luego me exhibía en formato de diapositivas mediante un proyector”, relató una mujer, en una carta dirigida al arzobispo de La Plata, monseñor Héctor Aguer, donde le pidió le informe sobre las medidas tomadas por la Iglesia Católica frente a las numerosas acusaciones que ya desde la década del 80 recaían sobre el cura Héctor Ricardo Giménez. La mujer, que prefiere preservar su identidad, está dispuesta a declarar en la Justicia. El fiscal de Cámara bonaerense Héctor Vigliolo acaba de ordenar desarchivar la causa iniciada en 2013 contra el sacerdote por abusos sexuales cometidos contra niños y niñas décadas atrás mientras estuvo ejerciendo como párroco en la iglesia Madre de la Divina Gracia, de Gonnet, y con posterioridad, en la iglesia Sagrado Corazón de Jesús, de City Bell. El expediente estuvo dos años en manos del fiscal de La Plata, Marcelo Romero, quien a pesar de los testimonios contundentes que señalan al sacerdote como pedófilo, dispuso su archivo, con argumentos que dan cuenta de su desconocimiento absoluto de los delitos contra la integridad sexual: alegó que no había testigos de los hechos cuando se sabe que los abusadores suelen actuar en el ámbito privado, sin la presencia de otras personas más que sus víctimas. Vigliolo ordenó además sacarle la causa a Romero y pasarla a la UFI N°3, a cargo de Marcelo Martini. Paradójicamente o no tanto, el religioso viene siendo protegido por Justicia platense y la propia Iglesia Católica desde que fue denunciado por primera vez a mediados de los 80. Mientras tanto, seguía abusando de niños y niñas, especialmente en campamentos de verano que él mismo organizaba. La última causa contra Giménez se abrió el 19 de setiembre de 2013 a partir de la denuncia de Julieta Añazco, una empleada municipal, de 43 años, que vive en La Plata y que, tal como informó oportunamente Página/12, durante más de 30 años anuló en su memoria aquellos episodios dolorosos de su infancia. Hasta que un día, dos años y medio atrás, al pasar frente a la iglesia Sagrado Corazón de Jesús, de la localidad bonaerense de City Bell, algo se activó en sus recuerdos y sacó del olvido los abusos sexuales que había sufrido de parte del cura, en campamentos de verano. Desde entonces, Julieta emprendió una lucha comprometida para que el religioso, a quien encontró dando misa en la capilla del hospital San Juan de Dios, de La Plata, fuera juzgado. La acompaña el Colectivo de Abogadxs Populares La Ciega, y particularmente la patrocina una de sus integrantes, Estefanía Gelso.

“Antes de recordar los abusos era muy introvertida, casi no hablaba y mucho menos en público, hoy me siento libre. Creo que volví a nacer. Pero tuve que recorrer el camino de sanar mis heridas, de aprender que no tuvimos la culpa, tuve que aprender a quererme y a perdonarme. Creo que es lo más difícil, pero hoy me siento viva”, dijo Julieta a Página/12. En su búsqueda de Justicia, contactó a otras mujeres, ya adultas, que como ella, en su infancia sufrieron abusos de parte del mismo cura. Algunas no quieren presentarse a declarar, para no remover historias dolorosas del pasado. Pero una de ellas, ahora aceptó. Como primer paso, esta otra víctima le envió un pedido de informes al Arzobispado de La Plata, donde les cuenta que ella fue abusada sistemáticamente desde que tenía 8 años hasta los 11 por Giménez. Tiene cuarenta y pico de años y trabaja en el ámbito universitario. “Las misas las pasaba censurada, recortaba una tela adhesiva y la pegaba en el sexo, los pechos y/o mis ojos, y luego sin censurar... En la carpa grande el sacerdote ubicaba a su alrededor las colchonetas de los niños por él abusados, una vez que todos los niños dormíamos, Héctor Ricardo Giménez me despertaba, desnudaba y colocaba sobre su cuerpo desnuda. Recuerdo vívidamente su pene apoyado en mi sexo. Cerraba los labios muy fuerte para que él no pueda introducir su lengua en mi boca y pese a que decía sistemáticamente que ‘no’, él continuaba con su abuso sexual. En la carpa destinada a enfermería recuerdo que cuando tenía oportunidad me desnudaba y tocaba mi sexo y acariciaba todo mi cuerpo pese a que sistemáticamente le pedía que se detuviera y, avergonzada, le decía que no, esto lo excitaba aún más continuando con su abuso. Allí recuerdo que me tomaba fotos y las proyectaba, sé que esto también lo ejerció con otros niños.” Su relato es escalofriante. Todavía no obtuvo respuesta del Arzobispado. Se animó a romper el silencio después de años de terapia. Ella y sus hermanos fueron abusados por el mismo cura. Pero sólo ella se animó a sacar aquellos actos delictivos a la luz.

