Dom 04.01.2004

SOCIEDAD  › EL BALNEARIO QUE MAS CRECIO EN EL ULTIMO AÑO

La explosión de las Pampas

A ocho kilómetros de Villa Gesell, Mar de las Pampas creció de manera explosiva en el último año. Un grupo de comerciantes intenta evitar que el crecimiento lo degrade: se enfrentan a quien quiere cortar un árbol o poner un nuevo balneario.

› Por Andrea Ferrari

Desde Mar de las Pampas

En Mar de las Pampas dicen que se fueron los colibríes, asustados por tanta sierra y tanto martillazo. O tal vez se desubicaron, porque cualquiera que no haya estado por más de dos años en este balneario puede sentir hoy que no lo conoce. Junto con el vecino Mar Azul, experimentó un insólito crecimiento, el mayor de la costa: centenares de obras modificaron su paisaje. Apenas cuatro años atrás, Mar de las Pampas podía alojar a unas 200 personas: hoy tiene lugar para 3000. Ante una temporada que promete batir records, muchos se frotan las manos y planean expansiones. Pero al mismo tiempo, un grupo de comerciantes da batalla para evitar que el lugar pierda su encanto: buscan cuidar el bosque, el silencio y las playas salvajes de quienes pretenden avanzar sobre ellos. Dicen que no quieren empresas grandes ni locales ruidosos. Y hasta mandan a sus hijos a hacer encuestas playeras entre los turistas para saber lo que les gusta y lo que no quieren que cambie en este lugar.
“Ciento por ciento”, dice Eliana, de la inmobiliaria Manrique, cuando se le pregunta el índice de ocupación para enero. Ellos mismos están sorprendidos. “En 2002 los alquileres para el verano empezaron en el fin de semana largo del 12 de octubre. Pero este año en agosto ya teníamos gente alquilando. Para febrero tenemos un 60 por ciento ocupado.” A las casas y complejos de cabañas que brotaron como hongos también se sumaron tres nuevas galerías comerciales.
Aun con este crecimiento vertiginoso, Mar de las Pampas sigue marcando un fuerte contraste con Villa Gesell, a sólo ocho kilómetros de aquí. Ni un gramo de asfalto, mucho bosque y poco ruido: no hay discotecas ni jueguitos electrónicos. Un estricto código de zonificación limita la altura de las construcciones y los rubros que pueden instalarse. Hay un único balneario y muchos empeñados en que siga así.
Entre ellos está Liliana Muñoz, dueña del restaurante Cabaña Huinca y tesorera de la Asociación de Emprendedores Turísticos de Mar de las Pampas, una institución que tiene personería jurídica hace poco más de un año y se propone preservar la naturaleza tal como está: “Que no se tale indiscriminadamente, que no se construya más de lo permitido, que no se superen las alturas previstas”, dice. Cuando oyen el ruido de una motosierra, la gente de AET sale corriendo. “Una vez –cuenta Liliana– nos pusimos alrededor de una lambertiana para evitar que la tiraran quienes construían un hotel y lo logramos.”
También se opusieron a la licitación de un nuevo balneario lanzada por la Municipalidad de Villa Gesell y junto con la Sociedad de Fomento lograron frenarla. “Haciendo un análisis de las playas vecinas vemos que se están achicando –explica Muñoz–. Se hizo un estudio: lo que hace el mar es tirar arena y cuando la necesita la saca. Lo que encuentra en el camino es un estorbo y va modificando la playa. El proyecto que había era el de un balneario con boca náutica, pileta, etc. No queremos eso. Hasta ahora nadie presentó un proyecto que se pueda quitar en el invierno, algo que cuide la playa.”
Dicen ellos que tampoco los visitantes habituales de Mar de las Pampas quieren eso. Y lo saben porque suelen hacer encuestas en verano: “Van nuestros hijos, con remeras de la asociación y preguntan. La gente dice que no quiere nada bailable, nada ruidoso. Y tampoco otro balneario”.
Pero si algo perturba el silencio del bosque en Mar de las Pampas es la actividad de las construcciones, en cantidades sorprendentes: este año hubo más de doscientas obras. “Molesta un poco a los turistas la cantidad de obras que no se terminaron, y hacen ruido –admite Anna Bianco, dueña del restaurante Amorinda y presidenta de AET–. Pero en líneas generales estamos conformes con el crecimiento del lugar. Hay veces que la gente termina construyendo uno al lado del otro porque los terrenos tienen 15 por 30 o 15 por 45. Pero la zonificación es muy buena y va a quedar un 70 por ciento del bosque. Acá en cada manzana hay 2 o 3 cul de sac y alrededor de ellos hay un espacio verde: eso es intocable.”
Una característica del lugar es que la mayoría de los emprendimientos son iniciativas pequeñas y familiares. Los restaurantes suelen ser atendidos por sus propios dueños, al igual que los complejos de cabañas. Y no hay grandes proyectos: cada complejo tiene ocho o diez cabañas y la única hostería cuenta con 18 habitaciones. La altura máxima de construcción es doce metros. “Queremos conservar el encanto. No queremos tener empresas grandes. El turista que viene acá busca eso”, dice Bianco.
De todas formas, ya no queda demasiado espacio para el crecimiento: en las zonas aptas para el comercio y la hotelería hay pocos terrenos sin explotar. Y no es que sean baratos: un lote para vivienda unifamiliar se cotiza entre 10 y 20 mil dólares; uno comercial sube hasta los 50 o 60 mil. Son precios que en dos años aumentaron un 50 por ciento. También subieron los alquileres: esta temporada están aproximadamente un 20 por ciento más caros que la anterior: por una quincena una casa de dos dormitorios puede cobrarse entre 1900 y 4000 pesos.
No son pocos los que se quejan de los aumentos. “Algunos hablan de especulación –dice Jorge Siempris, jefe de Turismo de la Municipalidad de Villa Gesell–. Yo en particular entiendo que el nivel de incremento en los costos de los materiales no tiene nada que ver con el Indec. La primera especulación, si la hay, la hicieron los proveedores, con aumentos abismales. Es casi imposible no trasladarlos.” Pero también hay mucho nuevo: “Entre Mar Azul y Mar de las Pampas hay 34 complejos de cabañas que no estaban en el mercado la temporada pasada y que se esforzaron por prestar servicios que antes no había. Entonces es difícil comparar estos precios”, agrega.
Algunos dicen que no variaron su lista del año pasado. Como Dardo Silva, el dueño de Viejos Tiempos, un lugar que hace honor a su nombre: es lo más antiguo del balneario. Cuando Silva llegó aquí, hace 17 años, había apenas seis familias y ni siquiera tenían tendido eléctrico. Este ex reportero gráfico puso una confitería a la que gente de otras playas solía venir a tomar el té en tazas antiguas.
Ahora también tiene restaurante y un gran jardín. Silva se queja de que en algunos lugares “construyen tan encimado que parece un conventillo”, aunque en general está bastante conforme con la manera en que se dio el crecimiento. “Pero desaparecieron los colibríes. En mi jardín había muchos, más de 30 y a la gente le gustaban. Ahora no hay ninguno, por el ruido de las obras. Quizá vuelvan –se esperanza–, cuando termine esta fiebre.”

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