SOCIEDAD › UNA EXPERTA DE LA OEA ANALIZA LA SITUACION ARGENTINA EN VIOLENCIA DE GENERO
La abogada Susana Chiarotti es argentina y participa en el comité de la OEA que evalúa la situación de las mujeres en cada país. Al conmemorarse hoy el Día internacional de la No Violencia contra la Mujer, hizo para Página/12 el balance de Argentina.
› Por Mariana Carbajal
“Falta mucho por hacer pero los logros son muchísimos. Hay que pensar que la violencia contra las mujeres estuvo legitimada por milenios, y ahora se la considera una violación de los derechos humanos. El cambio es brutal”, resume Susana Chiarotti, y sorprende con una mirada global optimista, al analizar la lucha contra la violencia hacia las mujeres. Feminista con larga militancia en la defensa de los derechos de las mujeres, fundadora del Instituto de Género, Derecho y Desarrollo de Rosario (Insgenar), esta abogada argentina ocupa actualmente un lugar en el comité de expertas de la OEA que se encarga de evaluar a los países del continente en el cumplimiento de la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer, conocida como Belém do Pará. En una entrevista con Página/12, Chiarotti señala las deudas pendientes en el país y entre ellas apunta la ausencia de un Plan Nacional contra la Violencia hacia las Mujeres, el bajísimo presupuesto del Consejo Nacional de la Mujer, los obstáculos que tienen las víctimas para acceder a la Justicia y la falta de estadísticas serias que revelen la real dimensión del fenómeno. “A los servicios de atención no llegan más del 10 por ciento de las víctimas”, precisó.
El próximo 15 de diciembre, el comité de expertas que integra Chiarotti entregará a la OEA su evaluación sobre el cumplimiento de la Convención de Belém do Pará en cada país del continente. Para ello tendrán en cuenta el informe oficial elevado por cada estado, entre ellos el gobierno argentino, y el que, a modo de contrainforme, presentan organizaciones no gubernamentales. Con ambos documentos estudiados es que Chiarotti analiza aquí la situación argentina.
–¿Cuáles son los problemas más preocupantes en el país?
–Hay cuatro aspectos que analizamos en el Comité de Expertas en Violencia: el marco jurídico, el acceso a la Justicia, el presupuesto asignado y las estadísticas. Argentina sólo tiene leyes de violencia familiar, es decir, tienen sentido neutro y se refieren al ámbito doméstico, es decir, no son claras para defender a las mujeres. Faltan muchas leyes para que la violencia contra la mujer esté abordada en sus múltiples manifestaciones: no hay leyes que sancionen el acoso sexual en el ámbito privado ni la trata de personas. En el Código Penal todavía existe la figura del avenimiento entre la víctima y el violador. Antes, si el violador se casaba con la víctima quedaba eximido de la pena. Ese artículo ha sido derogado, pero se ha incorporado el avenimiento, que es considerado otra forma de perdón. El noviazgo y el matrimonio se convierten en permisos para violar: en vez de ser agravantes funcionan como atenuantes. Es algo que viene de antes de la Edad Media y hay que derogar.
–El segundo punto que mencionó es el acceso a la Justicia. ¿Cuáles son los mayores obstáculos?
–Ahí tenemos una deuda inmensa. Aquellas mujeres rurales o indígenas víctimas de violencia difícilmente tengan acceso para realizar denuncias. Todavía persiste el problema ideológico: muchos jueces siguen sin creer en la palabra de la víctima y aún persiste la tendencia a investigar su vida privada y su historia sexual. Si una mujer denuncia que es violada van a ir a averiguar si tenía el himen roto. No es una exageración lo que digo. Sucede. Recuerdo un caso que me tocó patrocinar hace unos años en Rosario: una chica de 14 años que había sido violada. Por la edad de la niña, había pedido discreción en el juzgado. Sin embargo, en el expediente se incorporó el testimonio de un policía en el que señalaba que lo habían mandado a averiguar al edificio donde vivía la niña si ella era promiscua. Todos los vecinos quedaron alertados. Como en este caso, en muchos otros las víctimas de violación quedan manchadas, acusadas. Eso daña su imagen. No es pertinente. Lo importante es probar el acceso carnal. En países europeos no se puede poner en el expediente judicial comentarios o informes sobre la vida privada de la víctima.
–El presupuesto anual del Consejo Nacional de la Mujer no llega a los dos millones de pesos. ¿Cómo analiza que en un momento de superávit fiscal sea tan bajo?
–Es difícil que un país muestre compromiso político para combatir la violencia si no ha asignado fondos para campañas, para atender a las víctimas, para crear refugios para mujeres golpeadas, para brindarles asesoramiento jurídico. Esas partidas tienen que ser específicas y genuinas. En nuestro país, el 75 por ciento de los fondos del Consejo Nacional de la Mujer es para sueldos del personal. No sé como con el 25 por ciento restante se puede hacer algo. En Argentina no hay plan nacional contra la violencia, no hay presupuesto y tampoco estadísticas.
–Para esta fecha se difunden cifras de cantidad de mujeres atendidas en servicios gubernamentales o que denuncian situaciones de violencia. ¿No son válidas?
–Hay que tener en cuenta que las mujeres que acceden a los servicios no son más del 10 por ciento de las víctimas. Los datos basados en servicios son parciales, aislados. No tenemos noción de la dimensión del fenómeno y no podemos diseñar políticas. Se podrían obtener datos certeros a través de encuestas nacionales o incorporando algunas preguntas al Censo Nacional y sería sencillo.
–¿Considera que al gobierno de Kirchner le preocupa y le interesa el problema de la violencia hacia las mujeres?
–En principio, habría un indicador de que le interesan los derechos humanos de las mujeres y es la reciente ratificación del Protocolo Facultativo de la Cedaw. Pero falta mucho todavía. Además de los problemas que ya señalé, también es necesario capacitar al personal judicial y policial en violencia de género para que entiendan el fenómeno
–¿Por qué cree que la violencia hacia las mujeres, tan generalizada, que causa muertes cotidianamente, no logra sensibilizar a la población como la inseguridad?
–Nuestra sociedad sigue siendo misógina y androcéntrica, aunque si se la compara con otras latinoamericanas podríamos decir que no lo es tanto.
–¿Cómo se puede lograr un cambio cultural para que la violencia contra las mujeres no se naturalice?
–Un plan nacional debería incluir intervenciones en los medios de comunicación. Si a una mujer se la muestra en la televisión ligera de ropa y al lado toca un grupo de cumbia villera que canta letras que dicen “Haceme chas chas que me gusta” no estás favoreciendo un cambio cultural. También hay que estar atento a las publicidades.
–Si tuviera que hacer un balance entre los avances y las deudas pendientes...
–No soy pesimista. Estoy muy contenta con los cambios. En Argentina había jurisprudencia que decía que el hombre tenía derecho a disciplinar a su familia pero no a excederse. Aunque hay que mejorarlas, tenemos leyes de violencia. Además, instalamos el tema en la agenda pública. Para muchos, el lobby del movimiento de mujeres en el mundo ha sido uno de los más exitosos de las últimas décadas. En 30 años el avance es impresionante. La violencia hacia las mujeres estuvo legitimada por milenios. El cambio es brutal. Ahora todo el mundo sabe que golpear a una mujer está mal. ¿Erradicar la violencia? Esa es otra cosa.
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