Lun 30.01.2006

SOCIEDAD

Una China Town porteña para recibir al Perro

Ayer comenzó el Año Nuevo chino. Es el 4704 y corresponde al Año del Perro. En el barrio de Belgrano, donde se concentra la comunidad, miles de personas festejaron entre salsas de soja, fideos fritos y palitos chinos.

Guiados por el calendario lunar que ordena sus días, ayer los chinos recibieron un nuevo año. El barrio chino porteño, ubicado dentro de otro barrio, el de Belgrano, fue el centro de los festejos en la Argentina. Se trató de la ocasión perfecta para que las distintas manifestaciones de la cultura oriental salieran a la calle y para que cientos de integrantes de la colectividad china en el país y otros tantos curiosos se pasearan como turistas en su propia ciudad. Todos iban alegres por la llegada del Año del Perro, sin detenerse a pensar demasiado en el porqué del comienzo de año en febrero o en cuáles son los extraños motivos para que ni los chinos supieran qué número de año estaban inaugurando.

“No sé, depende. Para los taiwaneses es el año 95 porque cuentan desde la independencia de la isla. Pero para los chinos del continente no sé, más de 4700 seguro”, respondía Silvia Tseng, de la Asociación Civil de Chinos en la Argentina, ante la pregunta, tal vez muy occidental, de Página/12 acerca de qué año estaba comenzando. En rigor, se trata del 4704, aunque pocos de los que festejaban lo sabían, lo cual refleja el milenarismo de la historia china, iniciada unos 3000 años antes de Cristo.

Y poco parecían importar las cuestiones matemáticas a quienes recorrían las tres cuadras del China Town, en Arribeños entre Juramento y Olazábal. Fueron centenares, con y sin ojos rasgados, los que a pesar del calor agobiante decidieron incursionar en las particularidades de la cultura oriental y caminaron entre el aroma de las comidas típicas servidas en la vereda.

Así, pudieron probar pescado frito condimentado con salsa de soja y ajo, o carne de cerdo asada con el mismo aderezo, que le da “un sabor entre dulce y picante”, aseguran. También, había fideos que debían ser capturados con los clásicos palitos y comidos sin cortarlos, porque simbolizan una larga vida. Tal vez menos orientales, había salchichas envueltas en masa que se podían degustar atravesadas por un palillo. Un lugar destacado lo tenía el sushi, que no es chino, sino japonés, pero que allí estaba unido a los festejos. La bebida: té verde, frío, con miel.

Entre la muchedumbre, salió a mostrar sus múltiples colores el dragón. Al ritmo de gongs, tambores y petardos para espantar a los malos espíritus, el mítico animal, de varios metros de largo, se paseaba sacudiéndose a uno y otro lado. Entonces se armaba un grupo a su alrededor y todos se estiraban para tratar de tocarlo, en busca de algo de la prosperidad que representa. Se mostraban más interesados en ese acercamiento quienes hacían de turistas que aquellos que por su origen sabían algo más sobre el dragón.

No eran pocos los vendedores que aprovecharon la oportunidad para aumentar su clientela de entre la gran cantidad de acalorados e infrecuentes visitantes. La oferta era variada. Por el lado de los productos del Oriente había abanicos de numerosos colores y tamaños, artesanías en madera, gorros chinos, muñequitos del manga japonés (esos dibujos animados con personajes de ojos muy redondos y que viven historias fantásticas) y un stand en el que se hacían pinturas en el cuerpo con un aerógrafo. Mezclados con todo eso, se podían ver productos no tan típicamente orientales: desde corpiños hasta el infaltable “palito, bombón helado”, pasando por la ensalada de fruta vendida con un cartel que deseaba “Feliz Año Nuevo”.

“Vengo siempre porque son amigos y muy buena gente”, contaba Marta dentro del sauna en el que se había convertido el improvisado auditorio de la Asociación. Allí se desarrollaba una obra teatral musical, en chino, a la que todos aplaudían, aunque sólo una parte del público lograba comprender.

No todos estaban tan contentos. Algunos se sentían arrastrados hasta una experiencia de turismo exótico a la que la sensación térmica y la alta concurrencia le quitaban un poco de brillo. “Ya comiste, ya compraste, ahora nos podemos ir”, se quejaba una señora mayor a una familiar con unas décadas menos. Pero no había caso, la señora debió seguir caminando durante un rato más.Tampoco faltaron los perros llevados por sus dueños para festejar el comienzo de su año. Dicen los que saben que será un muy buen ciclo para los que están representados por ese animal en el horóscopo chino. “Esas personas tendrán más suerte, igual que sus familiares”, señala Silvia, quien no duda en asimilar el carácter de esos seres humanos al del animal doméstico: “Son cariñosos y fieles”, describe. Y se despide con un “Shin-nien kuai-lh”, algo así como feliz año, pero en chino.

Informe: Lucas Livchits.

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