La abogada Gelso cuestionó, en diálogo con este diario, que el fiscal Romero en los dos años que instruyó la causa no haya citado a declarar a Añazco para ampliar su declaración ni a Giménez, que ya pasó los 80 años. Tampoco pretendió corroborar la existencia de los campamentos de verano donde mayormente ocurrieron los abusos denunciados, agregó la letrada. Simplemente decidió archivar la causa por falta de testigos presenciales. Sin embargo, en el expediente brindó declaración testimonial VR, quien contó que “al momento del baño el padre Ricardo nos agrupaba, nos llevaba a una carpa donde nos bañábamos, allí él nos decía que nos debíamos desnudar y nos iba indicando cómo enjabonarnos los genitales, nos iba diciendo que nos diéramos vuelta y le mostremos como lo estábamos haciendo”. Agregó que “yo siempre recordé lo que pasaba en las duchas en los campamentos, luego cuando empezamos a contactarnos con otras víctimas que hablaron de los manoseos que sufrían por parte de Ricardo al momento de la confesión y en los exámenes de catequesis, recordé que cuando yo me iba a confesar en la Parroquia Madre de la Divina Gracia él me abrazaba y me acercaba a sus genitales, recuerdo que yo quedaba de espaldas a él o tres cuartos de perfil y él me arrimaba hacia su cuerpo...”.

También declaró el padre de VR, JR, que colaboraba en el traslado de los elementos para la realización de los campamentos en un campo que se llamaba La Unión, ubicado en la localidad de Bavio y detalló que el padre Ricardo se quedaba solo con los niños y las niñas y no quería que los padres se acerquen al campamento porque “molestaban”. Recordó que una tardecita se hizo presente en el campamento y observó cómo el sacerdote bañaba a los niños y “...le dije que no me parecía bien que bañara a los chicos, ya que ellos se bañaban solos, teniendo en cuenta que los más chiquitos tenían unos 9 años, pero el padre en ese momento me dijo que tenía que bañarlos porque los chicos se ensuciaban mucho y tenía que bañarlos bien (sic)...”.

Julieta encontró dos causas penales contra el cura, que datan del ‘85 y el 96, iniciadas por madres de otras chicas y chicos abusados, y que dejan en evidencia el amparo que la Justicia de La Plata y el Arzobispado de La Plata le brindaron a Giménez, como en otros casos de curas pedófilos. En una de las causas incluso fue detenido, pero se le concedió una excarcelación extraordinaria y el entonces Arzobispado platense le limitó el ejercicio sacerdotal. Fue absuelto el 28 de diciembre de 2001 por el juez Emir Caputo Tártara. En un informe que monseñor Aguer envió a la UFI N°6 ante una serie de preguntas, el arzobispo dijo que tras la absolución “yo mantuve la restricción impuesta por mi predecesor y le impuse el precepto penal de abstenerse de todo trato de menores de 18 años y le advertí que la no observancia de lo dispuesto implicaría la aplicación del entredicho ferendae sententiae”, que significa la excomunión, según el Código Canónico. Giménez interpuso recurso ante la Santa Sede, que lo rechazó, confirmando la actuación del Arzobispado, según informó Aguer en la Justicia. También dijo que “ante la reiterada súplica de Giménez ya anciano y enfermo en 2007 “yo mismo lo nombré asistente espiritual de las comunidades Camino Neocatecumena asegurándome de que no tratara con menores de edad”. Pero Julieta lo detectó en 2013 dando misa en la capilla del hospital San Juan de Dios, donde con organizaciones de mujeres le hicieron un escrache, dato que omitió Aguer en su declaración por escrito. El arzobispo aseguró que Giménez reside en La Plata y actualmente no desempeña ninguna labor sacerdotal. Julieta no tiene dudas: afirma que el religioso, “pudo hasta ahora esquivar condena y cárcel con la complicidad de la Iglesia Católica y la propia Justicia”.

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