SOCIEDAD • SUBNOTA
Santa Rosa de Lima tiene 35.000 habitantes, es uno de los barrios del oeste que se inundaron casi por completo. En la catástrofe del río Salado, en 2003, el agua sobrepasó los techos con cuatro, cinco o seis metros de altura. La lluvia de esta semana, con 400 milímetros en 48 horas, dejó dos metros de agua en los sitios más bajos. Las mujeres y los chicos se van, pero los hombres se quedan a cuidar sus casas por que de noche y sin luz –-la energía eléctrica está cortada en gran parte de la ciudad– comienza el saqueo.
La defensa es a los tiros. “Anoche entró un colectivo y se sintió un estruendo como si tiraran una bomba. Al rato, esto era tierra de nadie. Tiraban de acá, tiraban de allá. Eso fue por lo menos hasta las tres de la madrugada”, relató Angel Sosa, que vive en la entrada del barrio.
El gobierno anunció patrullajes de Gendarmería y de un helicóptero de Prefectura. “Pero lo que pasó anoche fue tremendo –agregó Sosa–. Una balacera. Hasta se sentía como si hubieran vaciado el cargador de una pistola automática, porque fueron cinco o seis disparos. Y desde acá se respondía. Después, como a las dos o tres horas pasaron algunas mujeres llorando”.
Todos estos días, Sosa vio pasar a sus vecinos con sus pertenencias a cuestas. Un testigo del éxodo. Y no oculta una bronca que viene desde el 2003, cuando su casa fue tapada por 3,60 metros de agua: “Creemos que nos mienten, dicen que las bombas marchan, pero si las bombas funcionaran no pasaría lo que está pasando, que el agua en vez de bajar, crece. En las últimas 24 horas, el nivel del agua creció por lo menos 30 centímetros y llovió muy poco”.
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