Sáb 12.01.2002

SOCIEDAD  › LA NUEVA MODA DE LOS CHICOS EN VACACIONES

Bailando sobre la máquina

› Por Alejandra Dandan

“¿Nosotros?: vamos a rapear, así le decimos.” Así le dijo a su mamá hace unos días. Leandro se moría de vergüenza, pero tenía tantas ganas de subirse a las máquinas que terminó pidiéndole. La señora de Barreta lo llevó hasta King, una de las salas del centro donde las criaturitas se pasan el día rebotando contra una plataforma como pelotitas de ping pong. Lo llevó a la tarde, a esa hora que nadie mira porque todos están en la playa. Leandro puso las fichas donde decía “juegue y aprenda a bailar” y como decía que “no baile con zapatos de tacos finos” le dijo a su mamá que no subiera. Después de unos días ya ni siquiera tiene un poquito de vergüenza y se ríe de los más nuevos, esos chicos con menos días de vacaciones raperas. Por treinta centavos las criaturas electrónicas bailan y de paso conocen chicos y les quitan el sueño a los vecinos durante esas horas de la madrugada en las que siguen saltando.
Las instrucciones de uso mejor las cuentan ellos: “Tenés que seguir los pasos que te marcan las flechitas”, dice Alexis Jeldrez, de 13 que desde hace un rato está que sí, que no, porque no se anima. Las flechitas son un montón de señales con luces de colores que aparecen y se van y les dicen que salten a la izquierda, o a la derecha, o atrás o, si es como ese ritmo más hard que sigue Leandro, les ordena que apoyen un pie más al costado. Es que con ese “hay que matarse –cuenta– porque viene más rápido, pero menos que el remix que es todavía más rápido, cada vez más.”
–Uy, mirá –dice una nena–: ésa juega de a dos al mismo tiempo...
Las dos amigas de diez años no lo pueden creer: la de rulos está saltando arriba de dos pistas simultáneamente.
Estos nuevos videojuegos, que hace algunos años hicieron estragos entre los chicos californianos, llegaron hace un año a Buenos Aires y están en Mar del Plata hace unos treinta días, justo antes de la temporada. No hay muchas en la ciudad pero las que tienen dos salas del centro han logrado en estos días más público que los programas de teatro. Los chicos, pero más todavía los grandes, se detienen en la calle al mejor estilo de las grandes hinchadas. Casi no hace falta dinero, con un peso Leandro se pasa la mitad del día arriba de las máquinas y la otra mitad espera en el banco. Pero en esa espera todos bailan: estas colas son más divertidas que las de los bancos donde sacan plata los papás.

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