Dom 21.12.2003

SOCIEDAD  › UN INFORME REVELA LA VIOLENCIA QUE SUFREN LAS MUJERES EN LA MATERNIDAD DE TUCUMAN, LA MAS GRANDE DEL PAIS

Parir en el infierno

Les gritan, las humillan y hasta las manosean, relatan pacientes y estudiantes que allí hacen prácticas. A veces, las parturientas tienen que compartir la cama. Las tratan, literalmente, como un número. En ese contexto, nacen por día 40 chicos de sectores populares de Tucumán y provincias aledañas, según un impactante estudio al que tuvo acceso exclusivo Página/12.

› Por Mariana Carbajal

La Maternidad Nuestra Señora de las Mercedes, de la ciudad de Tucumán, la más grande del país por cantidad de partos, donde nacen 40 chicos por día de todo el noroeste argentino, esconde una cara siniestra: violencia física, verbal y simbólica hacia las parturientas; una superpoblación que lleva a que, en ocasiones, dos mujeres tengan que compartir una cama; una estructura edilicia de 6 pisos sin señalización clara, que obliga a las pacientes a deambular, subiendo y bajando escaleras, con la panza a punto de estallar; y un régimen deshumanizado que prohíbe a las mujeres parir acompañadas por un familiar y llega a tal extremo que las trata literalmente como un número: sólo en un servicio se atiende a las pacientes por su nombre. Además, está superpoblada y tiene apenas una enfermera por cada 15 niños internados en la guardia. La descripción surge de una impactante investigación, financiada por el Consejo Nacional de la Mujer, a la que tuvo acceso Página/12, sobre una Maternidad que es sede de cátedras universitarias y a la vez, el centro de mayor complejidad en el área tocoginecológica y neonatal del NOA y de América latina. “Me trataron como a una vaca”, sintetizó una mujer de un barrio tucumano su experiencia en la Maternidad. “Una vez me levanté al baño y cuando volví la cama se la habían dado a otra señora ....”, contó otra a las investigadoras. Las parturientas no son las únicas que reflejan la violencia institucional. La misma visión dieron estudiantes de Medicina que hicieron allí sus prácticas en el último año: “El maltrato que se brinda a las pacientes es injustificable”, afirmó uno de los jóvenes. “Aprendí mucho en Obstetricia pero me dolió ver cómo los médicos insultan, gritan y se burlan de las pacientes ...”, denunció otro y un tercero, concluyó: “Aquí se hace mala praxis, nos enseñaron lo que no hay que hacer”. En este contexto inician su vida la mayoría de los chicos tucumanos. El futuro que les depara no será mucho mejor: uno de cada 4 menores de 6 años hoy sufre algún grado de desnutrición.
Una mujer que fue paciente de la institución dio su testimonio para la investigación y contó:
–Yo estaba por tener y la enfermera me dijo: ‘espere estoy merendando’, bueno yo espero ... al rato iba y me decía: ‘espere, que va a tener a las 12’. Yo estaba enojada porque yo sé cuándo lo tengo que parir. Lo tuve sola. No tuve ayuda de nadie, en la cama lo tuve, hasta que llegó otra enfermera y me higienizó. Cuando volvió la primera enfermera, que estaba sentada por los pasillos, me dijo: ‘pero ... vos tenés que avisar, ¿vos qué pensás? ¿cómo vas a ensuciar la cama así?’”.
Otra usuaria de la institución señaló:
–Al menos te atienden cuando gritas...
Saturada
La investigación tuvo como propósito analizar los procesos de producción y reproducción de la violencia institucional en la Maternidad más grande del país: allí se practican anualmente alrededor de 14.000 partos, “con escasa estructura edilicia como de recursos humanos y técnicos”, según concluye el informe. La cantidad de partos duplica el número de la Maternidad Sardá, la más concurrida de la ciudad de Buenos Aires, donde diariamente un promedio de veinte parturientas dan a luz.
El flujo de pacientes supera ampliamente la capacidad de la Maternidad tucumana. “Tres mil partos al año sería lo ideal. Con 4000 ya está excedida. Es una institución saturada. La superpoblación, sin dudas, atenta contra las prácticas médicas y también entorpece la vida cotidiana en la institución”, señaló a Página/12 la antropóloga Patricia Arenas, de la Universidad Nacional de Tucumán (UNT). La Maternidad es, por otra parte, sede de una residencia de tocoginecología, y de cátedras de ginecología y de obstetricia de la Facultad de Medicina de la UNT.
