SOCIEDAD
› EL PRESIDENTE DE LA CAMARA DE LAS DISCOS REGENTEA EN NUÑEZ UN BOLICHE SIN HABILITACION
Cómo representar las discos con una disco trucha
La disco Follia alquila un terreno al Club Municipalidad, pero fue habilitado para bautismos y cumpleaños de los socios. Entre sus dueños, figura un ex funcionario municipal. Igual que Cromañón, sus activos están a nombre de una off shore en Uruguay.
› Por Mariana Carbajal
El boliche Follia, que regentea el presidente de la Cámara de Discotecas de Buenos Aires, tiene una habilitación irregular que viola normativas vigentes. Quién se encargó de conseguirla, y figura como uno de sus dueños, es un ex funcionario que se desempeñó hasta hace menos de un año en el gobierno porteño. Ese personaje intentó por distintos atajos obtener el permiso oficial para la disco, al punto que llegó a alegar que el local se destinaría para “efectuar bautismos, cumpleaños y casamientos para los afiliados o hijos de los afiliados” del Club Ciudad de Buenos Aires, a quien le alquila el predio donde está ubicado el boliche. Una entrada independiente del club y la publicidad de la misma disco con modelos ligeras de ropa invitando a su dance floor dejaron rápidamente al descubierto la artimaña. El actual director porteño de Deporte, Daniel Bravo, impulsó, por diversos medios la legalización de su status. La Defensoría del Pueblo advirtió en dos oportunidades sobre las irregularidades del emprendimiento. Pero hasta la tragedia de Cromañón, el boliche siguió funcionando. Ahora, sus encargados, están realizando las gestiones para reabrirlo a la brevedad.
Follia está ubicado en Crisólogo Larralde 1041, en el barrio de Núñez. El gerente del local es Daniel Gustavo “Maxi” Vázquez, titular de Cedeba, la cámara que agrupa a los boliches de la Capital Federal. La disco está a nombre de Dormii SA. Entre sus dueños figura Guillermo Alberto Elazar, quien fue jefe de Gabinete del director general administrativo del Teatro Colón, Pablo Eugenio Batalla, hasta que éste dejó el cargo en junio de 2004. Cuentan testigos que ante sus allegados, Batalla siempre se vanaglorió de ser también propietario de Follia, pero nunca lo admitió fuera de su círculo más cercano. En el balance de Dormii SA al 30 de junio de 2001 la mayoría de las acciones estaba a nombre de una off shore, Maynor S.A. con sede en Montevideo. Consultado por Página/12, Vázquez dijo: “Puede ser que sea de una off shore”. Esta situación dificulta la identificación de los propietarios ante una tragedia como sucedió en el caso de República Cromañón.
Un servicio más para los socios
La historia de Follia se remonta varios años atrás. El 19 de mayo de 1999 Elazar, en nombre de Dormii S.A., firmó un contrato con el Club Ciudad de Buenos Aires por el cual la entidad deportiva le cedía una porción de sus terrenos “para la construcción de un restaurante con entrada independiente por las calles Crisólogo Larralde y Padre Canevary”. El contrato se hizo por seis años desde el comienzo de la explotación del lugar y se fijó un pago al club de 1500 pesos mensuales. En el acta –a la que tuvo acceso Página/12– se estableció que la explotación del local podría incluir “la colocación de música para bailar y la realización de desfiles, fiestas sociales, agasajos, etc., quedando facultado el concesionario a tramitar las habilitaciones correspondientes”.
En su doble papel de apoderado del Club Ciudad y de accionista del emprendimiento, Elazar inició las gestiones en el gobierno porteño para lograr la habilitación del local. El 20 de julio de 1998, por medio del decreto 1365, ya había sido designado para desempeñarse en la Dirección General del Teatro Colón, donde más tarde llegaría a ser jefe de Gabinete.
La apertura de Follia venía mal parida:
- En primer lugar, cuando en 1983 la Municipalidad le vendió las tierras al club donde está la disco, quedó asentada en la escritura una cláusula por la cual debían destinarse esos terrenos “exclusivamente a las actividades sociales, culturales y deportivas que constituyen su objeto como club”. Entre ellas no figura la explotación de un boliche bailable. Incluso, en el protocolo notarial –al que accedió este diario–, se aclaró que “en caso de su incumplimiento por parte del comprador o de sus sucesores (de esta condición resolutoria) la municipalidad podrá exigir la restitución del dominio del predio vendido y los daños y perjuicios que correspondan”.
