Mar 22.03.2005

SOCIEDAD  › EL FUTURO DE UNA MUJER EN COMA, OTRA VEZ EN MANOS DE UN JUEZ

La eterna agonía de Terri Schiavo

El gobierno republicano convirtió el caso en una cuestión de Estado: después de que la Justicia autorizara suspender la alimentación de la mujer que está en coma desde hace 15 años, el Congreso sancionó una ley, en tiempo record, que permite una nueva apelación.

Por Rosa Towsend*
Desde Miami

El futuro de Terri Schiavo, la mujer que está en coma desde hace 15 años, está nuevamente en manos de la Justicia norteamericana. El presidente George W. Bush promulgó la ley –sancionada en la madrugada de ayer por el Congreso– que permite una nueva apelación, esta vez ante los tribunales federales, para reinsertar a la paciente las sondas de alimento que le fueron retiradas el viernes. El caso, durante los últimos ocho años, se ha litigado sólo en los del estado de Florida. Ayer, por pedido de los padres de Terri, tomo intervención el juez federal James Whittemore, de la ciudad de Tampa. Después de una audiencia de más de dos horas, levantó la sesión sin dar precisiones. “No diré ni dónde ni cómo ni cuándo emitiré la decisión”, afirmó.
El drama que ha enfrentado a los padres y al marido de Terri mantiene en vilo al país, mientras la vida de la mujer, de 41 años, se apaga lentamente en un hospicio del condado de Pinellas, Florida. Hace cuatro días le desconectaron las sondas de alimento por deseo de Michael Schiavo, el marido, que asegura que ella se lo pidió de palabra, y en contra de la voluntad de sus padres, que acusan al yerno de inventarse un testamento oral de Terri después de cobrar una indemnización millonaria y así quedarse con el dinero.
Ambas partes apelaron al presidente Bush, al Congreso y a la ciudadanía. Michael Schiavo se declaró “espantado” de que las dos cámaras legislativas hubieran tenido “la osadía de entrometerse en su vida y desperdiciar tiempo en un asunto privado cuando lo que tenían que estar haciendo es aprobar leyes importantes que afectan a todos”.
En la puerta del hospicio, la madre de Terri, Mary Schindler, rodeada de centenares de manifestantes en vigilia desde hace días, pidió a los políticos: “No utilicen el sufrimiento de mi hija para sus agendas personales”, y se refirió en concreto a seis congresistas demócratas que tenían previsto objetar la ley, lo cual retrasaba su aprobación. La Cámara de Representantes sólo pudo refrendar el texto a partir de la medianoche del domingo, momento tras el cual no fue necesaria la unanimidad para aprobar la norma.
La familia temía que un retraso les impidiera llegar a tiempo. Los médicos creen que Terri fallecerá en un plazo de una a dos semanas, pero el deterioro de sus órganos a medida que pasan las horas podría hacer irreversible el proceso, aun en el caso de que se reinsertaran las sondas.
Los seis legisladores opuestos a la intervención del Congreso explicaron sus razones en una de las múltiples conferencias de prensa que el caso Schiavo ha originado. El congresista Jim Davis afirmó que las “repercusiones se extenderían mucho más allá de Terri. El Congreso pretende ejercer de juez y jurado, es una amenaza a la democracia cimentada en la separación de los tres poderes”.
En el otro lado se situaron quienes dicen defender “la cultura de la vida” frente a la “cultura de la muerte”, términos acuñados por Bush. El presidente manifestó el domingo a través de su portavoz que lo único que motivó su desplazamiento urgente a Washington era “defender la vida”. El jefe de la mayoría republicana, Tom DeLay, líder de la batalla por salvar a Terri, ha aducido dos argumentos: que “la santidad de la vida está por encima de la santidad del matrimonio (aludiendo a los derechos que reclama el marido)” y que “dejar morir a una persona de hambre y sed es un salvajismo que equivaldría a condonar el asesinato”. DeLay recordó que Schiavo no ha permitido nunca que su esposa fuese evaluada neurológicamente con detalle ni ha autorizado que se le practicase una resonancia magnética del cerebro. “Ni siquiera, en cinco años, ha dejado que le sacaran a respirar aire puro, a tomar el sol’, añadió. El objetivo es que el tubo de alimentación de Terri sea reinsertado de inmediato”, recalcó.
