Mié 10.08.2005

SOCIEDAD

Toda la policía tras el jardinero

Se hacía llamar Paulo Sergio, pero nadie sabe quién es. Fue la cara visible de la empresa de jardinería trucha desde la que se comandó el golpe al Banco Central de Fortaleza. Los vecinos no pueden creer que Paulo, “un tipo tan conquistador”, haya estado envuelto en el golpe. La policía busca pistas también entre los empleados del banco.

Desde Fortaleza, Brasil
Paulo Sergio –así se presentaba– estaba por encima de toda sospecha y a sus vecinos les cuesta imaginar que ese cordial moreno de cerca de 40 años se haya ido con más de 67 millones de dólares del Banco Central de Brasil, por un túnel de 80 metros que llevaba hasta su empresa ficticia de jardinería en Fortaleza, en el nordeste de Brasil.
Los últimos datos confirmados indican que Paulo Sergio, cara visible de esa empresa, y sus cómplices se llevaron durante el fin de semana 156 millones de reales (67,8 millones de dólares, al cambio del lunes).
Fueron 3,5 toneladas de billetes de 50 reales que salieron sin que nadie lo percibiera por la entrada de Grama Sintética, una falsa empresa de jardinería situada en el centro comercial de la ciudad. La casa, de estilo antiguo, larga y estrecha, ya recorría más de la mitad de la distancia que la separaba del edificio bancario.
La otra parte fue cavada: un túnel de 70 centímetros de altura y a cuatro metros de profundidad que pasa por debajo de la avenida Dom Manuel y lleva hasta debajo de la caja fuerte de 500 metros cuadrados, cuyo piso de hierro y cemento de más de un metro de espesor fue desfondado.
Nunca se oyeron explosiones. “No las descartamos, pero estamos siguiendo otras líneas investigativas”, dice un perito, que se identifica como Sampaio.
Fueron por lo menos tres meses de trabajo, según la policía. En una habitación de la casa hay montones de ropa polvorienta, en otra se acumulan sacos de tierra y en el patio quedaron decenas de discos usados en sierras cortametales. La banda terminó probablemente antes de lo esperado, pues dejó la heladera llena de carne, queso en fetas y verduras y muchos paquetes de fideos en la cocina.
Los vecinos están atónitos. La empresa tenía su logo y una cara visible, la de Paulo Sergio, a veces acompañado por un hombre blanco “mucho menos simpático”, según el barrio. Es que Paulo Sergio supo ganarse a los habitantes de esa cuadra de casas bajas, con bares en las esquinas, una kilométrica librería de libros viejos y tres aparcamientos públicos.
El presunto jefe de la banda, de cerca de 1,80 metro de altura, era muy dado en el trato. Todos coinciden en que “no era cearense” (del estado de Ceará), por un acento en general identificado como carioca. El perito Sampaio admite que una de las pistas llevan a Rio Grande do Sul, limítrofe con Uruguay y Argentina, pero se niega a entrar en detalles.
“Era un tipo muy conquistador, cuando venía saludaba a todo el mundo”, señala Pedro Alexandro, que trabaja en el bar situado cerca de la casa. Recuerda que el sábado por la mañana vio a Paulo Sergio salir en busca de un taxi “con un paquete en una mano y una mochila que llevaba en la otra con ayuda de otra persona”.
El hombre también se ganó la simpatía de la cocinera del bar de la otra punta de la calle. Creó mucha amistad; algunos sábados venía a tomar una cerveza, pero nunca lo vi borracho. A veces pedía comida para llevar; recuerdo que una vez les dio dinero a dos mendigos”, dice la empleada, que se niega a identificarse por “miedo” de decir algo que pueda valerle represalias. “Era buena gente; conocía a todos aquí, y nos contaba que había venido a instalar una representación en Fortaleza”, cuenta Chagas Souza, cuidador de una de las playas de estacionamiento.
De manera retrospectiva, algunos datos llaman la atención. “Cuando la empresa se instaló, pintaron la fachada de la casa ellos mismos, sin contratar a nadie”, refiere Pedro Alexandro.
La entrada del 1071 de la calle 25 de Marzo se convirtió en un punto de reunión de la ciudad, con decenas de curiosos que tejen hipótesis sobre complicidades en el Banco Central y sobre el destino del dinero. Los especialistas en criminalística realizaban retratos hablados de los inquilinos de la casona. También procedían a los primeros interrogatorios en el Banco Central (BC), al darse por descontado que hubo complicidades internas. El propio BC abrió una investigación interna a cargo de tres directores y un procurador general, que deben entregar un informe en treinta días.
También surgen inesperadas comparaciones entre el mayor robo bancario de la historia de Brasil con el escándalo sobre los cuantiosos sobornos que el gobernante Partido de los Trabajadores habría pagado a un centenar de diputados.
Y los cavadores del túnel salen mejor parados que los políticos: “Al menos trabajaron para ganar ese dinero”, afirma uno de los presentes.

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