SOCIEDAD
› HELIO JAGUARIBE, DECANO DE LA SOCIOLOGIA BRASILEÑA
“Si Argentina y Brasil no se integran, se condenan”
Estudia la relación entre los dos países desde hace 50 años y se transformó en uno de los principales especialistas en el tema. Sostiene que “el desarrollo y la integración” son tareas urgentes, porque la globalización los puede condenar a ser “segmentos indiferenciados del mercado internacional”.
› Por José Natanson
Titular del Instituto de Estudios Sociales de Río de Janeiro y decano de la sociología brasileña, Helio Jaguaribe es quizás el mayor experto en el estudio de la relación entre Argentina y Brasil. Viajó por primera vez a Buenos Aires en su luna de miel, en los años ’50, y aún recuerda que por ese entonces “todos los taxis de Buenos Aires eran marca Di Tella”. Hoy, con 80 años y recién recuperado de una operación, Jaguaribe no ha perdido ni la frescura personal ni la capacidad de análisis. En el diálogo con Página/12, el intelectual brasileño parte de una visión cultural para terminar proponiendo un giro en la estrategia del Mercosur con eje en una nueva integración industrial.
–En sus últimos trabajos usted distingue tres dimensiones de la integración, ¿cuál es la diferencia entre cada una?
–Desde un punto de vista cultural podemos hablar de una comunidad latinoamericana, que va desde México hasta la Patagonia. En este sentido yo creo que es muy importante que desde América del Sur mantengamos un estrecho contacto cultural con esa gran sociedad que es la de México, que ha dado una extrordinaria contribución a la cultura latinoamericana.
–¿Qué define esta unidad cultural?
–El hecho de compartir un idioma común. Desde hace tiempo yo vengo diciendo que Latinoamérica tiene un idioma común con dos versiones, el español y el portugués. A nivel internacional es un idioma común. Eso da una unidad cultural extraordinaria, implica un capital importante que hay que atesorar, que no tienen otras zonas del mundo, como Asia o Africa. Y que no tiene Europa, aunque haya avanzado mucho más en términos de integración. Esa es una primera dimensión. En cuanto a la económica, se diferencian claramente los estratos norteños de América latina y, por otro lado, México, Centroamérica y el Caribe. Es una zona que opera bajo modalidades económicas más relacionadas con Estados Unidos y constituye parte integral de ese sistema. En cambio, América del Sur logró mantener, a pesar de las dificultades, un grado de autonomía más importante. Por eso lo fundamental para nosotros es consolidar el Mercosur, que tiene como llave de su viabilidad una alianza estratégica seria y recíprocamente ventajosa entre Argentina y Brasil. Son las dos grandes dimensiones. La cultural, que es latinoamericana, y la económica, que es sudamericana. La política depende de qué dimensión predomine en cada país.
–¿Es posible acelerar la integración económica?
–Es absolutamente necesario que la opinión pública y desde ya los sectores dirigentes de nuestros países registren un dato muy significativo: el desarrollo de nuestras naciones y su integración, al menos en el sistema sudamericano, es un proceso que no permanecerá abierto indefinidamente. No es verdad que un país como Argentina o como Brasil pueda en cualquier momento, en el futuro, empezar su desarrollo.
–¿Por qué?
–Porque estamos sometidos a un proceso de creciente y drástica reducción de los espacios de acción internacional, consecuencia del impacto del proceso de globalización. Es un movimiento acentuado por el unilateralismo imperial de los Estados Unidos. Como consecuencia de todo esto, países como Argentina y Brasil no tienen más que veinte años, a lo sumo, para lograr su desarrollo y su integración. Si no lo hacen, probablemente se conviertan, como le está ocurriendo a tantos países, en segmentos indiferenciados del mercado internacional. Se mantendrá una apariencia de soberanía, un himno, incluso elecciones. Pero si no se avanza rápidamente, los dirigentes de nuestros países se verán compelidos por constreñimientos irresistibles –económicos, culturales y políticos– a seguir la línea que dicten el mercado financiero internacional, las multinacionales y Washington.
–¿La idea es que va a ser demasiado tarde?
–Sí. Estaremos condenados a una internacionalización tonta.
–Hasta ahora se habla casi exclusivamente de la integración económica ¿La integración política debe acompañarla después?
–El ejemplo de Europa demuestra que la política es la última etapa del proceso integrativo. Se tiene que empezar por la integración económico-cultural. Y la llave de esa integración es una estrecha, durable, confiable y recíprocamente ventajosa alianza argentino-brasileña. Es necesario que nos percatemos de que no hay ninguna posibilidad de un futuro ventajoso aislado para Argentina o para Brasil. O trabajan conjuntamente o están condenados a ser segmentos del mercado internacional.
