Dom 09.05.2004

SOCIEDAD  › EL INCREIBLE CRECIMIENTO ECONOMICO DE LA IGLESIA UNIVERSAL DEL REINO DE DIOS

El milagro del diezmo

La Iglesia Evangélica llegó al país desde Brasil en 1998. En ese momento, el patrimonio declarado era de 5,6 millones de pesos. En los cuatro años siguientes, los peores de la crisis, lo cuadruplicó. Sus ingresos se basan en las donaciones de sus fieles, la mayoría provenientes de sectores humildes. El eje de los sermones es la obligación bíblica de las ofrendas.

Por Alejandro Seselovsky

La inauguración de una catedral sobre la avenida Corrientes al 4000, cuyo predio fue adquirido en ocho millones de dólares, es algo más que un acontecimiento inmobiliario con impacto cultural sobre los vecinos de Almagro. Es, además, la expresión del enriquecimiento vertiginoso que la Iglesia Universal del Reino de Dios viene experimentando en el país: entre 1998 y 2002, tal vez los peores años de entre todos estos peores años de la Argentina, el patrimonio de la IURD se multiplicó por cuatro. El dato surge de los ejercicios contables que la propia Iglesia presentó ante el Estado y a los que este diario tuvo acceso.
Según el balance presentado en la Inspección General de Justicia (IGJ) con fecha 31 de agosto de 1998, número de expediente 03473, el patrimonio neto de la IURD a esa fecha era de 5,6 millones de pesos. Cuatro ejercicios después, en su balance de 2002 (Nº exp. 1.634.773), el patrimonio neto había alcanzado los 27,7 millones. Se trata de un crecimiento de, casi, el cuatrocientos por ciento.
Crecimiento que tiene lugar durante los mismos años en que el índice de población bajo la línea de pobreza del primer cordón del GBA subía del 21,7 por ciento (mayo del ’98) al 47,8 por ciento (mayo de 2002), según datos del Indec. Está claro que no se puede establecer un relación directa entre el empobrecimiento de los habitantes del GBA y el crecimiento económico de una Iglesia periférica en el mapa del culto nacional, sin embargo el cuadro sigue siendo curioso: una Iglesia que crece sostenida por el diezmo y las ofrendas de sus fieles (mayoritariamente las clases humildes) que simultáneamente se empobrecen.
Dios proveerá (en pesos)
Domingo 26 de abril, cerca de las 19. En una butaca del Templo de la Fe, como la Iglesia Universal bautizó a su nuevo edificio de la calle Corrientes, una señora de saco beige y pantalón negro se prepara para escuchar la palabra del pastor. Dice, la señora, en voz baja lo dice, que el pastor se llama Luciano y que está ungido con la gracia de Cristo. Ahí adelante, de cara a la platea, un señor de pelo negro y camisa con gemelos en los puños se hace entender en un portuñol más bien vociferado, un poco a los gritos. Habrá unas cien personas. El pastor levanta una mano al cielo, los gemelos le brillan en lo alto, después dice: “Usted puede dar cinco, usted puede dar cuatro pesos, tres pesos, dos pesos, un peso, una moneda, si usted trajo un sobre de diezmo, un sobre de ofrenda, salga de su lugar y ponga adentro de esta bolsa”. Y apenas termina de decirlo, arranca con una canción: “Yo hago todo lo que Dios me manda...”, entona.
Sobre el escenario hay un piano negro de cola que alguien hace sonar apenas escucha el canto del pastor. Después de algunas estrofas que hablan de obediencia y temor, el pastor pide silencio absoluto y pregunta: “¿Quién no tuvo nada para dar? Levanten la mano. En el nombre de Jesús, la próxima vez que yo pido ofrenda usted tendrá para dar. Y tendrá para dar mucho porque nuestro Dios es un Dios de grandeza, ¿amén?”.
Ahora el pastor pide que todos saquen la Biblia, que la abran en Malaquías, capítulo 3, versículo 10 y 11, y que lean con él: “Traed todos los diezmos al alfolí (...) Increparé también por vosotros al Devorador, y no os corromperá”. Todos cierran sus Biblias y el pastor, en un tono más reposado, como didáctico, explica: “Hay personas a las que todo les sale mal. Es el espíritu devorador. Entonces, la Biblia dice que los diezmistas tendrán la protección. El espíritu devorador no puede tocar a aquellos que son ¿qué?, diezmistas fieles a la casa de Dios. ¿Es una invención mía? ¿Es una invención de la Iglesia Universal? ¿No está acaso escrita en su Biblia? Entonces el próximo domingo usted va a presentar su diezmo, sudiezmo y también su ofrenda, ¿amén? ¿Quién no tiene aún su sobre? Levanten la mano, que los obreros le van a dar”.
La IURD llama “obreros” al pelotón de chicos y chicas vestidos de pantalón azul y camisa blanca que se quedan parados a un costadito esperando órdenes, en este caso la de repartir entre las filas unos sobres de papel con el dibujo de una balanza en el centro y una línea del libro de Job en el borde, dentro del cual los fieles deberán poner su dinero, el dinero que quieran darle a la Iglesia Universal.
La IURD casi no cuenta con otro financiamiento que no sea el diezmo y las ofrendas, que en los ejercicios contables están asentados como “donaciones”. Es decir, vive de lo que la gente que asiste a sus reuniones saca de su bolsillo o, como los pastores prefieren decir, de lo que sus feligreses sacrifican en el nombre de Jesús. En la historia contable de la Universal también hay un sostenido crecimiento del rubro “donaciones”. En 1998, la Iglesia recibió de sus diezmistas 10,9 millones de pesos. En 1999, 11,4 millones. En 2000, 14,3 millones. En 2001, 18,3 millones. Finalmente, en 2002, la Iglesia recibió diezmos y ofrendas por 19,2 millones que, por tratarse de una asociación civil con actividad religiosa, están exentos de cualquier carga impositiva.