La ley da una oportunidad a los padres de que recurran ante la Justicia federal. La esperanza de los Schindler es que un juez detenga el proceso de suspensión de la alimentación hasta que el caso se revise. Es probable, sin embargo, que el marido apele a un tribunal superior y, dependiendo de lo que éste dicte, intervenga el Tribunal Supremo. En 1991, el máximo tribunal se había pronunciado a favor de suspender el tratamiento, en el caso de Nancy Cruzan, quien también estaba en estado vegetativo.
Simultáneamente, los sectores políticos más progresistas, así como las organizaciones proeutanasia que consideran que el Congreso está abusando de su poder, ya han advertido que demandarán a las cámaras por aprobar una ley que califican de inconstitucional.
Una norma similar aprobada en 2003 en Florida fue declarada inconstitucional. Entonces, a Terri le habían desconectado ya las sondas de alimentación y los políticos del Estado, con el apoyo del gobernador y hermano del presidente, Jeb Bush, se apresuraron a detener el proceso. Las apelaciones a distintos tribunales han mantenido a Terri viva. El caso ha pasado por varios jueces pero sólo uno, George Greer, autorizó o excluyó pruebas durante el juicio. La familia siempre ha sostenido que el magistrado actuó a favor de Schiavo, impidiendo por ejemplo el testimonio de su ex amante de que se había inventado el testamento oral de Terri, o impidiendo su rehabilitación durante años. Los Schindler han demandado a Greer. Su orden final permitió el viernes retirar las sondas.
Los padres de Terri creen que su hija puede recuperarse con la terapia apropiada. Reclaman que el marido ceda los derechos de custodia, se divorcie –vive hace 10 años con otra mujer– para poder cuidarla ellos en su casa, ya que su condición “vegetativa persistente” no requiere medicamentos ni ventilación asistida, sólo alimentación por sonda. Michael afirma que sólo está “cumpliendo lo que le prometió a su esposa”.
Terri y Michael Schiavo se conocieron en la universidad en el año 1982. Era el primer chico con el que ella salía, el primero que la había besado, “su príncipe”, según le confesó a su mejor amiga, Diane Meyer, que lo recordaba la semana pasada.
La familia residía en Filadelfia, donde Robert Schindler, el padre de Terri, dirigía una empresa de equipos industriales. Terri siempre había estado un poco acomplejada porque era algo gordita, pero el encuentro con Michael, alto, rubio y guapo, iluminó su vida. En el plazo de dos años se casaron y durante un tiempo vivieron en el sótano de la casa de los padres de ella porque no tenían suficiente dinero para pagar un alquiler. La relación del joven matrimonio con los padres era tan buena que cuando éstos decidieron trasladarse a Florida, Terri y Michael los siguieron.
Llevaban seis años casados pero no habían tenido hijos, aunque ése era el deseo de Terri: convertirse en una madre de familia, simplemente.
Una noche de invierno de 1990 Terri se desmayó, presumiblemente por una baja de potasio que le produjo un paro cardíaco y subsiguientes daños en el cerebro. Michael demandó a la clínica que supervisaba la dieta de adelgazamiento a la que estaba sometida su esposa. A eso se debió, aparentemente, la baja de potasio.
A fines del '97 Michael ganó varias indemnizaciones que sumaron 2,2 millones de dólares. Para entonces ya vivía con la mujer con la que todavía comparte su vida y tiene dos hijos. A comienzos del '98 pidió a los médicos que no administraran antibióticos a Terri y poco después comunicó a los suegros su intención de retirarle las sondas, aduciendo que ella así se lo había pedido antes de caer en estado vegetativo.

* De El País de Madrid. Especial para Página/12.

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