El estudio fue realizado por un equipo encabezado por Arenas y Rosa Isac, trabajadora social de la Universidad Nacional de Santiago del Estero, desde la ONG Nueva Ciudadanía, que preside Virginia Franganillo, en el marco de un proyecto del Consejo Nacional de la Mujer, financiado por el Banco Mundial. También trabajaron la psicóloga social Luisa Vivanco y María Eugenia Rodríguez. Del estudio surge que “los derechos sociales en general y los derechos particulares de las mujeres no son respetados en la Maternidad”, advirtió Franganillo en diálogo con Página/12.
“En ningún caso parece haber un espacio para que las mujeres ejerzan el derecho de decidir sobre su propio cuerpo”, puntualizó Arenas, quien es, además, coordinadora del Grupo Interdisciplinario de Arqueología y Antropología que colabora con la Justicia en la búsqueda de restos de desaparecidos en Tucumán.
Una internación traumática
Franganillo explicó que se trata de una investigación “cualitativa” basada en testimonios de usuarias, profesionales y autoridades de la Maternidad recabados durante este año. Las investigadoras realizaron grupos focales con unas 60 mujeres de 18 a 50 años de barrios populares de la ciudad de Tucumán y el Gran Tucumán que dieron a luz allí. También con psicólogas residentes del Servicio de Prevención del Embarazo, con trabajadoras sociales y con médicos de distintos servicios. Además, hicieron entrevistas en profundidad a 15 profesionales de distintas áreas, desde el director y la directora de la Maternidad, Manuel Pérez Gorena y Rosana Chala, hasta jefes de Salas de Partos, neonatólogos y obstetras.
Los testimonios de las mujeres que fueron pacientes de la Maternidad son coincidentes: describen su paso por la institución como “traumático”. En sus reflexiones y significaciones aparecen el maltrato, la incomunicación entre los médicos y ellas, la violencia física y simbólica que sufren y el temor de estar internadas allí.
Una mujer que tomó la decisión de desinternarse, describió:
–Era como un lugar (en el) que no había nadie y si te duele algo tenés que decirle al enfermero y tampoco te hacen nada y si jodés mucho ya te retan.
Otra mujer contó:
–Para llegar al baño es un tirón larguísimo, te levantan a las cinco de la mañana para higienizarte ... vos estás débil y tenés que ir hasta ahí... para llegar tenés que pasar por una sala, un pasillo, otro pasillo, la enfermería y recién ahí llegás al baño.
El testimonio de otra de las mujeres revela la anarquía reinante:
–Una vez yo me levanté al baño y cuando volví la cama se la habían dado a otra señora ...
En el informe final, las investigadoras describen que “constantemente” se ve a las mujeres deambular por los pasillos buscando algún médico o servicio. Esa situación se agrava si se tiene en cuenta que muchas de las mujeres son analfabetas o analfabetas funcionales a punto de parir y que la señalización es “confusa y heterogénea”, según denuncia la investigación. El edificio, ubicado en Mate de Luna y 12 de Octubre, a diez cuadras de la gobernación, tiene un solo ascensor que funciona.
Sólo un número
De acuerdo con el relato de las pacientes, el maltrato comienza apenas ingresan a la Maternidad:
–Llegás a la mesa de entrada, a la guardia, te dan la ficha... te preguntan para qué... a veces te dan el turno, a veces el de guardia está en el bar o durmiendo y tenés que esperar... a veces te vas sin tu ficha a la sala de parto y la partera la encontrás con todo su día... con toda su idiotez y te hace bajar para que la busques... tenés que bajar la escalera con el trabajo de parto que no aguantás más –relató una de las mujeres que participaron de los grupos focales.
Otro hecho considerado violento por las parturientas es el de “compartir la cama”: –Una noche entró de urgencia una chica, la pusieron en mi cama... era de Amaicha, volaba de fiebre, me enojé mucho porque tenía fiebre... yo llamaba a la enfermera, me cansé de llamarla, pero no venía... por conciencia y por humanidad le di mi cama. Esa noche no pude dormir, me la pasé sentada. Nadie podía dormir de costado en las camas rechiquitas -relató otra mujer.
