Lun 23.02.2004

SOCIEDAD

Una enzima de los vampiros para la cura del accidente cerebrovascular

Es una enzima que usan esos murciélagos para evitar que la sangre coagule. Podría usarse para disolver un coágulo alojado en el cerebro.

› Por Pedro Lipcovich

La reivindicación de los vampiros está en marcha: una enzima contenida en la saliva de estos simpáticos murciélagos empezó a ser ensayada en Estados Unidos para combatir los efectos del temible accidente cerebrovascular (ACV). Al murciélago hematófago le conviene disolver todo coágulo en la sangre de su presa para poder sorberla sin dificultades, y la enzima que le permite hacerlo podría disolver los coágulos que, cuando van a alojarse en los vasos sanguíneos del cerebro, lo dejan sin irrigación. El único medicamento aprobado hasta ahora tiene la limitación de que debe administrarse, en servicios especializados, no más de tres horas después del ACV, lo cual –por lo menos hasta que los vampiros empiecen a actuar– plantea un serio desafío a los sistemas de emergencia. En la ciudad de Buenos Aires, el centro de referencia está en el Hospital Ramos Mejía, que instruyó al personal del SAME para que, ante un probable caso de ACV, lleven inmediatamente al paciente a ese servicio. El ACV es la tercera causa de muerte y la primera causa de invalidez en la Argentina, lo cual se vincula con que “en nuestro país hay escaso control de la presión arterial, que es un factor principal de riesgo”, subrayó el jefe de un servicio especializado.
La investigación fue dirigida por Steven Warach –del Instituto Nacional de Desórdenes Neurológicos y Stroke, integrante de los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos– y dada a conocer en la 29ª Conferencia Internacional sobre Stroke, que finalizó la semana pasada en Estados Unidos. Se informó sobre los resultados de la “Fase 2” con seres humanos, destinada a evaluar la eficacia de un medicamento sobre una pequeña cantidad de personas.
Se utilizó la enzima “desmoteplasa”, aislada en la saliva del murciélago Desmodus rotundus: este pequeño vampiro –su cuerpo mide ocho centímetros; 40 centímetros abarcan sus alas extendidas– vive en América tropical, desde México hasta el norte argentino; se alimenta exclusivamente de sangre y necesita unos 50 gramos por día, que generalmente obtiene de vacas, caballos y burros; con sus afilados dientes abre una pequeña herida y absorbe la sangre que mana. Como cada comida le demanda más de 30 minutos, necesita evitar que la sangre se coagule y cierre la herida, como normalmente sucedería: consigue mantenerla fluida mediante la desmoteplasa, que digiere la fibrina que constituye los coágulos sanguíneos.
La experiencia comprendió a 104 pacientes que habían sufrido un accidente cerebrovascular entre tres y nueve horas antes. El sesenta por ciento de los que recibieron una dosis adecuada de la enzima se recuperaron satisfactoriamente del ACV en un lapso de tres meses. En el grupo de control, sólo el 22 por ciento llegó a recuperarse.
Especial importancia tiene el hecho de que el medicamento fue administrado a partir de las tres horas luego del ataque cerebral. El único medicamento actualmente en uso –llamado “activador tisular plasminógeno”– tiene una “ventana terapéutica” de sólo tres horas a partir del ACV: pasado ese lapso no puede utilizarse porque los riesgos de que produzca hemorragias intracraneales son superiores a los eventuales beneficios. Para recibir el tratamiento, el paciente debe ser internado en un servicio especializado, y de hecho son muy pocos los que son llevados a tiempo como para recibir la terapia, que además sólo es efectiva en una minoría de los casos.
La desmoteplasa, en cambio, –según los resultados presentados– tiende a provocar menos hemorragias cerebrales, lo cual daría la llave para ampliar la ventana terapéutica. “Hay pacientes a quienes podemos ayudar después de las tres horas y quizás aun después de las nueve horas del ataque”, se entusiasmó Warach.
Está por comenzar un nuevo ensayo clínico con similar cantidad de pacientes; antes de que las autoridades sanitarias consideren laposibilidad de aprobar el medicamento, los resultados deben corroborarse en pruebas clínicas con grupos mayores, lo cual demandará varios años.
“Rápido, al Ramos Mejía”
Entretanto, la única manera de salvar más vidas de personas que hayan sufrido ACV requiere ganar la carrera contra el tiempo planteada por la ventana terapéutica de tres horas. En la ciudad de Buenos Aires, el centro de referencia es la Unidad de ACV del Servicio de Neurología del Hospital Ramos Mejía, que atiende las 24 horas. Roberto Sica –jefe de ese servicio y profesor titular en la UBA– destacó que “el médico de la ambulancia e incluso el paramédico, si tienen la sospecha firme de que se trata de un ACV y si está dentro del período de ventana terapéutica, deben llevar el paciente a nuestro servicio en forma directa; sólo si ya pasó ese lapso pueden llevarlo al hospital más próximo, y así figura en un instructivo del SAME que hemos preparado en nuestro servicio”.
Sin embargo, Julio Salinas, director médico del SAME, precisó que “la conducta que prima entre nosotros es llevar el paciente al hospital más cercano para que allí, en consulta con el neurólogo y mediante tomografía, se evalúe si se trata de un ACV”. El funcionario admitió por otra parte que “el lugar de referencia para esta enfermedad es el servicio del Ramos Mejía”.
Desde ese servicio, Sica subrayó “la importancia de aprovechar cada minuto durante la ventana terapéutica: por eso, en nuestro hospital, el personal que toma la tomografía –necesaria para determinar si el paciente puede recibir el tratamiento– está entrenado para dar prioridad absoluta a estos pacientes; de todos modos, el proceso requiere 20 o 30 minutos hasta empezar la terapia con activador del plasminógeno; por eso –insistió el profesional–, el paciente con diagnóstico presuntivo de ACV debe ir directamente a un centro especializado.
Marcelo Merello, subjefe de neurología del Instituto Fleni, observó que “los pacientes con ACV que llegan dentro del período de ventana son muy pocos, quizás uno en cien”, y estimó “muy importante que los hospitales públicos cuenten con unidades de ACV: la persona que tiene un ACV en la vía pública, tenga o no cobertura médica privada, es trasladada a un hospital público y sólo allí tiene chances de ser atendida”.

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