Jue 01.04.2004

SOCIEDAD  › UN CASO DE SUSTRACCION INTERNACIONAL DE MENORES

Dos chicos volvieron a casa

El padre colombiano se los había llevado hace veintiún meses a Bogotá. Después de una ardua lucha, la madre consiguió la restitución con el patrocinio legal de un organismo porteño.

› Por Mariana Carbajal

La historia es desgarradora, pero tiene final feliz. Paula Danzinger todavía no lo cree. El 16 de marzo volvió a parir a sus hijos. Fue cuando se reencontró con ellos (uno tiene 10 años y el otro 11), en el aeropuerto de Bogotá, tras una batalla desesperada por recuperarlos. Hacía diez meses que no los veía y veintiuno que su marido, un periodista colombiano hijo de un diplomático de ese país, se los había llevado de la Argentina. Se trata del primer caso de restitución internacional de menores logrado con el patrocinio del Consejo de los Derechos del Niño, Niña y Adolescentes de la Ciudad de Buenos Aires. “Imaginate la felicidad que tengo. Si nueve meses atrás pensaba que había perdido a mis hijos, Dios me los devolvió”, dice conmovida.
En la pelea de Paula también jugaron un papel fundamental la Justicia argentina, la Cancillería y el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación. “Es un caso que ha demostrado, a pesar de su complejidad, que hay equipos técnicos muy solventes para proteger los derechos de los niños tanto en el Consejo como en la Cancillería”, comentó a Página/12 María Elena Naddeo, titular del organismo porteño.
Es emocionante escuchar a Paula recordar el momento del reencuentro: “Ibamos en el taxi y los chicos me miraban las manos, los ojos, me tocaban el pelo. Era como el reconocimiento de los cachorros a su mamá”, dice. La batalla por la recuperación de sus hijos la enfrentó en el marco de una crítica situación económica. De hecho, esta historia comenzó con la debacle financiera de la pareja. Hacía once años que Paula estaba casada con Juan S.C., un periodista colombiano radicado en Argentina, de 38 años. Vivían en Belgrano, en una casa alquilada. Pero a comienzos de 2002, cuando él llevaba dos años desempleado y empezaban a acumular deudas, le propuso irse a vivir a Bogotá, donde estaba su familia en una muy buena posición económica (su padre es diplomático) y podría conseguir un empleo. A ella la idea nunca la entusiasmó. No quería emigrar. Finalmente, acordaron que él viajara. Se fue en junio de 2002 y regresó al mes con la noticia de que ya tenía trabajo. La pareja entró en crisis, pero ella decidió apoyarlo. Resolvieron que él se fuera con los chicos y ella viajara al mes. Por esa razón, Paula firmó el permiso para que sus hijos pudieran salir del país. Pero cuando llegó a Bogotá las cosas no eran como él las había pintado. “No tenía trabajo”, recuerda. Al poco tiempo, Juan le planteó que quería divorciarse, le dijo que se volviera con los chicos. Pero ella –sin un peso– le propuso viajar sola primero, conseguir un empleo en Argentina y que él mandara los chicos en diciembre, cuando terminaran las clases en Colombia.
En medio de la crisis posdevaluación, a Paula le costó conseguir empleo. Llegó a caminar hasta cien cuadras por día vendiendo productos de limpieza. Pero cuando llegó diciembre, su marido empezó a alargar los plazos para mandar a los chicos. Hasta que dejó de atender los llamados de Paula. “Ahí me di cuenta de que me los quería quitar”, cuenta ella, y el recuerdo le humedece los ojos. Ahí también comenzó su desesperación. Era diciembre de 2002. “Consulté primero en Cancillería, pero me dijeron que el panorama para recuperarlos era difícil porque habían salido del país con un permiso.” Fue hasta la Procuración de la Ciudad y la derivaron al Consejo de los Derechos del Niño. Con el asesoramiento legal de Gustavo Gallo y Marina Martins, abogados del organismo, Paula inició su cruzada. Pero en su ansiedad por ver a sus hijos y creyendo que podría recuperarlos sola, desoyó el consejo de ambos letrados y se fue a Colombia con un pasaje que le dio Cancillería (con dinero de Desarrollo Social, del fondo creado para casos de restitución de hijos sustraídos al extranjero). “No queríamos que comenzara una causa legal en Colombia porque para la ley de ese país la patria potestad la tiene el padre”, observó Gallo ante Página/12. Paula estuvo cuatro meses en Bogotá. Trabajó de camarera 14 horas por día para poder mantenerse y en las dos horas libres del almuerzo comenzó a presentar denuncias. Pero todo fue infructuoso. Volvió con las manos vacías, sin haber podido ver casi a sus hijos. La última vez que los abrazó –antes del reencuentro– fue el 29 de mayo de 2003, el día del cumpleaños del mayor.
Al regresar, en julio de 2003, se reunió con los abogados del Consejo, quienes armaron una estrategia legal. “Planteamos que la mamá solo había firmado un permiso de viaje para los chicos, no de permanencia, y que todas las veces que se presentó a buscarlos le fueron negados”, explicó Gallo. En diciembre, el Juzgado Criminal Nº 28 firmó la orden de captura internacional contra Juan por “sustracción de menores de 10 años”, un delito que tiene penas de 10 a 15 años. A partir de esa medida, el padre de los chicos aceptó negociar. Finalmente, a comienzos de marzo, en el consulado argentino en Bogotá se firmó el acuerdo extrajudicial que selló la devolución de los chicos y otorgó la tenencia a la madre. En ese marco, el 16 de marzo Paula recibió a sus hijos de manos de la cónsul Laura Bernal en el aeropuerto de Bogotá. Ese día, los volvió a parir.

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