Vie 18.05.2007

SOCIEDAD  › LAS DOS MIRADAS SOBRE EL JUICIO

EL caso garcia belsunce

Horacio Zarracán (foto), cuñado de Carrascosa, relató ante el tribunal la famosa reunión en el baño en torno del “pituto”. También declaró un perito, que descartó la presencia de La Gotita en el cráneo de la víctima. El fiscal hizo oír una grabación donde el matrimonio Binello hablaba sobre coimas a la policía. Aquí, dos interpretaciones de los testimonios.

SORPRESA EN TORNO DEL “PITUTO”

La bala presente

Por Horacio Cecchi

Con una envidiable y pasmosa regularidad, los testigos de la defensa de Carrascosa aportaron su granito de arena a favor de la fiscalía. El aporte más novedoso y apasionante resultó ser el de Horacio “Yayo” Zarracán, marido de María Laura García Belsunce, hermana de MM. Integrante del riñón familiar y del grupito que participó del cónclave del pituto, fue el primero en revelar que allí dentro sospecharon que el pituto en realidad podía ser una bala. Cuando Yayo pronunció la palabrita bala, los tres jueces que escribían sus apuntes levantaron la cabeza y la mirada al unísono. Fue, quizá, la sorpresa más sorprendente. Pero hubo más. Viviana Binello tuvo que escuchar el diálogo telefónico que mantuvo con su marido Sergio cuando ya el tema había saltado a la prensa. Conversación que versó sobre la coima a la policía. Decir que fueron malabarismos los que hizo Vivi para salir del pantano es no hacerle el debido homenaje. También pasó Michael Taylor, marido de Pichi y compañero de travesía-en-busca-de-servicio-funerario de Bártoli. Fue lo más favorable a la defensa, aunque endeble por repetido y por sus propios fallidos. Y estuvo también el perito químico Osvaldo Tróccoli, que cuestionó severamente la pericia que determinó la existencia de La Gotita, hasta que el fiscal le preguntó si había participado en la pericia y Tróccoli respondió que no.

Lo de Yayo versó en lo increíble, porque además de la clásica denuncia tardía contra el Pachelo del lago Lochness, lo más espectacular ocurrió cuando el fiscal se interesó en lo que había ocurrido en el famoso cónclave del baño, donde se decidió la suerte escatológica del pituto.

“El baño estaba normal, salvo sin María”, dijo preanunciando algo sorprendente. “La piecita –describió en relación con el pituto– era una cosita chata llena de puntas medio gris plateada. Creo que la tenía Horacio, con un papel.” Y vino el sacudón: “¿Qué se decía sobre lo que era esa piecita?”, preguntó curiosito el fiscal. “Un coso de mueble”, lo que dijo Carrascosa; un elemento de coso –cosificó Yayo a algún aparato médico–. Alguien dijo que podía ser una bala...”

Los jueces levantaron la mirada. La querellante miró al cielo suspirando hondo, a la defensa y al fiscal se les humedecieron los ojos por motivos bien diferentes. “¿Quién dijo eso?”, preguntó el fiscal, “la verdad que no me acuerdo”, “¿por qué dijo eso?”, “la verdad que no sé”, “¿no le llamó la atención lo de la bala?”, “no, para nada”, respondió Yayo con la mejor cara bursátil que le salió.

Antes, pasó el perito Osvaldo Tróccoli, una promesa en química para la defensa. Tróccoli dejó claro que “en principio”, el pegamento debe quedar en la superficie (los peritos químicos lo detectaron en la profundidad de la capa de piel). También deshizo el resultado de la pericia que detectó el ciano acrilato, basándose en la ausencia de procedimientos. “No los hicieron o, por lo menos, no aparecen en la pericia que me entregaron para analizar”, dijo Tróccoli fomentando sonrisas entre la defensa y la querella. “¿Usted cobra por este trabajo?”, preguntó el fiscal. “No.” “¿Lo hace gratis?”, “bueno, no, a mí me pagaron hace cuatro años para que analice el estudio”, dijo un poquito nervioso. “¿Participó en la pericia?”, “no”, “¿y usted puede afirmar tajantemente así –dijo el fiscal y dio un golpe en el escritorio–, sin haber estado, que ese procedimiento no se hizo?”. “No”, respondió Tróccoli, y la promesa química pasó a ocupar ante los jueces al menos la misma duda que la propia defensa había intentado instalar sobre el perito de Thomas, que vio la autopsia en un video.

Y vino Vivi. Fue lo de siempre, el monstruo Nessie, el miedo que se le tenía desde antes aunque se entienda por qué no lo denunciaron con lo fácil que se cae el papel del chivo emisario. Pero no, su aporte más contundente fue su conversación telefónica del 18 de diciembre de 2002 a su marido Sergio:

–Desde anoche están diciendo los medios que Tito recibió la llamada de un vecino para que coimee a la policía –se la escucha decir en la grabación–. ¿Fuiste vos?

–Sí –responde Sergio.

