SOCIEDAD
Se cae la coartada de la Federal en la muerte del hincha de Defe
La versión de la policía en el fallecimiento de Fernando Blanco tras una caída desde un celular tiene cada vez menos sustento, ya que no se puede abrir la puerta del vehículo desde adentro.
› Por Gustavo Veiga
Si el crimen de Fernando Blanco queda impune será, en buena medida, por cómo embarró la cancha la Policía Federal. A una semana del premeditado y alevoso operativo represivo en la cancha de Huracán, donde Defensores de Belgrano y Chacarita jugaron un decisivo partido para evitar el descenso a la Primera B Metropolitana, emergen a la superficie algunos datos inquietantes.
La coartada uniformada de un celular que se abre y deja hinchas por el camino resulta cada vez más inverosímil. Un especialista en seguridad consultado por Página/12 la descartó de plano. Sencillamente porque esas unidades de traslado se abren o se cierran desde afuera. También arroja sospechas la presencia de dos pastores evangélicos que, según la comisaría 28ª, son los presuntos testigos del golpe que la causó la muerte al pibe de 17 años.
Las responsabilidades exceden al agente Marcos Lagoria y al cabo 1° –de quien se desconoce hasta ahora el nombre– que separó de sus cargos el ministro del Interior, Aníbal Fernández (ambos revistaban en la 44ª). El comisario inspector a cargo de la Circunscripción IV, Arturo Kevorkian –donde se encuentra la seccional 28ª–, debería informar por qué sus efectivos apalearon a cientos de personas sin distinción de sexo o edad. Y también cómo una Trafic con quince detenidos habría llegado con uno solo a la comisaría de Parque Patricios.
La tragedia, según la explicación de la 28ª que consta en un escrito judicial al que tuvo acceso este diario, comenzó a desatarse cuando un representante de la Fiscalía Contravencional N° 12 le ordenó a la policía que retuviera a los hinchas de Defensores para detener a algunos de sus integrantes por encender pirotecnia en la tribuna. Con el descenso del equipo consumado, se comprobaría de inmediato que esa decisión fue desacertada. Y que podría haberse postergado, sobre todo al existir imágenes filmadas.
La secuencia de lo que ocurrió después es lo que aún falta editar de esta película, que bien podría llevar de título: “Pasillo chino”. “Eso es lo que les hicieron a los hinchas de Defe y a la policía le gusta mucho practicarlo”, comentó Marcelo Achile, el presidente del club. La Federal esgrime que su accionar fue en respuesta a los golpes que recibieron sus efectivos y a la supuesta sustracción de un arma a un agente de apellido Soler. Eso es lo que consta en el sumario policial 1386/05 que se labró por “tentativa de robo, lesiones, atentado y resistencia a la autoridad”.
A las razones sostenidas por la seccional 28ª para justificar su violenta represión, Achile les antepone una versión que tiene su origen en un partido disputado por Huracán y Defensores el año pasado, en el mismo escenario. Allí, al decir del presidente, un subcomisario de aquella comisaría habría sido agredido durante incidentes con la barra del club de Núñez. Ese hecho abonaría la hipótesis de una venganza policial. Y por qué se ensañaron tanto con cualquiera que pasara por el Pasillo Chino a la salida de la tribuna visitante.
El apaleamiento lo sufrieron espectadores que nada en común tienen con una barra brava: Patricio Igarzábal, integrante del órgano fiduciario de Ferrocarril Oeste; el padre de Leonel Unyicio, uno de los jugadores de Defe; Osvaldo Puebla, abogado y ex prosecretario del club; Daniel Vilches, un amigo del vicepresidente, Nicolás Bezazian. Y, además, mujeres, niños y ancianos. A todos los unía esa tarde su identificación con Defensores.
Ellos son algunos de los agredidos que pudieron contar la paliza. Fernando no tuvo esa posibilidad. Dejó atrás una carrera inconclusa en las Escuelas Técnicas Raggio, sus temas preferidos de Los Redondos y de La Renga y “una familia muy querida”, como la definió Víctor Lupo, el ex subsecretario de Deporte, vecino del barrio y padre de una ex compañera del chico muerto.
Ni los parientes, ni los amigos, ni los hinchas creen en la precipitada versión oficial de los hechos. Se los intentó contaminar con la historia del celular que aminoró su marcha sobre la calle Uspallata al 1200, donde dos pastores dicen que vieron descender de la unidad policial a un grupo de detenidos. Y que el pibe Blanco estaba entre ellos y ahí se golpeó la cabeza contra el asfalto. No obstante lo cual el vehículo siguió su marcha. También en la 28ª se menciona a un matrimonio testigo de una segunda y desopilante fuga de la Trafic, en inmediaciones de la seccional. Y la extraña cadena de evasiones se completa con la llegada de un solo esposado a la comisaría. Todos estos datos se narran en un escrito judicial, basado en la información que aportó un principal de apellido Fulco.
El trazo grueso de esta interpretación policial es la misma que dieron un par de comisarios en el Consejo de Seguridad en el Fútbol, el lunes posterior a los graves incidentes. Con la insólita rúbrica del coronel retirado Ricardo González, la mano derecha de Javier Castrilli en el mismo organismo. El militar responsabilizó a la mayoría de los medios de no dar una versión completa de los hechos. Y asimismo les recomendó a los miembros del Consejo que le soliciten a la prensa “la exposición completa de la información ante este tipo de incidentes”. Así reza una escueta comunicación sobre la reunión que llegó a la Secretaría de Deporte.
Pero lo peor de la intervención de González no termina allí. En el encuentro del Consejo sugirió que Fernando se “habría arrojado del móvil e impactó su cabeza con el pavimento”. Un calco de lo que sostuvo la Federal, a sólo 48 horas de la represión. Esa conjetura, según un especialista en seguridad, se desbarata por lo siguiente: la puerta de la unidad de traslado se tranca por fuera, la llave se coloca igual y un eventual candado de la misma manera. “Que recuerde, nunca se escapó nadie”, completó la fuente que pidió mantener su nombre en reserva.
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