Vie 19.08.2005

SOCIEDAD

“Acá se impresionan porque nunca vieron una familia como la nuestra”

Una pareja gay presentó a sus hijos, dos mellizos de cinco años. Una amiga donó los óvulos y ellos buscaron a la “portadora”. Viven en Estados Unidos y piensan radicarse en Buenos Aires.

Lucas debe su nombre al tal Lucas de Julio Cortázar, afición de daddy Andrew. Julia se llama como quien la cargó en su vientre. Sin duda, son una familia: los Farach-Colton irradian normalidad. “La triste realidad es que somos un bodrio. Somos comunes y silvestres. No hay nada exótico en lo nuestro”, reconoció papi Martín, como lo llaman los mellizos de cinco años. Ayer, Julia dibujaba una mano de la que brotaban corazones. Su hermano optaba por estrellas. Se repartían las rodillas del papá estadounidense, que prefiere no hablar castellano. El papá dos, según la partida de nacimiento, relataba a sus compatriotas la llaneza cotidiana de la vida en Manhattan, donde ambos padres crían a melliza y mellizo libres de prejuicios modernos. Para ellos, este paraíso que reconoce la legalidad de su derecho a la paternidad corre riesgo. “Estados Unidos se está volviendo loco, fanático, histérico, fachista”, enumeró Martín. “Y en esta necesidad de tener un enemigo se la agarraron con los gays”, agregó. Por eso, si el Congreso de ese país les quita el derecho a la paternidad, piensan venirse a vivir a esta ciudad. En Buenos Aires pasaron un mes de vacaciones, que ya se acaba. Los chicos tienen que volver a la escuela.
Martín tenía tres años cuando Juan Carlos Onganía encabezó el golpe de Estado en 1966. Su padre, físico que se desempeñaba en la UBA, tuvo que seguir el exilio de tantos partidarios de la racionalidad. Los Farach se instalaron en Carolina del Sur. “Era un lugar horrible –evocó Martín–. No bien pude, me fui.” En varios estados estudió Medicina primero, Computación después. Conoció a Andrew Colton, su pareja desde hace 19 años, su marido desde 2003. “Cuando empezamos yo tenía 22 y él 23. Tras nuestro primer momento de amor le dije que quería tener hijos. A él le parecía que no era el momento para pensarlo, todavía estábamos estudiando.” A los 35 años, “a Andrés le sonó la alarma biológica”. Una amiga de la pareja les dio los óvulos. Martín y Andrew tiraron la moneda para ver quién aportaba el esperma. El nombre del elegido por el azar “es un secreto. Se lo vamos a contar a los chicos cuando quieran”, dijo Martín.
Tener un hijo por fecundación in vitro “no es muy complicado. Nos anotamos en una agencia y esperamos hasta que apareciera alguien compatible”. Fue Julia, “la portadora”, como le dicen los padres, con quien “no hicimos muy amigos”. Durante nueve meses, los dos la acompañaban al médico y miraban la panza crecer hasta que parecía que iba a estallar. “Tuvo en la semana 41. Cada uno pesó tres kilos y medio. Tanta panza tenía que no entraba en su ducha”, contó el papá argentino. El 9 de junio de 2000 estuvieron en el parto. La primera en salir fue la nena. Martín desempolvó su diploma médico para la ocasión y la recibió en sus manos. Así se materializó “una decisión muy pensada. Los homosexuales no tenemos el lujo de emborracharnos y despertarnos embarazados”, consideró.
En Nueva York no son tan notables. “Acá se impresionan porque nunca vieron una familia como la nuestra. Cuando vean la segunda, la tercera, ya no va a ser muy interesante”, auguró Martín. Según él, “desde que llegó (George W.) Bush el país está enloqueciendo. Hay ideas muy diferentes sobre cómo vivir juntos. Ahora los republicanos están déle hablar de modificar la Constitución para sacarle un derecho a un grupo”.
El año pasado, los chicos hicieron la pregunta. “Explicarles a ellos es más simple y más complicado. Mientras los padres heterosexuales prefieren no hablarlo por toda la complejidad de la parte sensible, para nosotros fue más sencillo, les explicamos todas las cuestiones biológicas. Conocen a la donadora de óvulos y a la portadora, pero saben que esas mujeres no son sus madres, nosotros somos sus padres. No tuvieron mamá: papi soy yo y daddy es mi marido”, contó Martín a Página/12. El testimonio de la familia, realizado en la sede de la Comunidad Homosexual Argentina (CHA) en el barrio de La Boca, es un puntal para el proyecto de ley de Unión Civil Nacional que la ONG presentará dentro de un mes. Para Martín, la iniciativa es “excelente, básica para el respeto de los derechos humanos. Si puedo participar para que sea efectiva, lo haré encantado”, sostuvo. Y aseguró que cualquier pareja homosexual puede tener hijos “si tiene los dólares para ir a hacerlo a EE.UU. Por eso, aprobar la ley en Argentina va a nivelar oportunidades de los gays pobres y los ricos. A los argentinos les gusta esta idea de justicia económica. Allá no es un buen argumento”.
Martín quiere que sus hijos sean “felices e interesantes”. Ayer, algunos medios le plantearon una cuestión “de ignorantes”, según el papá. ¿Y si los chicos no resultan heterosexuales? Se lo tomó con humor, pero dejó en claro que “la pregunta es ofensiva y prejuiciosa. Rechazo que ser gay sea malo. Yo soy gay y una persona maravillosa”, dijo, con precisión de Oscar Wilde. Y agregó: “Hay algo que está comprobado, y es que ser padre fumador le hace mucho daño a la salud de los chicos. ¿Alguien está dispuesto a prohibir que los fumadores tenga hijos?”.

Informe: Sebastián Ochoa.

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