Dom 16.06.2002

SOCIEDAD  › PADRES QUE NO PUEDEN PAGAR LOS COLEGIOS OFRECEN TRABAJOS

Cambio cuota por pintura

Para la golpeada clase media, el colegio privado es lo último que se resigna. Los padres hacen todo sacrificio posible para seguir pagando las cuotas y, cuando ya no pueden, muchos ofrecen trabajos. Desde pintar el frente hasta dar talleres o hacer arreglos. En algunos colegios de la zona sur del conurbano ya aceptan hasta electrodomésticos usados a cambio de cuotas impagas. Especialistas hablan del lugar del colegio en la vida de la clase media.

› Por Mariana Carbajal

Suprimieron actividades de esparcimiento. Abandonaron marcas de primera calidad a la hora de consumir alimentos. Dieron de baja la televisión por cable. Redujeron el horario de trabajo de la empleada doméstica o directamente se quedaron si ella. Y hasta dejaron de tener cobertura prepaga o cambiaron por una más barata. Son profesionales y comerciantes, y ahora están haciendo malabares para mantener a sus hijos en el colegio privado, uno de los últimos bastiones que la clase media no está dispuesta a resignar. La estrategia más novedosa es el intercambio de servicios o bienes por la cuota escolar. Papás que se encargan del mantenimiento edilicio; que pagan con pintura o cortinados; contadores o abogados que se ocupan de llevar los números de la institución de sus hijos, amas de casa que cumplen tareas administrativas. En los casos más extremos, entregan televisores, videocaseteras y otros bienes para achicar deudas.
Jorge Echeverría vive en el barrio porteño de Belgrano. Se dedica a diseñar estructuras metálicas (para techos, viviendas, torres de alta tensión) y a la vez es titiritero y escribe música para obras de teatro. Su esposa es psicoanalista. Como en la mayoría de los hogares de clase media, sus ingresos han ido en franco retroceso. Hasta hace seis años, la actividad artística era la ocupación laboral principal de Jorge. Tenía un grupo de títeres, que en alguna ocasión dirigió Hugo Arana, y daba funciones para instituciones y escuelas. Pero desde 1996, fue perdiendo paulatinamente trabajo y no le quedó otra alternativa que destinar tiempo y esfuerzo al otro rubro laboral que, como depende de la construcción, está lejos de ser un negocio floreciente. El matrimonio tiene dos hijos. El mayor, de 15, concurre al 3º año del Colegio de la Ciudad, en Moldes y Pampa, una escuela privada con una cuota que ronda los 350 por mes. El menor va a otro con una cuota similar.
“A la hora de achicar gastos, pensamos en sacarlos del colegio. Es una de las alternativas que se te ocurren, pero preferimos ver cómo podíamos hacer para evitar ese cambio”, comentó Jorge a Página/12. A comienzo de año le planteó al director del Colegio de la Ciudad, Néstor Abramovich, la posibilidad de realizar algún intercambio para aliviar el costo mensual. “Como la escuela tiene orientación artística, se me ocurrió que podía dar un taller de títeres”, explicó. La propuesta fue bien recibida y hace más de un mes que está en marcha. “Enseño desde construir los títeres hasta armar los textos de las obras. Y a mí me ayuda porque reduzco así un porcentaje significativo de la cuota.” Para colaborar de alguna forma con otras familias, el mismo colegio armó una red de intercambio de productos y servicios entre madres y padres. Cada uno informó a qué se dedica y esa información se puso a disposición de todos. “Sin que esto constituya la instalación de una feria de trueque, buscamos aliviar en algún sentido las complicaciones económicas de las familias”, señaló el director.
Canje de pintura
El caso del Colegio de la Ciudad no es aislado. La crisis ha pegado tanto en los sectores medios –principales consumidores de la educación privada– que las instituciones educativas, por un lado se han visto obligadas a aumentar el porcentaje de alumnos becados, y por el otro, están escuchando ofertas de los padres, para no perder matrícula.
Batia Nemirovsky, titular del Consejo Central de Educación Israelita, da un panorama de los colegio de la colectividad judía. “Frente a la situación económica cambiante de muchas familias, en las escuelas están contemplando que los alumnos puedan seguir en la misma institución de diversas formas. Una, pagando la educación a través de servicios; por ejemplo, si un papá es contador, puede colaborar en la contabilidad del colegio; hay mamás que ayudan atendiendo el teléfono o haciendo tareas administrativas. Otra opción es realizar compromisos de pago a futuro, pactos a mejor fortuna, es una deuda moral con la institución que no es reclamable; sucede mucho cuando los padres tienen profesiones liberales y tienen que utilizar su tiempo para salir a buscar trabajo. La tercera alternativa es que trabajen en la organización de eventos para recaudar dinero para el fondo de becas”, detalló Nemirovsky.
“Estamos viendo de ser lo más flexibles posibles”, sostuvo Graciela Corbani, directora del primario Julio Cortázar, de Colegiales, cuya cuota es de 350 pesos mensuales. Pero aclara: “La escuela no puede becar a todos los alumnos y tampoco aceptar cualquier servicio. Hay servicios que no son intercambiables; por ejemplo, un papá que tiene un lavadero nos propuso lavar la ropa, pero no pudimos aceptar, no íbamos a venir todos con el bolsito de ropa sucia. Otro, ofreció la mano de obra de un cerramiento para el arenero del jardín de infantes, pero nos faltaban los materiales, así que no pudo ser”. En el hall del colegio también habilitaron una cartelera para que padres y madres ofrezcan sus servicios.
