Después de partir desde Misiones y recorrer el Litoral, el Movimiento de los Chicos del Pueblo inicia el último recorrido desde Santa Fe. El viernes se prevé su llegada a Plaza de Mayo.
› Por Adrián Figueroa Díaz
Desde Santa Fe
Los Chicos del Pueblo comienzan hoy, en la ciudad de Santa Fe, el último tramo de su “marcha por la vida”, que ya dejó una huella imborrable en la memoria de las seis ciudades de cinco provincias que recorrió. A medida que avanza la caravana “vamos viendo que tenemos un país rico, y no entendemos por qué hay tanta pobreza”, sintetiza Yamila, una pequeña de 12 años. Con testimonios como ése y el “mandato” de miles de chicos que se encontraron en el camino, los 450 pibes y educadores avanzan en su recorrido de 4600 kilómetros de realidades argentinas que el próximo viernes llegará a Plaza de Mayo.
Antes de cada marcha, el terreno es allanado por “la avanzada”, un grupo de educadores del Movimiento de los Chicos del Pueblo encargados de esperar la llegada de los marchantes. Parte de ese grupo lo integran Daniel, Marcelo, Leandro, Seba y El Turbo, un grupo de “animales de radio” de FM Tinkunaco, de la red El Encuentro, José C. Paz. Ellos montan una radio móvil en cada plaza donde se hará el acto central.
Mientras “la avanzada” hace lo suyo, los pasillos de los micros se alborotan. Al menos así pasa en el de Matecito, un hogar de Hurlingham cuyos chicos sacuden sus levitas murgueras mientras Carla, una educadora, maquilla sus caritas con figuras multicolores. “La murga es un espacio pedagógico y de resistencia, como en sus orígenes. Estos pibes saben que las murgas nacieron de esclavos africanos y que la danza es (una metáfora de) la liberación de las cadenas”, cuenta Jorge Traverso, su responsable.
Una vez en la calle, los niños son cuidados por los jóvenes del equipo de seguridad, que arman un cordón dentro del cual todos bailan con educadores, dirigentes de la CTA, el MTL y la CCC, y Celina “Queca” Koffman y Norma Wiekler, las Madres de Plaza de Mayo santafesinas que los acompañan. Para Diego Chichizola, de Pelota de Trapo, ese espacio es “como una maqueta del país que queremos, con pibes que marchan con sus padres trabajadores, sus abuelas y una juventud que los cuida, y no una sociedad que se cuida de ellos”.
El espacio de los actos es una posibilidad para que los chicos anfitriones presenten sus problemas. Hasta uno de ellos se acercó la familia de David Gómez, un adolescente por cuyo crimen está acusada la policía de Puerto Iguazú. En Chaco, una joven cartonera tomó el micrófono para denunciar la “persecución” de las autoridades locales que exigen a esos trabajadores “tener cubiertas nuevas en los carros”, por cuestiones de seguridad.
Si bien cada día los pibes “ganan la calle” para hacer oír sus demandas, también lo saben hacer en otros espacios. En Corrientes, constituyentes que están reformando la Constitución local invitaron a los Chicos del Pueblo a la Legislatura. “Queremos saber qué quisieran que incluyéramos en la nueva Constitución”, lanzó un diputado. La respuesta fue contundente: “Ustedes dicen que nos escuchan, pero con eso no alcanza. Queremos pedirles que hagan algo porque estamos cansados de ver a nuestros padres sin trabajo”, disparó Aluminé Giuliani, de 16 años, educadora de Ruca Hueney, una organización de General Rodríguez.
También dejaron su impronta ayer en la cancha de Colón de Santa Fe, cuando desde el campo de juego hicieron corear a la tribuna local: “Olelé, olalá, el hambre es un crimen, lo tienen que parar”.
En cada provincia, la recepción queda en manos de organizaciones locales. Por ejemplo, de la de hoy en la ciudad de Santa Fe es responsable Juanito Laguna. “Teniendo en cuenta el reclamo y el grado de desesperación de ellos, es indispensable juntarnos para estar con ellos”, convocó Lucio Candioti, su titular.
Las responsabilidades en la marcha, compartir almuerzos y cuartos para dormir, hacen al sentido de colectividad que los educadores transmiten a cada paso. Así se verá también mañana en Rosario y luego en el conurbano bonaerense. “Es que los chicos, con su fuerza, nos dieron un sentido para luchar; cambiaron nuestras vidas –argumenta Laura Taffetani, referente del Movimiento–. Entonces, si ellos pudieron transformarnos a los adultos, cómo no va a ser posible cambiar el país.”
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