Jue 14.07.2016

SOCIEDAD  › OPINIóN

No son problemas menores

› Por Eleonor Faur *

Podrá parecer exagerado, pero estoy convencida de que la educación sexual integral contribuye a la inclusión social y la reducción de la pobreza. Algo similar señalaron las Naciones Unidas en los Objetivos de De- sarrollo Sostenible aprobados en 2015. Instaron a garantizar que “para el año 2030 (…) que todos los alumnos adquieran los conocimientos y habilidades necesarias para el desarrollo sostenible (…), a través de la educación para (…) los derechos humanos, la igualdad de género, la promoción de una cultura de la paz y la no violencia”. La educación sexual integral desarrolla capacidades, promueve relaciones libres de discriminación y violencia, tiende a superar profundas desigualdades de género; y, en el largo plazo, previene embarazos en edades tempranas y abusos contra niños, niñas y adolescentes.

El programa de Argentina se constituyó como un modelo en la región y en el mundo. Y uno de los logros más resaltados ha sido el desarrollo de materiales y metodologías de formación docente, indispensable para avanzar en esta transformación cultural. De eso se trató una de las estrategias más exitosas implementadas por el Programa ESI entre 2008 y 2015. Una estrategia que hoy se encuentra en riesgo.

La mayoría de los más de 100.000 docentes capacitados desarrollaron un grado de compromiso que antes no tenían. En una encuesta representativa, el 60 por ciento refirió haber modificado entre “mucho y bastante” su planificación áulica, y utilizar las normativas y materiales desarrolladas como parte de las estrategias de implementación de la ESI. La investigación cualitativa refleja esta apertura: “Algo cambió en mí. Es la primera vez que después de un curso me interesa transferir lo aprendido a la escuela en forma veraz”, eran algunos de los conceptos que se multiplicaban al finalizar los talleres y que hacen parte de la evaluación del proceso formativo que desarrollamos junto con dos investigadoras del Conicet.

Quienes pasaron por la capacitación y la multiplicaron entre sus pares muestran una mayor conciencia de que la sexualidad es una cuestión que irrumpe en la escuela de manera cotidiana; y que es parte de la función educativa sustituir el silencio y el “de eso no se habla” por la escucha y la orientación; los prejuicios por la información científica, responder a preguntas y situaciones más allá de la incomodidad que puedan generar, y que hay metodologías y herramientas acordes con el marco legal vigente y los contenidos curriculares básicos.

Los cambios culturales requieren profundizarse, dar continuidad y ampliar el trabajo realizado hasta el momento. Reducir el personal y desfinanciar el programa sería un grave error. Los cambios se reflejarán en el mediano y largo plazo, como sucedió en el Reino Unido o en Finlandia, cuando decidieron disminuir los embarazos tempranos y apostaron a la educación sexual. Es necesario alcanzar las 50.000 escuelas del país, y es en el plano de las decisiones políticas en donde se definirá el futuro de más de 11 millones de niños, niñas y adolescentes que asisten a la escuela.

* Socióloga. Investigadora IDES, profesora Idaes-Unsam.

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