La relación entre las pacientes y el personal médico se caracteriza por “la falta de diálogo, por la asimetría, por el reforzamiento del poder médico”, señala el estudio, realizado desde la ONG Nueva Ciudadanía. Estos vínculos no dan lugar a la retroalimentación, ni a un reconocimiento de las necesidades cotidianas que tienen las mujeres. Las mujeres son miradas desde una concepción de “género convencional” como meros sujetos “biológicos”, apuntan las investigadoras. Un cartel colgado en una de las paredes de la Maternidad reafirma esta concepción. “A cada cual le toca su TE-TI/ La vaca alimenta al ternero/ La yegua al potrillo/ Y la mujer al bebé”. Otro cartel señala: “De la fábrica... al consumidor”. En este texto, hay una imagen de una mamá que representa la “fábrica” de lácteos y un “bebé” en posición de consumidor.
Las investigadoras destacan que cuando se le pregunta a una usuaria de la Maternidad qué médico la atendió, no sabe contestar. “No me mira”, “no me escucha”, “no me explica”, dijeron las mujeres sobre los médicos que las atienden. “Acá se las trata como un número”, reconoció una asistente social. Esta situación fue revertida en uno de los servicios en donde se identifica a las mujeres que se atienden por su nombre, destaca el estudio, pero se trata de “la estrategia de un servicio y no de una política consensuada en la institución, ni de una necesidad de los Equipos de Salud”.
“Bien que te gustó”
La violencia verbal de parte del equipo médico no es inusual y se ejerce especialmente con madres-niñas y jóvenes y con mujeres de edad adulta, describe la investigación. Para las mujeres entrevistadas, se trata de una forma de castigo. Son corrientes frases del tipo: “abrí las piernas y callate... bien que te gustó”; “lo hubieras pensado antes”; o “eh, sucia, andá a bañarte que tenés olor...”.
Una mujer recordó:
–Yo era madre soltera, era un embarazo no deseado, no sabía qué hacer, estaba sola, preocupada, y las enfermeras te machacaban y ‘si te ha gustao no te vengas a quejar’. Yo me imaginaba que iba a estar sola, que me iban a maltratar.
Otra situación consideraba violenta por las usuarias de la Maternidad es el régimen de visitas, que es de 11 a 15. Durante ese horario las mujeres están acompañadas por sus familias, pero, fuera de él, están solas. Es decir –dice la investigación–, si una mamá se interna a las 16 horas de un día, sus familiares podrán conocer sobre su estado de salud y/o si se ha producido el parto, recién al otro día a las 11.
–Lo feo es sentirse sola, es muy feo, uno necesita del otro, de la familia –confió una mujer.
–Se siente angustia de no tener a nadie... uno se siente abandonado -apuntó otra.
Una obstétrica admitió la existencia de abuso físico en la forma de “manoseo” sobre todo a pacientes jóvenes.
–Yo iba con miedo, era primeriza, me pusieron en una cama con goteo, todas las mujeres que iban llegando iban pariendo, yo veía todo. Los médicos y practicantes pasaban y enfrente mío, delante de mí, uno le cacheteó la pierna a una mujer y le metió la mano entera... no grites ... y le cacheteaba la pierna. Yo estaba muda, no me movía, quietita –relató una mujer en un grupo focal.
La violencia ejercida en diversas formas, descriptas por las mujeres atendidas en la Maternidad, coincide con la impresión que se llevaron estudiantes de Medicina que hicieron sus prácticas en 2003. Una médica de la institución los encuestó y entre sus respuestas aparecen las siguientes afirmaciones:
- “Es sucia. Me dejó la imagen de lo que no hay que hacer”.
- “El ambiente es hostil”.
- “La actividad que realizamos es buena pero maltrata mucho a las pacientes”.
- El maltrato que se brinda a las pacientes es injustificable”.
- La sobresaturación de la sala de partos hace que la atención no sea adecuada”.
- “Aprendí mucho en Obstetricia, pero me dolió ver cómo los médicos insultan, gritan y se burlan de las pacientes porque no los filman, nadie los controla”.
- “Deben humanizar a los residentes en el trato a las parturientas, ya que en la mayoría de los casos fue muy malo, llegando a tal punto que deben plantearse si realmente alguna vez atenderían así a algún familiar suyo”.
- “Aquí se hace mala praxis, nos enseñaron lo que no hay que hacer”.

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