Entre la fe y un 0 km
Ocurrió el 6 de julio de 2003, durante una colecta anual que la IURD denomina Campaña de Israel, en el viejo cine Iguazú de Lavalle 940, sede central de la Iglesia hasta la inauguración del nuevo Templo de la Fe. El pastor se paró frente a la platea y levantó un brazo para mostrar, bien en lo alto, sostenida en la punta de los dedos, una llave de esas un poco más largas y con la cabeza forrada en plástico negro, tan inconfundiblemente la llave de un automóvil. Con la llave bien arriba preguntó el pastor: “¿Quién quiere un cero kilómetro? ¿Quién quiere llevarse un auto nuevo, cero kilómetro, a estrenar?”. Y después agregó: “Para que la gracia de Dios se lo obsequie, mi amigo, usted debe primero sacrificar su auto usado. ¿Usted no cree que yo tengo un cero kilómetro esperando por usted, ah? Sí que está, mi amigo, ahí en la concesionaria, pero antes usted debe sacrificar. Si Dios no ve su sacrificio, Dios no recompensa”. La verdad, nadie fue a dejar las llaves de su auto sobre el altar y tal vez nadie lo haya hecho en las reuniones que siguieron. Lo cierto, lo indiscutiblemente cierto, es que en 1998 la IURD asentó rodados por un valor de 60 mil pesos. Y en 2002, por 721 mil. En cinco balances, el valor de sus automóviles creció once veces.
En la mayoría de los otros rubros se puede constatar un crecimiento similar, conforme crecen sus activos. En 1998, su gasto en publicidad y espacios en los medios fue de 3,7 millones de pesos. En 2002, de 8,2 millones. Entre un ejercicio contable y otro, además, el rubro deja de llamarse “publicidad” y pasa a llamarse “evangelización”. En una carta a sus afiliados incluida en la memoria de este último balance, la IURD lamenta “actitudes persecutorias de algunos medios de prensa últimamente”. En octubre de 2001, Telenoche Investiga había puesto al aire un trabajo donde, entre otras cosas, podía verse el polémico adiestramiento de los pastores de la Iglesia Universal.
La IURD también incrementó sensiblemente su gasto en materiales para realizar sus cultos: de cien mil pesos a 1,1 millón en cinco años.
Finalmente, y como cualquier estructura en franco crecimiento, el gasto en salarios también se disparó. La Iglesia Universal pasó de pagar sueldos por 380.000 pesos (1998) a 1,4 millón (2002).
Lo legal y lo legítimo
Técnicamente, el enriquecimiento de la IURD que proviene de las donaciones no configura un delito: ningún fiel es obligado a donar. Sin embargo, no toda legalidad supone siempre una legitimidad correlativa. “La idea de legitimidad es una construcción social en un momento de la historia; cada época produce cierta formas de la conciencia social que determinan un criterio de legitimidad. Antes de la separación de la Iglesia y el Estado, pedir dineros con argumentos metafísicos u ontológicos estaba legitimado. Hoy, en cambio, no parece”, dice Carlos Cárcova, director del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la Facultad de Derecho de la UBA y especialista en filosofía de derecho. “Ahora –continúa Cárcova–, si les prometen que Dios les va a dar un cero kilómetro si ellos donan su usado, entonces les están tendiendo una trampa.” Por último, Cárcova agrega: “Desde una perspectiva axiológica, si determinado tipo de enriquecimiento de un culto eventualmente explota mecanismos de ingenuidad o de falta de información no sólo actúa con dudosa legitimidad, sino también, eventualmente, con dudosa legalidad. Nadie les pone un revólver en la cabeza para que donen, cierto, pero podría haber un vicio en el contrato entre el fiel y su iglesia si es que hay una inducción abusiva por parte de quien solicita el aporte valiéndose de la ingenuidad, la inexperiencia o la credulidad”.
En la Iglesia Universal hay reuniones para todo. Los lunes se hace el encuentro de la prosperidad y la cadena empresarial, para los que padecen problemas financieros. Los martes, la reunión de sanidad, donde van los que quieren sacarse de encima desde una gripe hasta una esclerosis múltiple. Los miércoles es la reunión del Espíritu Santo, combustible de Dios, según los pastores. Los jueves se realiza el clamor por la familia. Los viernes es la reunión de la liberación espiritual. Y los sábados, la reunión de los casos imposibles y terapia del amor, para recomponer problemas de corazón. Los domingos, por último, se hace la tarde de los milagros con el camino de sal.
Cada reunión está acompañada de su fetiche sincrético que el visitante se llevará a su casa gratis y en dosis personales: un frasquito con aceite de la unción, un paquetito con sal gruesa bendecida, una sortija para afianzar el amor de pareja. Los obreros pasan entre la gente con las bandejas llenas de este cotillón y lo regalan. Desde las butacas, no hay quien no estire el brazo. Lo sorprendente, la verdad, sería que la IURD hubiera crecido. Bien visto, la mayoría de los que van a los cines restaurados de templos son humildes expulsados del mercado, espectadores del consumo pero no consumidores que, sin acceso a los shoppings, vienen por la opción low tech de la Iglesia Universal donde se encuentran con el show de Cristo, cantan canciones y encima se llevan un pack para salir de perdedores. Ir a la iglesia, entonces, es plan. O dicho de otra manera, la IURD es entertainment de clase.

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