Una pareja asaltó una escribanía de Viamonte y Uruguay. Rodeados por la policía, mantuvieron tres rehenes durante cuatro horas, hasta entregarse.
› Por Horacio Cecchi
“¡Todo el mundo atrás!”, gritaba el cabo del pelotón de la guardia de infantería. “¡Atrás de la raya!”, gritaba, puesto en personaje de Gasalla, “¡atrás!”, volvía a desgañitarse bajo el sol, pasado el mediodía, mientras los representantes del Consejo Federal de la AFA hacían presión en la esquina de Talcahuano y Viamonte. No había modo de hacer entender a los hombres del fútbol argentino que a una cuadra, en la esquina de Viamonte y Uruguay y a veinte metros de la sede fulbera, se desarrollaba una toma de rehenes. Los de la AFA le metían presión al cabo y a la columna de infantería que hacía de stopper de los de la AFA. A todo esto, en la escribanía del 5° piso de Viamonte 1422, una pareja mantenía de rehenes a tres empleados de la escribanía Calot, después de un asalto frustrado y generaba cortes de calles y puertas cerradas en toda la zona, incluyendo las de la AFA. “¡Robo por mis hijos!”, gritaba la asaltante desde la ventana de la oficina mientras apuntaba a la cabeza de una de las rehenes. A las cinco y media de la tarde, cuatro horas de tensión y nerviosismo después de haberse iniciado el sitio, la pareja aceptó entregarse. Cinco minutos después, se abría el vallado de Talcahuano y los de la AFA en estampida le pasaron por arriba al cabo como corner en tiempo de descuento.
La escribanía de Silvina Calot se encuentra en las oficinas I y J del 5 piso de Viamonte 1422, casi esquina Uruguay. El edificio abarca toda la esquina y tiene en su entrada puertas con rejas de hierro, rejas que según los hechos que provocaron esta crónica resultaron absolutamente inocuas. Alrededor de las 13.30 de ayer, una pareja logró subir al 5° piso y entrar en la escribanía armada con dos revólveres, uno calibre 38 y otro posiblemente del 32, mientras se encontraban tres empleados, dos mujeres y un hombre, según informó un vocero de la Federal.
Alguna versión no confirmada indicaba que en la escribanía se desarrollaba una operación multimillonaria y que la pareja de asaltantes tenía el dato, pero el dato fue desmentido por los investigadores. Lo cierto es que la pareja pudo entrar pero no pudo salir. Cuando terminaba de robar poco dinero a los empleados, Graciela, la encargada del edificio, creyó ver movimientos “raros” en la escribanía y llamó al Comando Radioeléctrico. “Me parece que pasa algo en la escribanía. Parece como si estuvieran robando”, dijo la encargada. El Comando llamó a la comisaría 3ª, que se encuentra a pocas cuadras de allí, y el edificio quedó inmediatamente rodeado. En pocos minutos también llegaba suficiente guardia de infantería como para meter vallados aquí y allá, cerrar el paso del tránsito y comenzar a organizar el comité de crisis.
La pareja, rodeada, inmediatamente se encerró en la escribanía y tomó como rehenes a los tres empleados, mientras una cuarta lograba escapar. La escribana Calot siguió las peripecias desde la vereda de Viamonte. Rápidamente, la policía obtuvo los datos de los dos asaltantes, el hombre de 30 años y la mujer de 32, ambos con antecedentes. Según el jefe de la Circunscripción primera a cargo del comité de crisis, Hugo Lompizano, “la mujer, ‘Laura’, estuvo detenida en la tercera por un robo el 23 de diciembre del año pasado, y ella misma reconoció al negociador del Geof, con el que se contactó durante un asalto al Invap (Instituto de Investigación Aplicada), en Esmeralda y Corrientes, el 10 de junio de 2003, cuando uno de los asaltantes, al verse rodeado, empezó a tirar billetes desde una ventana a la calle.
Los dos asaltantes se alternaron para aparecer por el balcón del 5° piso, apuntando a la cabeza a una de las rehenes. La pareja pidió la presencia de familiares y medios periodísticos. La mujer, “Laura”, pidió que dejaran acercarse a su hermana y, mediante una comunicación telefónica con Crónica TV, dijo a los gritos: “Yo robo para mis hijos, a mí no me importa nada de nada, estoy jugada”.
Por su lado, el asaltante, que se hizo llamar “Jesús”, pidió la presencia de su padre y reclamó “sáquenme a todos los cobanis de acá porque empiezo a matar a los rehenes”.
Pasadas las 17.30, la pareja de asaltantes aceptó entregar las armas y entregarse. Segundos después, los del grupo Geof entraban desde todos los huecos posibles y se adueñaban de la situación. Una de las rehenes, de unos 45 años, fue trasladada por el Same al hospital Ramos Mejía, presa de un ataque de nervios y pánico.
Media hora antes, a una cuadra de allí, el cabo gritaba “¡Atrás de la raya, atrás!”. A un costado, uno de los fulberos de la AFA sacaba a relucir su hilacha barrabrava ante un abogado que se quejaba porque no lo dejaban pasar para llegar a su estudio: “Hay que ponerles un tiro en la cabeza”. “No es para tanto”, decía el abogado. “Hay que hacer leyes nuevas”, decía el barrabrava. “Qué tienen que ver las leyes, esto es cuestión de sentido común”, respondió el abogado. En ese momento fue que abrieron el vallado, el abogado avanzó presuroso a su estudio, al mismo tiempo que llegaba el madrugón al cabo Gasalla.
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