Vie 12.01.2007

SOCIEDAD  › CINCO POLICIAS DETENIDOS POR EL DISPARO DENTRO DEL PATRULLERO

Estallido de bronca por una muerte

Una marcha a la comisaría 3ª de Los Hornos terminó en pedreas, corridas y once detenciones. Horas antes, atacaron la casa del policía asaltado. Detuvieron a tres policías más y apartaron a dos.

› Por Horacio Cecchi

En Los Hornos, el día quedó encerrado entre dos grandes signos de indignación. El primero, abierto durante la noche del miércoles y continuado en la madrugada del jueves, cuando vecinos y familiares de Damián Barzábal, el chico de 17 años asesinado de un balazo en un patrullero de la comisaría 3ª de La Plata, apedrearon y desataron un breve incendio en la casa del policía Luis Doratto, supuestamente asaltada por el chico. El cierre lo dio una marcha de reclamo a la comisaría de Los Hornos, a la que pertenecía el sargento Santiago Regalía, que disparó sobre el chico. En el medio, entre los dos signos, tres policías más quedaron detenidos además de Regalía y su acompañante Christian Gutiérrez, por encubrimiento, y otros dos quedaron desafectados del servicio, uno de ellos Doratto, por golpear a patadas al chico cuando estaba esposado y en el suelo. El otro, por no registrar en el libro de ingresos la detención. El pedido de María Alicia de Barzábal, la madre del chico asesinado por quienes debían custodiarlo, iba de la mano del hermetismo del caso y del temor a que todo quedara encerrado entre signos no de indignación sino de paréntesis: “Yo pido que los policías que están presos –reclamó la mujer–, sigan presos, que no los liberen, que no los manden al Operativo Sol, cobrando medio sueldo”.

La situación de los dos sargentos se complicó luego de las declaraciones que fue sumando el fiscal 4 de La Plata, Sergio Delucis. La versión que inicialmente habían hilvanado desde la 3ª de Los Hornos y que apelaba a la estupidez policial, señalaba que al detener a Damián Barzábal ninguno de los tres policías (el asaltado Doratto, y los dos sargentos del patrullero, Regalía y Gutiérrez) advirtió que el chico estaba armado con un arma calibre 32. Tampoco registraron que lo habían metido en el patrullero sin esposas. Esa versión aseguraba, además, que el chico intentó usar el arma dentro del móvil policial y cuando trató de reducirlo, al sargento Regalía “se” le disparó accidentalmente su arma reglamentaria en la cabeza del chico. La versión después tenía un salto oscuro y reaparecía cuando el chico era llevado de urgencia al hospital platense San Juan de Dios y después al Melchor Romero. En ninguno de los dos hospitales pudieron hacer nada. El proyectil le había perforado la cabeza de lado a lado.

El miércoles, con reflejos rápidos, el Ministerio de Seguridad cesanteó además de a los dos sargentos, al capitán Carlos Morales, segundo jefe de la 3ª, al teniente primero Iván Martínez y al teniente Lucas Oyarzábal. Ayer de mañana, los tres fueron detenidos por encubrimiento. Además, el Ministerio ordenó la disponibilidad preventiva de Doratto, el teniente de la 4ª supuestamente asaltado, por haber pateado al chico cuando lo tenía esposado y en el piso; y a la oficial Mariana Edith González, a cargo del libro de ingresos, por no haber registrado la detención del chico.

Las cinco detenciones y prescindibilidades, y las dos disponibilidades preventivas señalan que el espacio oscuro y la estupidez de la versión fueron de algún modo apartados. El propio Doratto, quien primero detuvo al chico, relató parte de su actuación. Y lo que dijo fue revelador de las sospechas que Página/12 anticipó ayer: “Yo lo reduzco y lo esposo. El no estaba armado. Cuando le di la voz de alto levantó las manos. Después, ingresamos la persona al móvil. Lo que pasó hasta la comisaría no lo podría decir. Yo iba en mi auto particular”.

La parte que Doratto se salteó, en un breve rapto de amnesia más que de estupidez, es la que le costó la disponibilidad preventiva y –aunque le cueste reconocerlo– la pedrea y destrozos de su casa: la pateadura que le propinó al chico tirado en el piso y esposado, como él mismo afirmó. Su declaración fue reveladora porque echó por tierra el intento de los de la 3ª de alegar defensa propia. Damián no estaba en condiciones de tomar un arma que ni siquiera tenía. Por lo tanto, las sospechas que ya manchaban el arma calibre 32 que le adjudicaban al chico empezaron a transformarse en una nube negra sobre los policías de la 3ª.

A ellos, se les deberá sumar la actuación de los otros tres policías detenidos (el capitán del apellido sin uso, y los dos tenientes), además de la oficial a cargo del libro de ingresos. Los cuatro están señalados por encubrimiento, pero en grados muy distintos. Los tres primeros, encubrimiento agravado, acusados y detenidos por Delucis. La mujer, por el momento, sólo sumariada por el Ministerio pero sin instancia penal. La diferencia parece estribar, dentro del hermetismo de la causa, en que el capitán y los tenientes, a cargo del turno esa noche, ayudaron a limpiar de sangre el patrullero, según fuentes del Ministerio.

El odio de familiares y vecinos se descargó primero sobre la casa de Doratto, a quien lo denuncian no por detener al chico sino por patearlo indefenso y entregado. Después, se organizó una marcha a la comisaría 3ª. Estaba prevista para las seis de la tarde. Media hora después se hicieron presentes Leonardo Barzábal y María Alicia, los padres del chico asesinado. Entraron a la comisaría y fueron recibidos por Héctor Martínez, jefe de la Departamental La Plata que intervino a la 3ª. “Que se termine la impunidad. A mi hijo lo fusilaron en un patrullero”, bramaba impotente el padre. “Lo esposaron y le dieron dos tiros estando boca abajo –dijo la madre–. Le plantaron un arma. Tenía golpes por todo el cuerpo, hematomas en los brazos, en los ojos. Yo pido que los policías que están presos sigan presos, que no los liberen, que no los manden luego al Operativo Sol, cobrando medio sueldo”, pidió la mujer. En la entrevista con los padres, el jefe Martínez arriesgó: “Si estos padres no reciben justicia, yo renuncio”.

Media hora después de iniciada la entrevista, los padres se retiraron. Entonces empezó la pedrea, algunas molotov, reclamos, corridas policiales, nada grave. Incluso las autoridades registraron once detenidos durante los incidentes. Los once estaban vivos, saludables, esposados y sin armas. Preventivamente, no fueron ingresados a ningún patrullero.

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