SOCIEDAD
› EXCARCELAN AL DUEÑO DE
CROMAÑON Y FAMILIARES DE VICTIMAS LO AGREDEN
Chabán recuperó la libertad a los golpes
A las 19.38, el empresario quedó libre. Fue llevado por la Policía Federal a la casa de su madre, en San Martín. Allí, familiares y sobrevivientes de la tragedia lo insultaron, le dieron puñetazos y lo hicieron caer. Tenía puesto un chaleco antibala. El lugar quedó custodiado por sesenta policías.
A la una y media de la tarde, la liberación de Omar Chabán estaba en marcha. El juez Julio Lucini recibía vía telefónica la tasación oficial de una propiedad de General Rodríguez, la última presentada por los familiares del empresario para alcanzar la caución de 500 mil pesos pedida por la Justicia para excarcelarlo. Poco más tarde, un celular de la Policía Federal pasó a buscarlo por el penal de Marcos Paz para llevarlo a la Superintendencia de Investigaciones, en Villa Lugano. Durante el día, grupos de familiares y sobrevivientes de la tragedia de Cromañón siguieron al empresario detrás de las cámaras de televisión como en un juego de postas. Ya a la noche, Chabán llegó a la casa de su madre, en el partido de San Martín. Ocurrió diez minutos antes de las ocho. Bajó de un auto con un chaleco antibalas, protegido por un impresionante operativo policial y custodios que no lograron detener los golpes de la gente, varias trastabilladas, una caída, ni el tumulto y los gritos de “asesino, asesino”.
Hasta alrededor de las nueve, su abogado, Pedro D’Attoli, sostenía que la sucesión de trámites podía retener a Chabán en el penal otras 24 horas. El juzgado esperaba el último informe del tasador oficial sobre una propiedad de ocho lotes unificados de la localidad de General Rodríguez.
Pero media hora después de la una de la tarde todo cambió: el tasador decidió abreviar tiempos, omitir un informe escrito y comunicarse telefónicamente con el juzgado para adelantarle a Lucini el resultado de la evaluación. Chabán necesitaba entre 90 y 100 mil pesos para alcanzar la caución de 500 mil, pero la tasación de General Rodríguez superó holgadamente esa cifra: el perito evaluó el terreno en 45 mil dólares, le explicó a este diario su abogado tras el informe y mientras intentaba saber el paradero de Chabán.
“¿Ustedes saben algo?”, preguntó D’Attoli, despistado por la información que iba y venía confusamente entre el juzgado, el Servicio Penitenciario Federal (SPF), los familiares y los abogados.
El SPF de Marcos Paz ya preparaba la salida de Chabán. Bien temprano, supieron que el empresario no sólo estaba listo para irse, sino que estaba preparado para regresar: “Chabán tiene una biblioteca islámica –indicó una fuente del servicio–: piensa donarle al servicio, un poco estimulado por los presos y un poco por él; cree que puede volver a la cárcel en cualquier momento”. En el penal lo escucharon quejarse. Dicen que en los últimos días repitió varias veces que “el juez no cree en mí”.
“Para nosotros su salida es ilegal”, dijo José Iglesias, abogado de un sector de los familiares de Cromañón cuando comenzaba a correr la noticia de la liberación. “Sostenemos lo que dijimos desde un principio, ya hemos desplegado todos los recursos que consideramos necesarios y ahora estamos a la espera de la decisión de Casación”. Si Casación confirma la excarcelación tal como parece (ver aparte), ellos presentarán un recurso extraordinario ante la Corte Suprema.
Los familiares nucleados en torno a Iglesias se habían reunido para evaluar trasladarse a protestar frente a la casa donde permanecerá Chabán, pero lo descartaron. “No queremos generar ningún tipo de roce ni causarles más problemas a los vecinos de San Martín, digeriremos este mal sapo.”
A esa hora, Chabán había pasado de Marcos Paz a la Superintendencia de Investigaciones de la Policía Federal ubicada en General Paz y Madariaga, en Villa Lugano. El viernes pasado, D’Attoli le pidió al juez ese lugar alternativo de egreso para escaparles a las cámaras de tevé y al previsible malhumor de la gente. Lucini aceptó. La policía montó una maniobra distractiva, pero Chabán no se evitó el mal trago.
A las 19.30, una decena de familiares lo esperó en el acceso central con cámaras de televisión. La policía abrió un portón verde desde el que salió con patrullero, escoltado por tres autos no identificados, con los vidrios polarizados. Allí viajaba una persona recostada en el asiento trasero. Quienes estaban en el lugar supusieron que el pasajero escondido era Chabán, pero no: fue parte del operativo distracción. El empresario había dejado el edificio minutos antes: salió por una puerta lateral en un Fiat.
Nada de esto impidió los gritos de furia de la gente. “Tuve que ver cómo se pudría el cajón de mi hijo mientras él sale en libertad”, protestó uno de la docena de padres del lugar. Aunque hubo protestas tanto allí como en el destino final de Chabán, la mayor parte de los familiares de las víctimas que se encuentran organizadas procedieron como en el caso de Iglesias. “A mi grupo le tengo prohibido terminantemente que vaya para allá”, explicó por su lado Javier Miglino, abogado de 34 jóvenes y adolescentes sobrevivientes. “Convoqué a una conferencia –agregó a este diario– porque quería decir que esta salida es una ironía muy fuerte, no del destino: el mismo día en el que el sistema judicial hace justicia por un lado (en referencia al fallo sobre las leyes del perdón) parece que condena por otro.”
Lejos de ahí, cuando faltaban diez minutos para las ocho de la noche, Chabán atravesaba el vallado del edificio de su madre. Llegó en medio de un impresionante operativo, vestido con pantalón rojo, buzo bordó, chaleco polar negro y con un chaleco antibalas blanco. Las vallas ubicadas frente al edificio de Carlos Pellegrini 2004, en el centro de San Martín, no sirvieron para contener la furiosa recepción de los que se acercaron (ver aparte).
Más temprano, su madre había hablado: “Mi hijo no es ningún asesino, trabajó mucho, es muy responsable, muy educado, culto”. Lo recibió con sus 75 años y el cuarto decorado. Chabán permanecerá allí sin pulseras de control inteligente. D’Attoli reiteró que su defendido no se fugará, aunque los padres de las víctimas aún lo creen posible. “Estará allí –aclaró– hasta que se calmen los ánimos y se presentará en Tribunales cuando lo convoquen.” Pasó 165 días detenido.
En la puerta de su casa quedó una guardia policial de 60 hombres, probablemente más preocupada por su integridad.
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