Mar 31.08.2004

SOCIEDAD

La muerte de Hígado, posible fin de una supuesta protección policial

En 2003, Hígado Muñoz salió de la cárcel con un permiso transitorio y nunca regresó. Sus familiares dicen que contó con protección policial para delinquir, pero que esa sociedad se rompió con un operativo armado. Los investigadores lo desmienten.

› Por Raúl Kollmann

La familia de Cristian “El Hígado” Muñoz cuenta una historia truculenta de cómo murió el que en los últimos tiempos se convirtió en el más famoso de los secuestradores. La historia empieza en 1997, cuando Muñoz y otros cómplices roban un banco en Villa Adelina. A raíz de aquel asalto, en el que mataron a un policía, el Hígado fue condenado a 17 años de prisión. Sin embargo, en 2003 le permitieron una salida transitoria de la cárcel y, por supuesto, no volvió más. Los familiares de Muñoz dicen que desde entonces robaba y secuestraba en combinación con policías y que éstos no sólo lo usaban como mano de obra sino que, por supuesto, se llevaban su parte. En ese marco, aseguran, el viernes lo indujeron –a través de dos buchones infiltrados en su banda– a robar el Banco Galicia de San Miguel, pero todo resultó una trampa para matarlo y silenciarlo para siempre. “No es casualidad –agregan los familiares de Muñoz– que los dos buchones hayan podido escapar.” Los hechos concretos, expuestos por fuentes policiales y judiciales, parecen contradecir la versión familiar, ya que Muñoz y sus cómplices lograron robar el banco, un empleado apretó el botón de alarma y a varias cuadras del Galicia se inicia la persecución que sólo tuvo éxito porque el chofer de la banda se llevó por delante al Ford Falcon de un mecánico y terminó estrellado contra una pared. Después, dos policías de calle, de una comisaría –no un comando preparado– fueron los que principalmente dispararon contra los delincuentes.
El 25 de julio de 1997, el Hígado Muñoz y Pachu Peñaflor, su cómplice y cuñado, entraron a robar al Banco Galicia de Villa Adelina. En ese momento llegó un camión de caudales y los dos ladrones terminaron matando a un policía que venía como custodio del camión. Ambos fueron detenidos y en el juicio oral por aquel asalto sangriento el fiscal pidió prisión perpetua para el Hígado y Pachu, pero los jueces votaron dos a uno por condenar a Peñaflor a siete años de prisión y a Muñoz a 17. El primero salió por la aplicación de la ley del dos por uno, pero Muñoz debía seguir preso. Sin embargo, en 2003 se le otorgó una salida transitoria por un día y nunca más se volvió a presentar.
Los familiares argumentan que aquel escape fue en complicidad con oficiales de la Bonaerense de la zona oeste, que desde entonces lo tuvieron extorsionado: “Robaba y secuestraba para ellos”, dicen. “Durante todo este tiempo pasaba muchas noches en casa de su pareja, la hermana de Pachu, con la que tiene dos hijas. Eso prueba que no lo buscaban demasiado”, insisten los familiares. De acuerdo con esa versión, el Hígado debía compartir los botines y, a cambio, los hombres de uniforme le liberaban zonas y, además, le indicaban los objetivos. Por ejemplo, en algún momento lo apretaron para robar el Bingo de San Miguel.
Según los familiares, el robo al Banco de Galicia de San Miguel, el viernes último, fue lo que se conoce como una ratonera. Le indicaron que debía robar allí, que había mucho dinero en las cajas y los datos se los confirmaban a través de dos informantes (buches) de los policías. Un familiar directo sostiene que el mismo viernes le advirtió al Hígado que no fuera porque lo iban a matar, pero éste contestó que no podía dejar de ir porque tenían preso a su padre, Juan Carlos, y le prometían que después de ese robo saldría en libertad. Efectivamente, el padre recuperó la libertad el mismo viernes por la tarde, pero –y aquí va una de las contradicciones que señalan las autoridades en el relato– no fue una decisión policial sino de la fiscal Rita Molina. Los familiares también alegan que la trampa estaba tan preparada que hasta había un francotirador subido a un techo cercano al banco. Esto tampoco parece compadecerse con lo ocurrido, ya que al supuesto francotirador nadie lo vio y, sobre todo, no disparó, porque el enfrentamiento entre ladrones y policías fue a varias cuadras del banco. Lo concreto es que los familiares están convencidos de que todo fue una trampa y que el objetivo era matar a Muñoz, silenciarlo para que no hablara de sus relaciones con policías y, de paso, producir un fuerte impacto nacional.
En fuentes judiciales y policiales niegan el relato familiar. “En los videos de seguridad se ve claramente cómo los hombres entran a robar –afirman en la fiscalía–. En ese mismo momento, un empleado aprieta el botón de alarma y recién entonces se ponen en movimiento los patrulleros. No había un operativo preparado ni adentro ni en los alrededores del banco, como lo supondría una ratonera.” “Pero, además –agregan los investigadores policiales–, hay que tener en cuenta que lograron escapar y a un patrullero que se les acercó le dispararon con un fusil FAL, algo que ha frustrado muchas persecuciones porque los patrulleros no tienen blindaje para los proyectiles del FAL. Lo cierto es que ellos mismos chocaron con el Ford Falcon de un mecánico y si no hubiera existido ese choque, casi seguro se escapaban o, al menos, hubiera sido difícil atraparlos. Por otra parte, quienes les terminan disparando son dos policías de comisaría, no efectivos preparados de la Departamental de Investigaciones o del Grupo Halcón.”
La fuente policial agrega otro dato: “Hace un mes, Hígado robó en Córdoba y después cayó preso, porque drogado terminó chocando. ¿Van a decir también que también tenía protección de policías cordobeses? No podemos descartar que Muñoz haya tenido cómplices o protección policial, pero los hechos demuestran que no hubo una preparación para esperarlo y matarlo”.
–¿Pero es lógico que un hombre como Muñoz haya ido a robar un banco del que se llevaron apenas 4100 pesos? –preguntó Página/12.
–Se ha hecho una especie de mito de Muñoz –le dijo a este diario un experimentado ex policía–. Pero hay datos que demuestran que no le hacía asco a nada. Había cometido varios secuestros express, el auto en el que fueron al asalto provenía de un secuestro por el que se pagaron 8000 pesos, en Córdoba robó en un aserradero en el que tampoco había mucho dinero, el secuestro de Nicolás Garnil no fue planificado ni mucho menos, sino al voleo. Es posible que le hayan dado el dato de que había más plata en el Galicia y también es posible que, a través de buches, le hayan tendido una trampa. Cualquiera de las dos versiones son posibles.

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