SOCIEDAD
› LAS ESTRATEGIAS DE “REDUCCION DE DAÑOS” EN DROGAS NO INYECTABLES
Cuidados más allá de las jeringas
En Argentina y en otros países ya existen programas para mitigar efectos colaterales del consumo de drogas inyectables. Un experto británico advierte aquí sobre la necesidad de extenderlos a otras adicciones, que van desde el éxtasis hasta el alcohol.
› Por Pedro Lipcovich
La mala ventilación en un local bailable puede causar la muerte de los clientes: no de todos, pero sí de algunos de los que consumen éxtasis; la prevención de los efectos secundarios de esa droga exige que el ambiente donde se la consume, además de estar bien ventilado, ofrezca fácil acceso a agua para beber y disponga de rincones tranquilos para decansar. La intervención sobre los ambientes de consumo es un ejemplo de cómo la estratregia de “reducción de daños” en adicciones va mucho más allá del intercambio de jeringas para usuarios de drogas inyectables, y así lo destaca Gerry Stimson, director ejecutivo de la Asociación Internacional de Reducción de Daños (IHRA). Estos programas no se dirigen sólo a los usuarios, sino también –como en el ejemplo del éxtasis– a los ambientes donde se consume. En el caso del alcoholismo, se procura mitigar sus efectos inmediatos como la violencia en bares –se han desarrollado incluso vasos inastillables para evitar lesiones– y los accidentes de tránsito. También se procura controlar la calidad de drogas ilegales en el mercado mediante análisis de laboratorio, y así se logró evitar numerosas muertes por heroína contaminada con una bacteria. En la Argentina, se sabe que la calidad de la cocaína ha caído en los últimos años pero nadie sabe bien con qué está “cortada”. Y las pastillas que los chicos del conurbano compran por un peso tienen a veces extrañas pintitas.
“El concepto de la reducción de daños, especialmente para drogas inyectables, se ha impuesto internacionalmente. La OMS, Onusida, Unicef, los organismos internacionales en general aceptan naturalmente esta estrategia. En 65 países se desarrollan programas de intercambio de jeringas aunque, es cierto, la mayoría son en una escala muy reducida y hay mucho por hacer en este sentido. Pero lo que recién empieza a desarrollarse es la reducción de daños para drogas no inyectables”, explicó Stimson, quien es además profesor emérito del Imperial College School of Medicine de Londres y visitó la Argentina para participar en la II Conferencia Nacional sobre Políticas de Drogas que organizó la Asociación Intercambios.
En el caso de las pastillas de éxtasis, “asociaciones de base comunitaria en Gran Bretaña hicieron campañas de safer dancing, tanto con los jóvenes que van a bailar como con los dueños de los locales: una forma de reducir el riesgo es procurar que los lugares tengan buena ventilación, fácil acceso a agua para beber y a sitios donde las personas puedan reposar tranquilas si lo necesitan. El principal riesgo de esta droga reside en que interfiere en la capacidad cerebral de regular la temperatura del cuerpo. En algunos casos esto lleva a problemas serios: en Gran Bretaña hay 20 a 30 muertes por año en relación con esta sustancia.
También se procura “el control de calidad para las pastillas de éxtasis. Donde más se ha desarrollado es en Holanda, y allí se practica de dos maneras: la gente puede mandar muestras de la sustancia a determinados laboratorios, y hay también máquinas transportables para hacer el examen en los lugares de consumo”.
El control de calidad también se aplica en Gran Bretaña a la heroína, “para que el usuario pueda tener idea del grado de potencia de la droga que consume, que varía mucho en el mercado ilegal. Y esto permitió eventualmente detectar contaminación por una bacteria en particular, Clostrydium novii, que produce infecciones graves y aun la muerte: detectada en laboratorio, fue posible advertir a los usuarios que podían estar consumiéndola. También es importante que la policía dé a conocer los análisis que efectúe sobre la sustancias que llegue a decomisar”, agregó Stimson.
Además, “para disminuir los riesgos de las sobredosis, agentes comunitarios entrenan a usuarios en prácticas de resucitación. También conviene entrenar a los servicios médicos de emergencia para saber qué hacer con estos problemas y no maltratar a los pacientes. Es cierto que esto también queda sujeto a condiciones políticas más amplias –observó el titular de IHRA–: en algunos países, adonde va la ambulancia también va la policía”. “En realidad –comentó Stimson–, uno de los primeros ejemplos de la estrategia de reducción de daños fue desarrollado en las décadas del 60 y 70 por los propios usuarios de LSD.”
La estrategia también empezó a aplicarse para una sustancia legal como el alcohol: “Muchos problemas importantes relacionados con el alcohol no son consecuencias a largo plazo sino resultados inmediatos del consumo: es el caso de los accidentes de tránsito, la violencia en las calles o en los bares, la violencia doméstica. Trabajamos mucho con el ambiente, los lugares de consumo. Los dueños de bares deben tener una licencia especial para expender alcohol, y procuramos entrenarlos de modo que estén en mejores condiciones para prevenir o resolver situaciones de violencia. Incluso, un cirujano británico, ante la cantidad de heridas graves en la cara por vasos arrojados en peleas, promovió el uso en bares de vasos fabricados con un vidrio similar al de los parabrisas de autos, que no se astillan”. En cuanto a los accidentes de tránsito, “además de los necesarios controles de alcoholemia, en Australia y otros países hay programas para promover que, cuando los jóvenes salen en grupo, uno de los integrantes no beba y se encargue de manejar”.
Paula Goltzman, de la Asociación Intercambios, comentó que, en la Argentina, “se sabe que la calidad de la cocaína que se trafica cayó en los últimos años; puede venir ‘cortada’ con leche en polvo, con talco o quién sabe con qué sustancias. No se han hecho análisis, ni la policía se ha ocupado de examinar las sustancias que decomisa con una perspectiva de salud pública. Por otra parte, en nuestro trabajo con adolescentes de sectores pobres del conurbano, se destaca el consumo de pastillas ansiolíticas, que consiguen ilegalmente a bajo precio: las mezclan con alcohol, y les explicamos que, como para otras drogas y especialmente la cocaína, esa mezcla con potencia los riesgos. También les explicamos que pastillas parecidas contienen distintas dosis, que no tomen varias de golpe sino una, y esperen a ver cómo ‘les pega’. También hemos escuchado relatos de pastillas probablemente vencidas: nos dicen que tienen ‘pintitas’, y en el mercado de ansiolíticos no hay pastillas así.
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