Jue 05.08.2004

SOCIEDAD

En medio del dolor, en Asunción empieza a organizarse la protesta

Cientos de personas realizaron una vigilia frente al shopping de la tragedia para reclamar justicia. Otros ya piensan en formar una asociación de víctimas del siniestro. Todos siguen apuntando al dueño del lugar. Crónica de las quejas en el Barrio Trinidad.

Por Andrea Machain*
Desde Asunción

Varios centenares de personas, la mayoría del Barrio Trinidad, realizaron una vigilia frente al edificio del supermercado Ycuá Bolaños, que ya dejó un saldo de al menos 448 muertes y un número similar entre heridos y desaparecidos. El espectáculo es casi macabro. Desde afuera, el edificio no presenta grandes señales de la tragedia que se vivió hace apenas unas horas, con la excepción de la rotura de la entrada de vidrio y una pared vidriada en uno de los costados. En su interior, se ven rastros de humo y el incendio, pero nada que revele la magnitud de lo sucedido.
En una mezcla casi surrealista, entre cantos y rezos de resignación y dolor, surgían gritos y pedidos de justicia. Es la extraña combinación de sentimientos que embarga a muchos paraguayos. “Queremos justicia. Quienes permitieron esto son unos asesinos. El señor Paiva es un asesino”, dice Osmar, quien perdió a su tía Brígida, que llegó a hacer algunas compras, y tiene a su hermano, que trabajaba en la carnicería del supermercado, gravemente herido en el hospital de clínicas. Otro hermano y un sobrino, quienes también trabajaban en el supermercado, lograron salvarse. Osmar estuvo el domingo trabajando para rescatar a las víctimas. “Este señor estuvo más preocupado por quitar los maletines de dinero que en quedarse a ayudar a la gente. Es un cobarde. Dejó a la gente muriendo adentro. Ni a un animal se lo mata así. Por eso pedimos justicia. Tiene que pagar. Las puertas estuvieron cerradas hasta que los bomberos lograron abrirlas. Pero un guardia quería dispararnos cuando intentábamos abrir las puertas.”
“Hasta ayer estuve de luto. Hoy estoy en pie de guerra”, dice Roberto Almirón, director de la Clínica Médica Santa Bárbara, a solo tres cuadras del supermercado. El médico clínico hacía una clasificación de los que iban llegando a su clínica, que como otros muchos centros asistenciales privados abrieron las puertas para recibir a las víctimas.
Discriminando vivos y cadáveres, Roberto supo que entre los muertos estaban Eric, su hijo mayor, de 19 años, y la madre del joven, que no es su actual esposa, aclara. “Ese día pude contrastar lo que era la grandeza humana, los niños de la calle más humildes, que viven de la limosna de la gente, rompían los ventanales con palos y piedritas y arriesgaban sus vidas para salvar a los que podían, en contraste con la miseria humana, en la actitud mezquina que tuvo el dueño del supermercado al querer proteger lo material.” En el peor momento, la pequeña clínica llegó a atender a más de cincuenta víctimas. “Había gente en todos lados, en la recepción, en las oficinas, en los consultorios. Llegó un momento en que teníamos que turnar el uso de las máscaras de oxígeno.” La preocupación de Almirón ahora es formar una Asociación de Víctimas del Siniestro “para que los responsables de esta tragedia paguen por lo que hicieron y para que no vuelvan a ocurrir cosas como éstas”.
Ya solicitaron que en el lugar del supermercado se construya una plaza en memoria de las víctimas. Almirón describe lo que encontró al llegar al lugar del siniestro: “Era tétrico. Había gente con quemaduras de tercer grado. Algunas con paro cardiorrespiratorio. Cuerpos carbonizados en todos lados. Esta tragedia fue muy fulminante, la gente habrá fallecido en cuestión de diez o quince minutos”. Al mismo tiempo, Almirón aclara que no debería haber muerto ni el 10 por ciento si se hubiesen seguido las normas para prevención de incendios. “Es un acto criminal. Muchas de las personas que yo atendí murieron intoxicadas por monóxido de carbono. No estaban quemadas.”
“En un día vimos la cantidad de cadáveres que solemos ver en un año.” Luis Ayala, bombero voluntario desde hace 22 años (el Cuerpo de Bomberos de Paraguay tiene 25 años), fue uno de los primeros en llegar, apenas diez minutos después de que se produjo el incendio. “Nuestro primer trabajo fue hacer aberturas para quitar a la gente que quedó atrapada. Yo creí que sería un incendio común, pero la voracidad del fuego fue tal que en muy poco tiempo había una gran cantidad de muertos calcinados.” Luis Ayala confirmó que había signos de que las puertas estaban cerradas. “Al entrar a la rampa que conduce al estacionamiento nos encontramos con treinta cadáveres.” Luis fue uno de los más de ochocientos bomberos voluntarios que trabajó todo el día para intentar rescatar vivos de entre las llamas.
La fiscalía procesó a tres de los propietarios del supermercado por homicidio culposo y omisión de auxilio, incluyendo a Juan Pío Paiva y Víctor Daniel Paiva, a quien se atribuye haber dado la orden para el cierre de las puertas del local. “Innumerables testimonios nos han llegado en ese sentido, por eso la gravedad de la imputación”, señaló Edgar Sánchez, uno de los asistentes del equipo encabezado por Teresa Sosa. En cuanto a la dificultad de establecer con certeza el número de víctimas, Sánchez explicó que “las víctimas fueron trasladadas a distintos lugares. Estamos haciendo lo posible para unificar los datos en hospitales y en las morgues”. En cuanto a las labores realizadas por la fiscalía, que cuenta con cuatro meses para esclarecer lo sucedido, Sánchez relató que se habían iniciado las pericias con la ayuda de peritos nacionales y extranjeros, de Estados Unidos, Colombia, España y Argentina. En total, la fiscalía paraguaya cuenta con el apoyo de unos treinta expertos extranjeros. El fiscal describió el edificio como un “gran cajón con dos agujeros, porque al dar un recorrido uno se da cuenta de que no tiene ventanales ni salidas. Fue patético al hacer el recorrido confirmar que tanta gente murió sin ninguna posibilidad de salvarse, debido a la escasez de lugares de salida en ese momento”.
Sobre las deficiencias del sistema operacional anti-incendios del edificio, el fiscal observó: “Pudimos verificar que las bocas de salida de agua estaban cerradas. Ni siquiera eso estaba previsto en el momento del siniestro. Esto debería estar abierto las 24 horas”. De todos modos, no quiso dar una opinión decisiva para señalar la ineptitud del edificio para el uso que se le daba: “No quisiera ser tan concluyente. Sí, evidentemente muchos sistemas de seguridad del supermercado fracasaron ese día. Fracasó la seguridad, la prevención de incendios, la gente que manejaba eso. Muchas falencias, muchas fallas humanas para dar este resultado. Lastimosamente tienen que ocurrir desgracias como éstas para que todo tenga que verificarse y controlarse”, concluyó el fiscal.

* De El País de Madrid. Especial para Página/12.

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