Dom 01.04.2007

SOCIEDAD  › EMERGENCIA SOCIAL ENTRE LOS REFUGIADOS POR LA TORMENTA

“No damos abasto” en Rosario

Un coche cayó a un zanjón y sus tres ocupantes se ahogaron. En Entre Ríos apareció un cuerpo en una zona rural. Pero tras un día sin lluvia, las aguas se estabilizaron y levantaron los ánimos. La emergencia social en Santa Fe.

› Por Juan Carlos Tizziani

Desde Santa Fe

El gobierno de Jorge Obeid fue desbordado por las inundaciones de Santa Fe. “No damos abasto para nada”, admitió ayer una funcionaria de la casa de gobierno local ante las demandas de miles de damnificados en la franja de la ciudad que está bajo agua. La confesión oficial fue un susurro ante la batería de reclamos en los barrios del cordón oeste. Hasta el intendente Martín Balbarrey falló en su pronóstico del drama: “Esperamos 20.000 evacuados”, dijo el viernes. Ayer corrigió: “Ya tenemos más de 27.000”. Y se estima que el éxodo es mucho mayor porque miles de personas se autoevacuaron en casas de parientes y en poblaciones vecinas, como Santo Tomé y San José del Rincón, mientras otras prefirieron refugiarse cerca de sus viviendas para protegerlas de robos.

Algunos refugiados armaron casillas de chapa en terraplenes ferroviarios y otros carpas con plásticos y mantas, como frente a la escuela Alem, a dos cuadras del Hospital de Niños. A pesar la tregua del tiempo –nublado, pero sin lluvias– el nivel del agua aumentó. De noche, el oeste sin luz es tierra de nadie: “Las balaceras son impresionantes, se escuchan tiros hasta la madrugada”, le dijeron a Página/12 vecinos de Santa Rosa de Lima, Villa del Parque y Barranquitas.

La ayuda del gobierno se demora en los más de 140 centros de evacuados. “Se quedan cortos en todo: faltan colchones, alimentos, frazadas”, dijo un jefe de las Tropas de Operaciones Especiales (TOE) que custodian el Predio Ferial Municipal, donde se refugian unas 2000 personas. Son dos galpones ferroviarios reciclados para la Asamblea Constituyente de 1994 que cada año alojan a la Feria del Libro y hoy son amparo para casi tantos evacuados como los que tiene Rosario.

Una vecina del barrio, Gladys, también se lamentó por la escasez de colchones y porque los que llegan parecen tener media plaza: son cada vez más pequeños. “Hay mucha gente que tiene que dormir en el suelo. Una señora que tiene una pierna ortopédica duerme en un colchón en el que no entra ni ella y sus chicos sobre frazadas. ¿A usted le parece que es justo, con este tiempo y este frío? –se preguntó la mujer–. Yo tengo seis criaturas, somos ocho integrantes de la familia en total. Tengo un bebé de cuatro meses envuelto en una manta porque no tiene pantalón.” Lucía, del barrio San Lorenzo, coincidió con las demandas: “Yo también tengo a mi nene durmiendo en el suelo, tuvimos que ir hasta mi casa a buscar un colchón mojado porque no nos daban ninguno”.

Las mujeres señalaban otro galpón ferroviario donde se habían almacenado 80 colchones para distribuir entre los damnificados. Pero la demanda era superior, hasta ayer había por lo menos 300 personas que no tenían dónde dormir. “Lo que pasa que es que el gobernador y el intendente se lavaron las manos. Yo tenía un colchón pero lo tuve que prestar, estaba medio húmedo pero servía para pasar la noche. La gente se pelea por los colchones”, afirmó otra mujer.

El Predio Ferial está rodeado de casas coquetas, frente a la plaza de los Derechos Humanos inaugurada el año pasado. La inundación cambió el paisaje del barrio, donde hoy estacionan los carritos, pastan caballos, comen gallinas y engordan media docena de chanchos en un corral.

En otro extremo de la ciudad, las penurias se comparten en la escuela Alem, que aloja a más de 500 evacuados, la mayoría de Santa Rosa de Lima. La escuela está desbordada, así que en el baldío de enfrente aparecieron las carpas. “Nos falta de todo, ropa, calzado, abrigos, hay criaturas desnudas”, dijo Nélida Fleitas. “En la escuela estamos uno arriba del otro. Los baños no dan para tanta gente, hay dos, uno para mujeres y otro para varones, así que necesitamos dos o tres baños químicos”, explicó Marina, que tuvo que dejar su casa en Mendoza al 4700 con su esposo y sus tres chicos, con el agua a la cintura.

“Hay criaturas con cólicos estomacales a causa de la comida, la falta de higiene y el agua. Entregan una botella de agua mineral de medio litro por familia y hay familias con siete u ocho personas, entonces con medio litro de agua mineral sólo toman un trago y después siguen tomando agua del baño. Yo tengo una criatura de 10 años que está con cólicos estomacales desde ayer a la mañana. Y es a causa del agua, la comida, y la inclemencia de estar amontonados. A las diez u once de la mañana nos traen leche; al mediodía, sandwichs o si traen, una comida caliente; ayer, eran las cinco de la tarde y estábamos almorzando. Y la cena llega a las once o doce de la noche. Estamos todos iguales, perdidos sobre lo mismo, sobre la inclemencia del tiempo”, explicó Marina.

En el campamento frente a la escuela, Carlos Avalos dice que “tenemos que dormir sobre colchones mojados porque no recibimos ninguna ayuda del gobierno”. Avalos comparte una carpa improvisada con sus hijos y sus mascotas. “No podemos entrar a la escuela porque no hay más lugar. Los que estamos afuera seguimos a la intemperie, y como nosotros, hay muchos.”

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