–En concreto, ¿qué se puede hacer para acelerar el proceso?
–Es necesario que procedamos a una revisión del régimen regulatorio del Mercosur. El régimen no prestó debida atención a las asimetrías entre los países. El PBI argentino es hoy un tercio del brasileño. La industria argentina, que era espléndida, fue terriblemente afectada por el neoliberalismo. El país ha sido condenado por la estupidez neoliberal a quedarse con la producción de petróleo y productos primarios y hoy se encuentra prácticamente importando todo lo demás. Dentro del régimen actual hay un ingreso masivo en Argentina de productos brasileños, porque Brasil mantuvo su industrialización. Sin embargo, esto concuerda perfectamente con las normas actuales del Mercosur. Hay que tomar conciencia de esas asimetrías y cambiar el régimen actual por uno que tenga como eje una política industrial común que permita la reindustrialización argentina. Si no, Argentina va a seguir exportando petróleo y materias primas, y eso es negativo no sólo para Argentina sino también para Brasil. El país necesita recuperar la industria liviana. El problema es que el Mercosur partió del ideal abstracto de que todos los países son iguales, y eso no es verdad. Se trata de mantener la igualdad jurídica, la igualdad de dignidad, pero reconocer que Argentina necesita desarrollar nuevamente su industria, que hay que promover condiciones más favorables para Uruguay y sobre todo para Paraguay. Yo tengo contactos con Argentina desde los años ’50 y recuerdo esa época en que todos los taxis de Buenos Aires eran Di Tella. Las mejores telas del continente se compraban en Buenos Aires, eran producto nacional. Y ahora todo es importado.
–¿Las diferencias macroeconómicas entre los dos países –el default y la devaluación alocada de Argentina frente a la continuidad brasileña– no complican este proceso?
–No creo que esto tenga mucha importancia. El default es algo que en principio, por supuesto, hay que evitar, pero una vez que ocurre, resulta menos grave de lo que se pensaba. No estoy recomendando el default como política, pero sí una visión no catastrófica. Hay que evitarlo, pero una vez que ocurre se vive igual. Por otro lado, nuestros presidentes son totalmente favorables a la integración y tienen un alto entendimiento recíproco.
–Los últimos datos de Brasil demuestran una tibia recuperación económica, ¿usted registra un cambio en la situación del gobierno de Lula?
–Lula es un hombre excepcional, muy inteligente, de muchas cualidades. Ha estado, y todavía continúa estando, demasiado presionado por los equipos neoliberales del gobierno. Sin embargo, se está presentando en el 2004, como usted señala, la perspectiva de una discreta recuperación del crecimiento económico. El año pasado fue de crecimiento cero, o abajo de cero, y este año puede ser entre 3 por ciento y 4 por ciento. Lo que no sé es si los dos presidentes, Lula y Kirchner, tienen conciencia de que estos índices son insuficientes. Tenemos que alcanzar tasas de crecimiento económico no inferiores al 6 por ciento.
–¿Cómo se presenta el panorama para las elecciones municipales?
–Es necesario no exagerar el aspecto nacional de las elecciones. Brasil es un país con muchas diversificaciones, muy federal, de un federalismo exacerbardo. Y estas elecciones son de tipo local. Seguramente se va a producir en algunos sitios una reacción contra algunos aspectos del PT. Pero al mismo tiempo, Lula mantiene un gran apoyo popular. Hay una diferencia entre la imagen negativa del PT como partido y la de Lula como presidente.
–Otro aspecto que diferencia a Argentina de Brasil es el perfil social, ¿cómo impacta en la integración?
–El problema crítico de Brasil es efectivamente la total inviabilidad de su actual perfil social. Es un problema complejo, con dos dimensiones. En la de largo plazo es evidente que la solución pasa por una gran campaña de promoción de la educación pública general que recupere estas masas marginales a niveles satisfactorios de educación. Pero eso puede tardar entre 10 o 15 años. En el corto plazo hay que dar aspirina, asistencia financiera, soluciones para mejorar la situación angustiosa del 30 por ciento de brasileños que viven en la miseria. En Argentina las condiciones han empeorado mucho, pero viene de una historia muy diferente. En este aspecto también es muy importante avanzar en el proceso de integración. Yo veo a Lula y a Kirchner muy decididos, aunque quizás el enfoque no sea del todo correcto. No veo a los dos pensando en que esto no se tiene que resolver discutiendo si se compran más o menos calzados o heladeras. Eso es una tontería. Se trata de establecer una política común y dentro de ese rumbo garantizar la salida de productos argentinos a Brasil. Una integración industrial.