SOCIEDAD
› 16 JOVENES SE GRADUARON PARA RESCATAR LA MUSICA DE SUS ANCESTROS
Soplando en el viento de Tilcara
Miguel Estrella desarrolló una carrera para promover la cultura de la Quebrada y a través de ella resolver los problemas de sus pueblos.
› Por Eduardo Videla
Desde Tilcara
“Recién ahora empecé a conocer de dónde yo era, vi mi pueblo con otros ojos”, dice Julia Avalos (26), nacida en Molulo, un poblado que está a 14 horas de Tilcara, y al que sólo se llega de a pie o a lomo de mula. No había emigrado a una gran metrópoli sino a este pueblo de la Quebrada de Humahuaca, pero sus raíces se habían diluido. Serafín Lamas tenía 23 cuando su futuro como peón rural, en una finca de Volcán, al sur de la quebrada, parecía escrito y sellado: no tenía en su comunidad la posibilidad de estudiar más allá de la escuela media. Los dos, junto a otros 14 jóvenes –jujeños en su mayoría–, han finalizado aquí una experiencia única: se graduaron como promotores socio musicales, una carrera promovida por el músico Miguel Angel Estrella, embajador argentino ante la Unesco. Los graduados ahora trabajan en el proyecto “La voz de los sin voz”, una ambiciosa propuesta para registrar en grabaciones la música de los pueblos andinos del Norte, testimonios anónimos de una cultura que hasta ahora sólo han salido de las comunidades llevados por el viento de la montaña. Será, según define el fundador de Música Esperanza “el ADN de la música de estos pueblos”.
Los dieciséis jóvenes recibieron el domingo sus diplomas de graduación, en el marco de una fiesta popular que empezó por la mañana y finalizó al atardecer, en el Centro Andino para la Educación y la Cultura, donde cursaron durante dos años y medio. Allí sonaron las guitarras, la caja y los sikus, y también el piano, en las manos de Estrella. Los padres de los graduados, hombres y mujeres sencillos de poblaciones vecinas, se emocionaron al abrazar a sus hijos: saben que ahora no tendrán que abandonar su comunidad para trabajar en lo que a ellos les gusta.
¿Qué son los promotores socio-musicales? Susana Moreau, directora de la carrera, explica que “se trata de acercarse a las comunidades a través de la música y a través del lenguaje artístico, trabajar por una sociedad mejor”. Así, los promotores contribuyen a que los miembros de cada comunidad se organicen para resolver sus problemas.
A Julia, por ejemplo, le preocupa qué pasará ahora con la gente de su pueblo, Molulo, después de que un incendio devastara el poblado, hace unos días, y dejara sin casa a muchas familias y sin ganado a casi todas. “Hubo una quemazón muy grande, la gente está muy triste porque ha perdido el trabajo de años”, dice Julia, que con su hermano Walter ya está trabajando en “cómo organizarse para reconstruir las casas y, con lo que aprendimos, cómo hacer para que con esta desgracia no se pierda el espíritu de las fiestas del pueblo”.
“Es que este es un pueblo que, de los 365 días del año, está de fiesta 200 y cuando no hay fiesta, la inventamos”, explica el intendente de Tilcara, Félix Pérez, a quien todos conocen como el Indio. Exagera, pero ayuda a graficar cuál es el espíritu de este pueblo.
Alina Quispe tiene 25 y vive en Tilcara. Había empezado un profesorado para educación inicial, pero eso le exigía trasladarse a Humahuaca, a unos 50 kilómetros. Justo cuando la carrera se le hizo difícil de solventar, le llegó al información de la Tecnicatura en Promoción Socio Musical. La experiencia de campo la hizo en Hornaditas, a 18 kilómetros de Humahuaca. El vínculo que generó con la gente del lugar hizo posible el proyecto que elaboró con un grupo de diez familias: “Queremos equipar habitaciones en las casas familiares para albergar turistas. Pero que no sea sólo un alojamiento sino que la gente que venga comparta la forma de vida de la comunidad”, explica Alina.
Todos los graduados tienen armado un proyecto con el pueblo en que trabajaron, producto de la tesis para su graduación. Como el que cuenta Antonio Cruz, un maestro de 36 años, que propone crear pequeñas bandas musicales en las comunidades vecinas. Para concretar esas propuestas,serán necesarios recursos, pero el primer paso está dado. “Cada vez que un hombre sueña, el mundo avanza”, dijo Estrella, rescatando una cita de Antoine de Saint Exupéry.
Entre los que llegaron a Tilcara para entregar los diplomas estuvieron el ministro de Educación, Daniel Filmus, y el embajador de Francia, Francis Liot. Educación financió la última parte del proyecto, que permitió a los jóvenes graduados calificar como docentes, lo que les da la posibilidad de incorporarse al sistema educativo provincial, como salida laboral. Filmus se comprometió a apoyar de la misma manera una segunda etapa, para la cual los organizadores están buscando financiamiento. “La globalización exige afirmar más las culturas locales, para que la integración con la cultura global se haga desde la diversidad”, afirmó el ministro.
La experiencia piloto que finalizó con las graduaciones se solventó con fondos de la fundación Avina. En tanto, la Unesco financia el proyecto de “La voz de los sin voz”.
Para ingresar al curso, los aspirantes tenían que tener alguna formación musical. Como Milton, un chico de Abrapampa, que tocaba el clarinete en la banda municipal, o Alina, que había aprendido a arrancarle melodías al charango. Luego, en la carrera, recibieron formación musical y humanística. Durante los dos años y medio de cursada, hicieron vida de comunidad: como la mayoría venía de afuera de Tilcara, vivieron juntos en el Centro Andino. “Tuvieron que aprender a eliminar prejuicios, como la discriminación hacia la gente del Norte, los coyas, y el machismo, que aquí son muy fuertes”, cuenta Susana Moreau. Sólo cuatro chicas integraron el grupo de graduados.
En la fiesta, también fue protagonista el grupo de niños –muchos de ellos en situación de riesgo– que participan de un taller de estimulación por el arte. Y los integrantes de la Embajada Cultural Andina, un grupo de músicos jóvenes del Norte de Argentina y Chile y del Sur de Bolivia.
“Lo importante de esto es haberlo hecho aquí. ¿Por qué hay que ir a las grandes ciudades para hacer estudios de calidad?”, dice Susana Moreau, que trajo como docentes a integrantes del Pro Música de Rosario, profesores de Buenos Aires, de Bolivia y hasta un percusionista cubano.
Al atardecer, mientras la chicha va entonando las voces y templando el alma, suena en el patio de tierra del Centro Andino la voz de los copleros que bajaron de los pueblos para decir lo suyo, en esa suerte de payada colectiva, con tonos que van desde el lamento y la protesta hasta la picardía sutil: “Cuando paso por el río / te veo siempre lavando. / La hermosura de tu cara / el agua la va llevando”.