SOCIEDAD
› LA PRIMERA MARCHA A UNA COMISARIA TRAS LA TOMA EN LA BOCA FUE SIN INCIDENTES
Ensayo general frente a la seccional
Los vecinos de Lanús anunciaron que reclamarían por una muerte ocurrida en un asalto. Enseguida, la comisaría fue vallada. Y a la familia la recibió el propio coordinador general de la policía. El comisario admitió que en el caso no se descarta la participación de un efectivo de la Bonaerense.
“¡Este tipo tiene que dar la cara! ¿Pero qué somos nosotros, delincuentes?”, se escuchaba anoche frente a la comisaría 1ª de Lanús. Los reclamos apuntaban a los jefes de la Bonaerense que estaban atrincherados dentro de la seccional, rodeados por un riguroso vallado instalado desde las cinco de la tarde: la hora en que los vecinos de Gerli anunciaban que marcharían hacia allí para reclamar el esclarecimiento del crimen de Miguel Angel Pérez, un hombre de 40 años fusilado el jueves pasado durante el asalto a una sucursal del Correo Argentino. La ira de los vecinos concentrados anoche frente a la comisaría intentó ser aplacada por el propio coordinador general de la policía, Héctor Iglesia, que decidió estar presente para evitar un desmadre, fuese de los vecinos, fuese de los policías. En el caso, no se descarta la participación de un agente de la Bonaerense.
Miguel Pérez era el padre barbudo de dos nenes de 13 y 11 años, y era apoderado de una administradora de taxis porteños. Lo mataron el jueves pasado cuando hacía un trámite en la sucursal del Correo Argentino de la avenida Pavón al 2300 en la localidad de Gerli, frontera entre Lanús y Avellaneda, al sur de la Ciudad de Buenos Aires.
“Fue exactamente así –dice el comisario Edgardo Budó, jefe de la 1ª de Lanús–: este muchacho se hizo matar.” Dos asaltantes entraron al local cuando Miguel hacía la cola. Adentro había sólo seis personas: tres clientes y tres empleados. Uno de los ladrones entró vestido con un uniforme de la Bonaerense, chaleco y una pistola 9mm. Las primeras versiones judiciales indicaban que el uniforme era un disfraz; sin embargo ayer el comisario Budó lo relativizó: “No podemos ni confirmarlo ni descartarlo –dijo–, se está investigando”.
La operación en la sucursal fue rápida, y tendía a terminar con el robo y nada más. Tras una orden, clientes y empleados quedaron echados en el piso boca abajo, mientras una cajera les extendía a los ladrones 1300 pesos del efectivo reunido. En la puerta los esperaba un Renault 12 anaranjado, preparado para la fuga. Además del auto estaba Marcela Moyoni, la mujer de Miguel. Según una de las versiones, Marcela se asomó a la puerta del local justo cuando los dos hombres terminaban las tratativas del robo: “Vio a todos agachados en el piso, Miguel le hizo una seña para que no entrara, pero en ese momento él se desesperó”, contó un vecino.
Uno de los hombres salió detrás de Marcela. Miguel levantó lo único que encontró a mano: “Tomó con sus manos una estructura de hierro usada para delimitar las filas –indicaron fuentes judiciales y policiales consultadas–, y con ese objeto lo golpeó”. El golpeado era el que estaba vestido de policía. Tras el impacto, cayó al piso un momento, pero se levantó y le pegó un disparo en el cuello.
“¡Esto no se lo merecía! ¡Esto no se lo merecía!”, susurraba anoche su madre, Rosa Mirensi de Pérez, una anciana de unos ochenta años, histórica vecina de Lanús. “Perdía sangre y la ambulancia ni siquiera llegó a tiempo.” La bala, según las pericias, es una 9mm. La causa está en manos del fiscal de Lomas de Zamora Oscar Acevedo. Los dos ladrones están prófugos y aún no han podido ser identificados.
Desde el jueves hasta el domingo, los familiares de Miguel estuvieron dedicados al funeral. Ayer a la mañana, en cambio, recorrieron los negocios de Gerli, pegaron volantes e invitaron a los vecinos para la concentración: “Nos juntamos por dos cosas”, le explicó a Página/12 Juan José, un vecino. “Queremos que se aclare la situación del uniformado: queremos saber si estaba disfrazado o no, porque la verdad es que hoy cualquiera lleva un uniforme.” El segundo punto no apuntaba a la investigación sino al reclamo de fondo por el que se movilizó el resto de los 150 vecinos. Con velas y pancartas con la pregunta “¿Quién nos defiende?”, hicieron blanco sobre los uniformados locales: “Para que no se repita hace falta que esta gente se ponga las pilas: ¿son policías o no son policías?”, protestaba Juan José. El ministro de Seguridad, León Arslanian, envió a Iglesia en el marco de su política de prevención de conflictos sociales. Ayer admitió que la toma de la seccional 24ª del barrio porteño de La Boca “sirvió de alerta para el gobierno provincial y a partir de ese hecho tomamos precauciones”. Dijo que en adelante “la actitud es la de preservar los tribunales, las comisarías y hacer una labor policial eficaz en la interlocución con los sectores que están protestando”.
Después de media hora de espera, Marcela se reunió con Iglesia y el comisario Budó. Poco después de las 20.15, la mujer de Miguel se paró frente a las vallas. “Por favor –dijo–, a la señora de pelo corto que estaba el otro día en el correo, y al señor de buzo blanco: les pido que vayan a declarar. Que vayan. Si no, (a los ladrones) no se los va a poder reconocer; no va a ser la policía los que tengan la culpa.”
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