SOCIEDAD › DECLARO EL ABOGADO QUE MATO A UN TRANSEUNTE EN EL MICROCENTRO, Y CONTINUA DETENIDO
Silvio Martinero, ex militar, mencionado en el caso del Triple Crimen de General Rodríguez, declaró ayer en la indagatoria por el crimen del cerrajero Daniel De Negris. Martinero dijo que tiró para defender su vida. No concuerda con un video.
› Por Horacio Cecchi
Silvio Guillermo Martinero pasó de un segundo plano borroso y sin memoria a la primerísima plana de los medios por haber matado en pleno microcentro y en un horario atestado de posibles enemigos, a Daniel De Negris, con su Glock .40, fabricada con el propósito de matar y portada cargada con el mismo motivo. Ayer, Martinero declaró al juez de instrucción Luis Zelaya que le pusieron un arma en el cuello y luego en la cintura, y que creía que le “gatillaron sin que saliera la bala”. Como justificación de haber empezado a los tiros en plena calle sostuvo que el asalto tuvo lugar “en la vereda”. “Quitarle la vida y dejarlo así, ¡por Dios! Pasó, lo vio, lo ignoró y después volvió a pasar e hizo lo mismo”, balbuceó la esposa de De Negris. Miguel, hermano de la víctima, sostuvo que “yo no sé cuántas balas disparó, eso no es defensa propia. El dinero no vale una vida”. En otra dirección, elipsis mediante sobre la Glock, el cuñado de Martinero, Gastón Rubio, afirmó que “si no hubiese existido este robo, estos dos motochorros, nada de esto hubiera pasado.”
Zelaya analiza los videos de seguridad de la zona, uno de ellos viralizado en los medios y en el que no parece quedar bien parado el detenido. Pese a la pretensión del abogado de Martinero, Leonardo Rombolá, de instalar el caso en una legítima defensa, el juez analiza imputarle homicidio simple, porque a esa hora en la calle debía figurarse el resultado, y portación ilegal de arma de fuego ya que sus credenciales, según fuentes judiciales, están vencidas desde octubre pasado. Según Martinero, no se las renovaron porque en el Renar estaban cambiando las autoridades y le recomendaron pagar la multa.
El abogado Rombolá dio a la prensa la versión sobre la declaración de su cliente. “Se defendió por instinto, no se representó que podía matar a alguien.” Según Rombolá, Martinero contó que le apoyaron una pistola 9 milímetros que se encontraba en un estado muy irregular y que cuando gatillaron el disparo no salió. “Entonces él empieza a hacer los disparos a unos dos o tres metros hasta unos ocho o diez metros. Esos son todos los disparos que se producen, es una ráfaga.”
Dijo que cuando a Martinero le preguntaron en el juzgado si se representó que podía matar a alguien, respondió que “hay que vivenciar una situación extrema de tener un arma apoyada sobre el cuerpo de uno y con el peligro de que te digan ‘te voy a quemar, te voy a quemar’”. Una vez más, elipsis sobre la decisión de colgarse una Glock cargada en la tranquilidad de la mañana, un rato antes de salir de la casa en dirección, no al desierto de Kalahari, sino al microcentro.
De todos modos, para Rombolá, lo más importante en la indagatoria tuvo lugar cuando le preguntaron sobre el campo visual del que disponía antes de disparar. “El objetivo que me iba a matar”, respondió Martinero según su abogado. “Esa es una reacción típica de una persona que está entrenada y que su instinto fue defenderse”, señaló Rombolá.
El abogado continuó la descripción de lo sucedido. “No toma magnitud de lo que sucede, sale boleado, dice que estaba en estado de shock después de los disparos –curioso entrenamiento–. El dice ‘arma que se saca es arma para defenderse’, pero cuando ya no tenía más que defenderse porque el motochorro se va, él enfunda y sale a buscar a la moto. El no ve a la persona y toma conocimiento por el oficial preventor que lo detuvo y ahí rompe en un llanto.”
La versión policial no coincide con el relato. Según los uniformados, fue Martinero quien avisó que le había dado a uno de los ladrones.
Las imágenes del video que se viralizaron tampoco acompañaron la descripción del abogado. El momento en que supuestamente lo iban a matar (no se probó que estuvieran armados) según la declaración de Martinero es anterior, cuando presuntamente jalan el gatillo en falso contra su cuerpo. Claramente en la imagen se observa que el disparo de Martinero (no se sabe si el primero o cuál) que impacta en la espalda del transeúnte está en línea con la pareja que ya huye en moto y el malogrado cerrajero, al menos 6 segundos después del arrebato. Más de veinte segundos después, se lo ve a Martinero pasar corriendo junto al cuerpo de De Negris, aminorar su carrera sin detenerse, mirarlo y volver a correr, tal como balbuceó la esposa del cerrajero a los medios.
Lo que lleva a dos preguntas: si estaba entrenado, ¿debería considerarse como una acción militar, donde no se pierde de vista el objetivo, pese a las muertes civiles, consideradas como daños colaterales?, ¿o el entrenamiento no fue tal como para evitar salir en shock y disparar sin noción de lo que hacía con un arma semiautomática potentísima? Respuestas que seguramente abordará la estrategia defensista. De todos modos, ninguna de estas preguntas avanza sobre una cuestión que los investigadores tienen en cuenta: el momento en que cargó el arma, ¿se figuraba lo que en ese momento era potencial (podría suceder) y luego sucedió? De hecho, el propio ministro de Justicia, Germán Garavano, sostuvo que “estoy en contra de la portación, vamos a proseguir con la política del desarme implementada por el Renar, restringiendo las portaciones de armas y avanzando hacia sociedades más pacíficas, donde la Justicia dé respuestas contundentes a aquellas personas que violan la ley”.
Para agregar más curiosidades, según Rombolá, en la indagatoria consultaron a Martinero sobre su capacitación con armas, y explicó que fue entrenado con objetivos móviles y la posición para disparar. Pero cuando le preguntaron si tuvo en cuenta ese entrenamiento, respondió que “en esa situación hay gente que se orina, yo lo único que atiné fue a defender mi vida, ¿usted se piensa que voy a poner rodilla en tierra, que me voy a acordar en ese momento de todos los conocimientos que tengo? Directamente intenté salvar mi vida y disparé”.
Hubo espacio también para que el abogado asegurara que Martinero “lloró delante del juez y explicó que no va a poder vivir con esta carga que tiene, está arrepentido”. Un rato antes, la escribana María Rubio, esposa de Martinero, había dicho que “lamento mucho lo ocurrido” pero no le pedirá “perdón” a la familia de De Negris porque fue “un caso fortuito”. Daños colaterales. Ciertamente fortuito, podría haberle tocado a cualquiera.
También dijo que la documentación del arma no estaba vencida. Rombolá, en cambio, reconoció que “estaba vencida por una cuestión administrativa” porque en octubre tenía que renovarla pero había renunciado el director y “le dijeron que ‘hasta dentro de un año tiene tiempo, pague la multa porque nosotros no le podemos hacer en este momento la renovación”. Políticas administrativas de desarme.
Al margen de todo, o como soporte de todo, el periodismo en general describió el crimen de una persona con un arma de guerra como un caso de mala puntería que le tocó en suerte a un “inocente”, lo que sin hilar demasiado fino es lo mismo que aplaudir si hubiera dado en el blanco deseado y garantizar que sigan ocurriendo casos “fortuitos”. Cultura del castigo cueste lo que cueste.
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