SOCIEDAD › OPINIóN
› Por Sergio Bergman *
Inscribir la política de Estado de Ambiente y Desarrollo Sustentable como política de Derechos Humanos es parte de un cambio convergente, tanto en la visión de ambiente como en la de derechos humanos.
Un ambiente, que ya no es medio ambiente sino una visión holística integral donde el ser humano y su entorno –natural como animal– es una unidad indivisible que afirma que la política de Estado ya no puede ser verde sino fundamentalmente social. Porque donde lo humano se degrada, se degrada el ambiente; y solo cuando se dignifica lo humano se preserva y cuida la casa común que todos habitamos y de la que formamos parte.
Nuestra participación responsable en cuidar el ambiente es una acción reparadora del daño ya ocasionado por negligencia y también es acción de compromiso y trascendencia para dejarles a futuras generaciones el mismo derecho que nosotros gozamos: el de un ambiente habitable, aun cuando seguimos desafiados a que sea sustentable.
Cuando el eje de la sustentabilidad ya no es solo material, la piedra angular de este principio se fija en lo humano, que en su ciencia con conciencia debe preservarse a sí mismo de lo que la humanidad degrada –como depredadora irresponsable– y debe asegurar a la familia universal, que es ni más ni menos que nuestra propia viabilidad y la del planeta.
Una política de Estado en Derechos Humanos que hace eje en el ambiente y desarrollo sustentable no omite aquellos derechos que con tanto dolor y sangre nos costó a todos los argentinos recuperar. Pero así como debemos preservar el ambiente, debemos hacerlo con la visión humanista integral, universal e inclusiva de Derechos Humanos, que está definida ya no por militancias o ideologías partidarias sino por el valor plural, universal y digno que nuestra ley establece en la Constitución Nacional. Así como en la reforma del 94, que los asumió como derechos constitucionales, que no deben ser militados ni reivindicados, sino asumidos y cumplidos por todos, para todos y a nombre de todos, dándonos crédito como sociedad que repara su historia; haciendo memoria y revelando toda la verdad –que ya no es relato sino dolor compartido por lo que nos hicimos como cuerpo social cuando no pudimos contener el odio–. Aún buscamos la reconciliación y pacificación que solo es posible con toda la verdad: aquella que no admite medias verdades que son mentiras; para que la verdad, la memoria y la justicia nos permitan vivir en paz.
Pero Derechos Humanos en la ley de la Constitución no solo remite a los profanados en el pasado, que nunca olvidaremos. Se trata de asumir los pendientes del presente, que, entre otros, incluimos a los que son agenda de Ambiente.
Ambiente como derecho humano es desarrollo sustentable de la dignidad de todos y cada uno de los habitantes que deben tener acceso al agua potable, al servicio de cloacas, al techo, la salud, la educación, al trabajo y al pan de cada día; para que se nos sea dado hoy, ya no por un Estado asistencialista crónico que somete y multiplica pobres para dominarlos en demagogia o populismo de quererlos tanto para que nunca dejen de serlo, sino de un Estado presente que acompaña, sostiene y atiende a los que menos tienen para que por sí mismos puedan hacer un futuro mejor. Un futuro que comienza en este presente donde asumimos como política de Estado que tanto ambiente sano y equilibrado como desarrollo sustentable son derechos humanos del próximo siglo de ser independientes.
* Ministro de Ambiente y Desarrollo Sustentable de la Nación.
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