- En segundo lugar, Follia está ubicado en un distrito UP (urbanización parque) tanto para el antiguo Código de Planeamiento Urbano sancionado en 1977 como para el nuevo, aprobado en el año 2000. Ninguno de los dos permiten el funcionamiento de discos en esa zonificación.
Pero Elazar no se amilanó y demostró una tenacidad a prueba de normas en la búsqueda de la habilitación para Follia.
La primera tentativa fue hacia fines de 1999. A través de una presentación en el gobierno porteño, la firma planteó si podía habilitarse un local en ese sitio para “la actividad de baile y fiestas privadas o sociales como complemento del servicio de restaurante o para brindar el beneficio de poder efectuar cumpleaños, casamientos, bautismos, comuniones para los afiliados o hijos de los afiliados del club”. La Dirección de Fiscalización de Obras y Catastro se expidió favorablemente el 8 de noviembre de 1999 a través de la Providencia 3813. “En los planos aportados se plantean los accesos desde el interior del club, por lo que se considera que las actividades a desarrollar resultarían complementarias para los socios”, concluyó el organismo. Nada más alejado de la realidad. Los planos eran truchos. Desde un principio, el local tuvo su entrada independiente del club y nunca fue pensado ni funcionó como un servicio más para los socios del club Ciudad.
Inspecciones posteriores descubrieron el engaño. Se trataba ni más ni menos que de una disco VIP, cuyas actividades quedaban a la vista en las revistas del corazón. Se encargaba de promocionarlo el famoso RR.PP. Claudio “Clota” Lanzetta asesinado tiempo después por taxiboys en su departamento de Palermo.
A prueba de objeciones
Las inspecciones y clausuras al local por falta de habilitación han sido numerosas en los últimos años. Pero siempre reabrió a pesar de los dictámenes en contra de diversos organismos de la Ciudad, desde la Procuración General hasta la Defensoría del Pueblo.
Tras quedar al descubierto que no se hacían bautismos y comuniones de los hijos de los socios del club, Follia cambió su estrategia para pedir la habilitación y empezó a solicitarla como una actividad complementaria del Club Ciudad de Buenos Aires, apelando a un viejo decreto de 1949, el Nº 5959, que regula las actividades de los clubes. ¡¡¡Y la consiguió!!!, el 23 de octubre de 2003, según consta en la plancheta de habilitación con sellos del gobierno porteño que exhibió a este diario el gerente del local Maxi Vázquez. El funcionario que figura en el documento se llama Marcelo Ruiz.
Lo curioso es que se expidió en contra de habilitarlo conforme aquella normativa la propia Procuración General de la Ciudad, en un dictamen del 8 de julio de 2003, al que tuvo acceso Página/12. El organismo afirmó que entre las actividades comerciales complementarias para los clubes, previstas en el nuevo Código de Planeamiento Urbano (ya vigente al momento de iniciar Follia la nueva solicitud de habilitación a través del expediente Nº 6169/01) y en su antecesor de 1977 no se menciona “un local de baile clase C como el que nos ocupa, establecimiento éste al cual por otra parte, se accede desde la vía pública, lo cual se encuentra expresamente prohibido por la norma legal referida; por otra parte, no resulta complementario para los socios del club, razón por la que tampoco podrá otorgarse habilitación alguna en tal carácter en razón de contravenirse las normas legales referidas”.
También se expidió contra el funcionamiento de Follia la Defensoría del Pueblo de la Ciudad al menos en dos oportunidades y pidió su clausura. En una resolución del 8 de mayo de 2003, el organismo de contralor advertía a las autoridades del Ejecutivo comunal sobre la ilegalidad delemprendimiento, en el marco de un reclamo por el cierre de otros 34 boliches sin habilitación. “Miles de jóvenes asisten todos los fines de semana a locales que no cuentan con habilitación y, por ende, no están debidamente controlados. De esta manera, se desconoce si estos locales cuentan con la infraestructura adecuada para albergar a los asistentes que, en algunos casos llegan a miles, especialmente en lo atinente a las normas de seguridad, prevención contra incendios, medios de salida de emergencia, etc”, señalaba Oliveira.
Es llamativo, pero Follia fue clausurado en varias oportunidades por inspectores comunales por falta de habilitación, pero siempre reabrió hasta que tras la tragedia de República Cromañón se vio obligado a cerrar. El viernes 25 de febrero los encargados de Follia presentaron en el gobierno porteño la documentación exigida ahora para volver a funcionar. Para el miércoles pasado estaba prevista la inspección al local, pero fue suspendida. En manos de la Secretaría de Seguridad está poner fin a esta historia.