Los niños y educadores que recorrieron el país desde Misiones a la Capital culminaron su reclamo contra el hambre en la Plaza de Mayo con un multitudinario acto. Las Madres, presentes.
› Por Adrián Figueroa Díaz
Y la Plaza volvió a ser de los pibes. Luego de un periplo de 12 días, los 400 niños y educadores del Movimiento Nacional de los Chicos del Pueblo llegaron ayer a Plaza de Mayo con el testimonio de las realidades postergadas de la Argentina, recogido en los 4600 kilómetros que recorrió su cuarta marcha nacional. Con el variopinto de sus payasitos, zancudos, murgueros y malabaristas, inundaron las calles porteñas de canciones y papelitos con el grito “El hambre es un crimen - Ni un pibe menos”, la consigna que hicieron sonar en cinco provincias. Denuncian la pobreza. “El Presidente dijo que ‘estamos saliendo del infierno’, pero nosotros vemos que estamos más sumergidos en él, lo vivimos en nuestros barrios”, aseguró Paula, una joven de 16 años, desde el escenario montado delante de la Pirámide y frente a la gran multitud que aplaudió el reclamo.
La caminata partió ayer al mediodía desde el Parque Rivadavia, en el barrio porteño de Caballito, donde con banderas multicolores se convocaron centenares de chicos y jóvenes, miembros de organizaciones sociales y colegios. Todas aludían a los derechos de los niños. “Queremos una vivienda digna”, decía una. “Trabajo para nuestros padres”, reclamaban otras. Es que “detrás de cada pibe en la calle, hay un padre desocupado”, explicó la leyenda de la bandera que los pibes desplegaron en las gradas del escenario de la Plaza.
Durante la caminata por Avenida de Mayo, desde los balcones llovieron papelitos que aportaron al clima festivo de la protesta que elige plantear un reclamo duro con una estética alegre, tal como los mismos chicos dicen: “Con ternura venceremos”. Es que “los niños no marchan porque están felices, marchan por la felicidad; como los pájaros, que no cantan porque amanece, sino para que amanezca”, comparó el titular del Movimiento de los Chicos del Pueblo, Alberto Morlachetti, durante su discurso.
Varias columnas fueron sumándose. Familiares de Cromañón los esperaron en plaza Miserere. Gremios de la CTA, centros de jubilados y pensionados, escuelas y organizaciones del conurbano los recibieron en la Plaza del Congreso. Otras tantas hicieron lo mismo en 9 de Julio y en la misma Plaza de Mayo. Para entonces, varias eran las cuadras de marchantes encabezados por los pibes que arrancaron desde la espesura misionera, empapando sus caras en las cataratas del Iguazú.
La tarde de ayer los recibió con bombos, estruendos y globos de todos colores. Llegaron a su objetivo, al “lugar donde están los corazones más duros” o a “la plaza de la revolución inconclusa”, tal como definió el escritor Carlos del Frade, que animó el acto.
“Fuerza, fuerza, carajo. El pueblo no se rinde, carajo”, corearon los más pequeños aferrados a los micrófonos. Ese fue el cantito que eligieron para cada llegada al punto de cierre de las marchas de Misiones, Chaco, Corrientes, Formosa, Santa Fe y Buenos Aires. También fue el preludio de las palabras de Aluminé, otra de las chicas que habló durante el acto: “Queremos que nos cuiden, no que se cuiden de nosotros. Podemos construir un país distinto, ya que al que no tenemos en grande lo hacemos en chiquito todos los días en nuestras organizaciones”.
Esas palabras fueron fruto de una asamblea que los mismos chicos tuvieron el jueves por la noche, precisamente, con el fin de discutir los ejes del discurso que debían pronunciar al otro día. Lo hicieron con el propósito de cumplir con el “mandato” que los pibes de las provincias les dejaron y sobre la base de esos pedidos delinearon sus palabras.
Las críticas apuntaron al gobierno nacional y al presidente Néstor Kirchner, que no los recibió al igual que en la marcha de 2005 y a pesar del pedido público que se le hizo durante la multitudinaria marcha de anteayer en el partido de José C. Paz.
Bombos murgueros, platillos, cantitos y aplausos festejaron cada palabra, cada concepto. Lo mismo hicieron cuando cerró el acto Alberto Morlachetti. “Combatimos esta política económica que favorece a las grandes empresas, entrega su petróleo, vende sus tierras y les quita pibes de los potreros”, graficó.
Su discurso recordó los datos que él mismo dio a conocer antes del inicio de la marcha y que publicó Página/12: “Casi un tercio de la población es pobre”, el 45 por ciento de los chicos misioneros está desnutrido, según la Universidad del Nordeste, y el índice de mortalidad infantil de Formosa es del 30 por mil, según la Asociación de Médicos de esa provincia.
Ante esta realidad, para Morlachetti el Gobierno “omite los derechos económicos sociales y culturales para nuestros niños, cuando las leyes mayores le ordenan invertir en niños con el máximo de los recursos disponibles”. A este mandato, “el Presidente no lo cumple a pesar de que tenemos casi 40 millones de dólares reservas federales”, añadió.
Una de las propuestas del colectivo de organizaciones es la creación de un subsidio universal por cada hijo de trabajador, empleado en el sistema formal o no. De aplicárselo, los índice de pobreza se reducirían considerablemente, argumentan.
Además de los educadores de parte de las 300 organizaciones que integran el movimiento y miembros de la CCC, algunos de los adultos que marcharon durante todos estos días con los pibes fueron las Madres de Plaza de Mayo santafesinas Celina “Queca” Koffman y Norma Wekler. Para “la Queca”, estos chicos “han recuperado, con esperanza, fuerza y compromiso la lucha que nuestros hijos no pudieron terminar, así que las postas están tomadas”. Por eso, añadió, “las Madres nos vamos a ir muy tranquilas, dejando a nuestros hijos en las plazas”.
Al igual que ella, Nora Cortiñas, que desde el jueves caminó junto a sus compañeras, opinó que “las salidas a la calle como éstas recuperan la mística de una cultura social y política como la de los años ’70, con educadores que son guías que acompañan el camino que los mismos chicos eligieron”. Por esto, agregó, “la lectura que estos pibes hacen de la realidad es más clara que la nuestra; nosotros tenemos miedo de ser sinceros porque se puede enojar tal o cual político, ellos no”.
Quien también convivió con los chicos de entre 5 y 19 años que marcharon por el país durante todo el recorrido fue el secretario de Relaciones Institucionales de la CTA, Víctor De Gennaro. Lo mismo hizo Carlos Chile, titular del Movimiento Territorial de Liberación (MTL). Para este dirigente, “aunque algunos la vean como ‘romántica’ y traten de ningunearla, esta es una marcha cuestionadora y propositiva, construye vínculos en el campo popular y da una bofetada a quienes gobiernan”.
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