Entre varias propuestas, hubo una que Corbani aceptó: un papá que trabaja en una empresa de aplicación de pintura canjeó el 50 por ciento de la cuota de sus dos hijos, de 4 y 8 años, por la pintura –mano de obra y material incluido– de parte del edificio escolar. “A principio de año comenté en mi trabajo mi preocupación por el costo del colegio de los chicos. Como la empresa se maneja mucho con canjes, el mismo titular de la firma me propuso que planteara un canje, ya que teníamos la pintura en los estantes y la mano de obra parada. Pregunté en el colegio y como tenían pensado pintar la fachada y el patio, les pasé un presupuesto y aceptaron. Calculamos el descuento y ahora estoy pagando la mitad de la cuota, en lugar de pedirles una beca. Y a mí, la empresa me descuenta el costo a largo plazo”, reseñó el padre a Página/12, que es encargado de Producción de la firma y prefirió mantener su nombre en reserva. Su esposa es artista plástica y da clases de pintura. Según contó, la familia redujo los consumos “en todo sentido”. Uno de los rubros fue la empleada doméstica, que concurría de lunes a viernes con una jornada completa y pasó a trabajar tres veces por semana medio día. “Nuestra intención es mantener a los chicos en el colegio lo más que podamos”, señaló.
Evidentemente, es una intención compartida. Un relevamiento realizado el año pasado por la consultora Graciela Römer en la clase media del área metropolitana detectó la tendencia que, según sus estimaciones, se mantiene: al momento de achicar gastos, la última opción es el cambio de los hijos de una escuela privada a otra más barata. Incluso, antes están dispuestos a dejar la cobertura prepaga o cambiarse a una más económica.
La tele por la cuota
Un dato significativo es que el número de chicos que este año pasó de la escuela privada a la pública en la Capital Federal, resultó menor al esperado teniendo en cuenta el tenor de la debacle económica. Sólo un 4 por ciento de la población escolar del sector privado, unos 4700 alumnos, en un territorio donde es record la matrícula escolar privada: 50 por ciento, de inicial a terciaria, lo que la ubica en una de las ciudades del mundo con mayor porcentaje, precisó el doctor en Educación Mariano Narodowsky. En el partido de San Isidro llega al 62 por ciento y en Vicente López a 65 por ciento. La elección de la educación privada frente a la pública en la clase media, señala Narodowsky, responde a distintos factores: “Consideran que la calidad de la escuela pública es muy baja y no responde a su demanda, para algunos es una cuestión de status y también hay motivos religiosos y étnicos”.
Roberto Baloira, representante de la Vicaría de Educación en la Cordiep (la entidad que agrupa a las entidades de gestión privada), reseña la situación en los colegios parroquiales, cuya cuota es de 33 pesos para la jornada simple (puede llegar a 66, cuando el alumno concurre a varios talleres como inglés y computación por la tarde) y 45 para jornada completa. “Hemos incrementado las becas: antes alcanzaban al 10 por ciento de los chicos y ahora están por arriba del 15. Pero el mayor problema son los autobecados, los que no pagan. Estamos viendo cómo refinanciar lasdeudas”, indicó Baloira. Entre los padres de los becados y los autobecados hay muchos profesionales desocupados que se han ofrecido para pintar o realizar tareas de mantenimiento de bancos y sillas. “No sólo se toma en cuenta la ayuda como una forma de compensar la cuota que no se paga, sino fundamentalmente para darles un apoyo espiritual. El hecho de no poder cumplir con algo tan esencial como la educación de sus hijos los afecta anímicamente y se sienten inútiles”, destacó.
En el Colegio de las Estrellas, de Olleros al 3200, cuya cuota es de 180 pesos en el jardín y 220 en la primaria, están utilizando el sistema de trueque también con los morosos. “Un papá que tiene negocios de herrajes se está poniendo al día con mercadería”, señaló Alejandra Riestra, directora y dueña de la institución. Un matrimonio con dos hijos en 2º y 4º grado intercambió la matrícula de ambos chicos por los cortinados de las aulas de la primaria. “Trabajan en la venta de telas y consiguieron que un amigo les hiciera la hechura”, contó Riestra.
El sistema tiene sus limitaciones. “En los casos en los que los papás realizan arreglos o tareas de mantenimiento para ir condonando deudas, suelen trabajar sin seguro ni ART ni nada, y el colegio se expone a un juicio si la persona tiene un accidente. Además, en general trabajan sin factura y es un problema para la contabilidad”, comentó a este diario un directivo de un colegio de Quilmes.
En los sectores de clase media más empobrecidos, cuando la familia no tiene ningún servicio para intercambiar con el colegio, se están llegando a situaciones extremas de entrega de electrodomésticos como televisores y videocaseteras para mantener a los chicos en las aulas. “Se va a la casa, se tasan los bienes y el colegio los retira. Hay dos posibilidades, si la institución necesita alguno de los objetos, se los queda. Si no, hace una lista y los ofrece a los docentes, que los toman a cambio del salario”, confió un propietario de varios colegios de la zona sur del conurbano donde el sistema ya está vigente.

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