–Ah, bueno, asesorate con un abogado –-recomienda ella.

–Ya lo hice –cierra toda duda él.



TESTIGOS RESPALDARON A LA FAMILIA

No se ocultó nada

Por Raúl Kollmann

Horacio “Yayo” Zarracán, cuñado de María Marta García Belsunce, repitió ayer lo que declaró en la instrucción hace cuatro años, más precisamente el 3 de enero de 2003. Y sus dichos estaban en sintonía con los de Horacio García Belsunce (h). En el marco en que todos hablaban de un accidente y que habían pasado dos médicos y un estudiante de medicina que ni remotamente hablaron de balazos, se encontró una pieza de metal en el baño, debajo del cuerpo de María Marta. “Era una piecita chata, llena de puntas que no tenían ningún sentido, de color gris oscuro. (Carlos) Carrascosa dijo que podía ser algo que dejaron los médicos, se habló de una parte de una biblioteca, que podía ser una bala dijo alguno de los que estaban ahí. No sé por qué lo dijo. Yo no sabía qué era y no me llamó la atención en absoluto. Todo eso no duró más de un minuto y medio”, declaró Zarracán tanto hace cuatro años como ayer. Lo cierto es que en ese momento la mayoría de la familia creyó en la hipótesis del accidente, pero aun así, ante la insistencia de John Hurtig, que tenía dudas, terminaron convocando al fiscal y al jefe de Investigaciones de la Bonaerense de San Isidro. Ayer también declaró el profesor titular de Química de la UBA y la UCA, Osvaldo Tróccoli, quien sostuvo que “de ninguna manera se puede afirmar que se encontró la Gotita en la cabeza de MM. Ni siquiera que había ciano.”

Lo dicho por Zarracán ayer y hace cuatro años también fue declarado por el propio Horacio García Belsunce (h) en febrero de 2003. Contó en aquel entonces que la frase la dijo él y que fue más o menos así: “¿No me van a decir que esto es una bala? Déjense de joder”. Los cuatro hombres que estaban en el baño en ese momento coincidieron en su declaración: no le dieron importancia al pedazo de metal, no se parecía a una bala, no tenía sangre, pensaron que más bien era un elemento médico y siguieron adelante con el traumático momento que estaban viviendo con la sucesiva llegada de familiares.

El convencimiento de la mayoría de los García Belsunce era que MM se golpeó contra uno de los parantes, ubicados en forma increíblemente baja en el baño, se desmayó y cayó desvanecida dentro de la bañadera. Los dos forenses que hicieron la autopsia, un mes después, Horacio Moreira y Alejandro Flores –convocados por el fiscal, no por la familia–, declararon que las lesiones de MM les parecían contuso cortantes (es decir, golpes que producen un corte) y que recién cuando abrieron el cráneo y vieron los proyectiles en el cerebro se dieron cuenta de la existencia de balazos. De manera que la escena para los que estaban en el baño –según declararon todos al unísono– era que MM se murió producto de un golpe. No había, además, evidencias de lucha ni cosas tiradas producto de un enfrentamiento ni sangre a alguna distancia del baño.

Aun así, el hermano de MM, John Hurtig, pensó que era raro que MM se hubiera caído teniendo puestas las zapatillas y a Pichi Taylor no le cerró la idea del golpe contra las canillas. Eso terminó en la convocatoria de las autoridades, el fiscal y el jefe policial, que estuvieron al lado del cuerpo de MM durante el velatorio, revisaron la casa, el baño mismo, y no tomaron la decisión de hacer la autopsia de inmediato. Igual, ése fue el puntapié inicial de la investigación. En los primeros diálogos con el fiscal, los integrantes de la familia GB le contaron de la existencia del pituto, algo de lo que Molina Pico no se hubiera enterado jamás de otra manera.

Como se sabe, otra de las pruebas-estrella de la fiscalía es que, supuestamente, a MM le taparon los agujeros de los proyectiles con la Gotita. Ayer, el profesor Tróccoli refutó esa conclusión del perito oficial, Luis Ferrari. Tróccoli es titular de Química Analítica de la UBA y ayer aseguró, que viendo la pericia del propio Ferrari, se puede afirmar que “científicamente no tiene ninguna validez; en una banda de 2243 a la menos uno se puede decir que hay una molécula, pero no pegamento. Ni siquiera se puede asegurar que hubiera ciano. Se podría concluir incluso que había un elemento dejado allí por el fulminante del arma o por las siliconas que tiene el shampoo. En el primer estudio que se hizo, superficial, la búsqueda dio negativa. Y ése es el estudio importante, porque el pegamento queda en la superficie”. Esta mirada también es la de los criminalistas: en una autopsia, La Gotita es un obstáculo muy difícil de remover, la misma dificultad que uno tiene cuando se le cae un poco en la piel. No es fácil de sacar. Y los que hicieron la autopsia, los forenses del propio fiscal, dijeron que no tuvieron que remover nada, no había pegamento.

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