Dom 13.08.2006

SOCIEDAD

Café con apellidos

“Difícil lo del comisario”, dijo mi amigo bahiense en el café. Bahiense por Bahía Blanca y, por lo tanto, conocedor de temas regionales. “¿Por?”, pregunté intrigado. “Gustavo Moral, el comisario de Médanos, lo embocaron y lo procesaron por corrupción.” Entre los uniformados, se ve, el apellido puede funcionar como chapa. “Ahí tenés el caso de Poli, ex comisario en Trujuy –saqué el comentario como para estirar el tema–, o Juan Botón, que supo pasar por Lobos. También me acuerdo del subcomisario Lacana, de Aldo Bonzi. O Antonio Rueda, que terminó su carrera con su máxima aspiración...”

“¿Rueda..., Rueda...? No recuerdo ningún jefe de la Bonaerense Rueda”, se esforzó mi amigo. “No, Rueda se retiró como jefe de Seguridad Vial”, aclaré. “Bueno, si es por eso, Miguel Presa fue jefe de la DDI de Mar del Plata”, recordó él. “Y el subcomisario Héctor Pisetta, en la seccional de Devoto, por qué habrá iniciado su carrera?”, agregó. No respondí. Por mi memoria pasó, raudamente, la figura del oficial de José C. Paz, José de Armas, que terminó acusado por robo.

“¿Del comisario retirado Seisdedos tenés algo que decir?”, agregó y en eso pasó fugaz el Fórmula 1 de la escudería de RedBull y la pregunta se perdió en el aire. Al volante iba el piloto Scott Speed.

La charla siguió para otros rubros, como el deporte. El noticiero deportivo dio el impulso. Después de los autos vino el hockey, y la leona Belén Pallito haciendo dribblings. Mi amigo, el bahiense de apellido Blanco para decirlo finalmente, se acordó de que tenía un colega en Tandil, “Ricardo Cámera es jefe del noticiero en el canal local”, aseguró y no tenía por qué no creerle. “¿Cómo se llamaba el arquero de Junior de Barranquilla?... Calixto Chiquillo”, me dijo sobrador. “Bueno, el dos de Instituto, Sebastián Brusco, no piensa dos veces si hay que poner gamba, y Luciano Palos estaba al arco en Newells”, recordé. Después torcimos para los temas más personales. Me dijo que había conocido a un biólogo especializado en envejecimiento de apellido Juan Young y que estaba interesado en contactar al ingeniero especialista en Ciencias Hídricas de la Universidad del Litoral, Loseco.

Después, pagamos la cuenta. Mi amigo Blanco bahiense se levantó primero. Tenía que ver a un abogado penalista de apellido Mangiavillano. Metió su mano en el bolsillo y cuando la sacó había caído algo. Me agaché a levantarlo. Era un papel. Una tarjeta de presentación. “Carlos Mikei. Fiestas infantiles”, decía, pero mi amigo ya se había ido.

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