SOCIEDAD
› ANALIZAN LA CLAUSURA DEL BOLICHE DONDE UN CHICO APUÑALO A OTRO
El Teatro con entrada abierta a menores
El caso del chico de 17 años que acuchilló a otro de 20 por una chica, también de 17, desnudó la habitual presencia de menores en las discos en horarios prohibidos. Las excusas de los dueños. Las dificultades en los controles. La historia de Tumbita, el adolescente que mató por celos en Colegiales.
En la Ciudad de Buenos Aires, los menores de 18 tienen prohibida la entrada a las discos. Por esa misma razón, el boliche de Colegiales que el sábado a la noche se trasformó en un escenario del infierno podría ser clausurado. Esa noche, en El Teatro hubo al menos dos menores, el autor de las cuchilladas que terminaron matando a Federico Medina. Y además estaba su novia, también de 17 años. La Subsecretaría de Control Comunal acaba de encuadrar la presencia de esos menores como una contravención, una infracción lo suficientemente grave como para que la Justicia porteña solicite la clausura. En tanto, el joven autor de la muerte está preso. Se entregó el domingo a la noche. Los investigadores ahora creen que no entró al boliche con el cuchillo; lo habría recogido en una de las barras.
El caso de la riña entre adolescentes en la disco alentó un debate sobre la presencia de los menores en los boliches. El presidente de la Cámara Empresaria de Discotecas de la Ciudad, Daniel Vázquez, reconoció ayer que los controles son casi imposibles, aunque endilgó la culpa a los propios chicos: “No es fácil controlar el acceso de menores –decía– porque muchos falsifican el documento y el aspecto físico”. El Gobierno de la Ciudad tampoco había detectado esa situación en los últimos controles a El Teatro. Fabiana Fiszbin, subsecretaria de control comunal de la ciudad, le aseguró a este diario que la comuna hace dos o tres inspecciones por fin de semana en toda la ciudad. No pueden hacer controles más generales, porque –según dijo– cada inspección les lleva toda la noche: “Tenemos que estar desde que abren hasta el cierre para chequear cada uno de los aspectos”.
Después de tres allanamientos en la casa de sus padres, de una abuela y en lo de su novia, en Villa Urquiza y Villa Crespo, el autor de la muerte en la disco terminó entregándose. El domingo a las once de la noche, Tumbita se presentó con su abogado en la comisaría 37ª. “En ese momento rompió en llanto –dice uno de los investigadores–, hasta esa ahora estaba bajo la excitación de la muerte, pero en ese instante se quebró.”
El sábado a la noche había llegado con un grupo de amigos a la disco de Colegiales. Estuvo con ellos hasta a las 4.50 de la mañana, cuando estableció un duelo por celos contra Federico Medina, uno de esos amigos. Tumbita lo golpeó convencido de que Federico le quería arrebatar a su novia. Primero se trenzaron con los puños, después sacó un cuchillo y le provocó tres heridas, una de ellas mortal.
El capítulo del cuchillo y su procedencia ayer abrió un debate. ¿Por qué los dueños de El Teatro no lo detectaron en la entrada? Fabiana Fiszbin aseguró que todas las discos tienen que tener un detector de metales. De acuerdo a los informes de la UPI, Unidad Polivalente de Inspección comunal, El Teatro había pasado con éxito la última inspección hace “dos o tres semanas”, según Fiszbin. En esa oportunidad, los inspectores certificaron la existencia del detector. Otras consultas indicaron que se trataría de un detector manual. Si descubre que el chico entró con un cuchillo, la Ciudad tendría que replantearse la eficacia: “Habrá que evaluar –dijo Fiszbin– si un arma así o más chiquita se detecta sólo con un detector manual”.
Aunque esa discusión seguirá vigente, los avances en la causa arrojaban datos nuevos sobre las incógnitas del arma. Una de las hipótesis en danza indica que el cuchillo no entró con Tumbita. Para las fuentes policiales, podría ser uno de los que se usan en la barra para cortar limones. El cuchillo secuestrado en la pista tendría esas características. Aun así, todavía no se sabe si es el arma homicida: “No lo sabemos –explicó la fuente–, pero las heridas se hicieron con un elemento cortante que puede llegar a ser un cuchillo”. Quien lo usó necesitaba “saber usarlo, conocer las zonas vitales y ser lo suficientemente fuerte como para matarlo”, indicaron. Tumbita reuniría algunas de esas características. Flaco, alto, a los 17 años había alcanzado la categoría de cinturón negro de Taekwondo. Al parecer, esa noche no consumió ni drogas ni alcohol, como tampoco lo habría hecho su amigo: “Los dos eran deportistas –explica la misma fuentede la instrucción–, uno hacía Taekwondo y el otro jugaba en un equipo de fútbol no profesional derivado de River”.
Durante los allanamientos aparecieron otros aspectos de la historia de Tumbita, hijo de padres de clase media, separados, sin antecedentes penales. Estaba a punto de comenzar la universidad y poseía una colección de cartas de amor de una de sus viejas novias. Los investigadores encontraron en las cartas pistas sobre lo que definen como el móvil del crimen: “A esta altura –dicen–, el móvil está perfectamente claro, exceso de violencia, una pasión que derivó en la locura, exageradamente celoso”. En unos días las pericias psicológicas deberían determinar si hubo “conciencia de la criminalidad”. Los investigadores suponen que no la hubo. Pero esa situación cambiaría si se comprueba que el cuchillo entró a la disco con él: existiría la premeditación como agravante.
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