SOCIEDAD › ENTREVISTA A UN ESPECIALISTA FRANCES EN CUIDADOS PALIATIVOS
De visita en Buenos Aires, Jean-Michel Lassaunière criticó la “medicina tecnificada” porque “descuida la dimensión humana de la persona”. Y reclamó mayor poder de decisión para el paciente.
› Por Pedro Lipcovich
En un hospital de París, un hombre nacido en España está por morir. El quisiera volver a su tierra, Valencia, pero el especialista que lo atiende ha dicho que no, que no soportaría el traslado. Otro médico, sin embargo, apoya la voluntad del paciente, discute y gana: el moribundo es llevado en ambulancia hasta su ciudad natal, donde se reencuentra con su familia y, tres días después, fallece en paz. El médico que así peleó por el deseo del paciente se llama Jean-Michel La-ssaunière y es jefe del Centro de Cuidados Paliativos del Hôtel-Dieu, París. El ejemplo es emblemático porque “la medicina paliativa es contestataria respecto de la medicina tecnificada, que descuida la dimensión de la persona”, según el destacado profesional. En su diálogo con Página/12, el especialista habló también de la nueva ley que, en Francia, ampara el derecho de cada paciente a dirigir su tratamiento y prohíbe a los médicos decidir sin consultarlo. Lassaunière, en su visita a la Argentina, no depuso su espíritu crítico: expresó su asombro ante el hecho de que, en el Hospital de Oncología Marie Curie, los médicos no se tomen la molestia de aplicar, a mujeres con cáncer de cuello uterino, una sencilla sonda que mejoraría enormemente su calidad de vida.
“La tecnologización de la medicina en Occidente la ha puesto en condiciones de tratar la enfermedad sin ocuparse en absoluto de la persona. Sin embargo, también en Occidente, hay un valor ya tradicional que es la emancipación del individuo: éste, en tanto paciente, tiene derechos como el de saber cuál es su diagnóstico y participar en las decisiones que le conciernen. En esta tradición emancipatoria se inscribe la medicina paliativa, que, así, va mucho más allá de los cuidados en el final de la vida: se ubica en una posición contestataria respecto de la medicina tecnificada”, sostuvo Lassaunière, que llegó a Buenos Aires para participar en el II Simposio de Cuidados Paliativos organizado por la Asociación Argentina de Medicina y Cuidados Paliativos.
“Además –agregó–, la medicina moderna, por su misma eficacia en prolongar la vida, ha generado la cronicidad: en 1970, un paciente con leucemia aguda sobrevivía unas pocas semanas; hoy, vive cuatro o cinco años, pero con recaídas, problemas frecuentes que merecen atención. Aquí se ubica la noción de cuidado paliativo, cuyo punto de partida fue el tratamiento del dolor y que se basa en el respeto por el enfermo y en el trabajo en equipo. En realidad, uno puede imaginar un tiempo en que los cuidados paliativos no existan ya como especialidad, sino que los profesionales de la salud hayan retomado la dimensión humana perdida en el desarrollo tecnológico.”
Lassaunière destacó los avances que se produjeron en Francia como consecuencia de la Ley sobre los Derechos de los Pacientes, aprobada en mayo de 2005: “Más del 90 por ciento de los pacientes en Francia conocen el diagnóstico de su enfermedad. La ley habilita al paciente para decidir sobre su tratamiento y el médico está obligado a respetar esta decisión. Si el paciente está inconsciente, el médico discute el tratamiento con la persona que haya designado el enfermo mismo; no está autorizado el médico para tomar decisiones por sí solo”.
–Esta ley, que así limita el poder de los profesionales, ¿no encontró resistencias entre los médicos? –preguntó Página/12.
–No –contestó Lassaunière–, porque la ley había arrancado de la constatación de la práctica de la eutanasia clandestina en Francia. El punto de partida había sido el caso de Vincent Humbert, joven tetrapléjico que pedía que se le otorgase la muerte; su propia madre luchó para que se accediera al pedido de su hijo, le escribió al presidente de la nación, se generó una presión social y mediática; finalmente, el joven obtuvo la muerte con ayuda de la madre y un médico; en este marco, la Cámara de Diputados creó una comisión de trabajo que produjo un proyecto de ley con mucho consenso político.
–¿La ley admite el derecho de un paciente a requerir su propia muerte?
–En casos de enfermedades graves evolutivas, el médico tiene el derecho de aplicar medicamentos, generalmente opiáceos, cuyo objetivo es aliviar el sufrimiento, incluso en dosis mortales; así lo dice la ley. Se trata del principio del “doble efecto” del medicamento: un primer efecto es aliviar, pero el segundo efecto puede ser terminar la vida del paciente. Supongamos una persona que sobrevive gracias a la asistencia respiratoria mecánica: el paciente puede solicitar que esta asistencia se interrumpa; esto le causará la muerte, pero es su derecho; el médico, por su parte, debe evitarle el sufrimiento de morir asfixiado, por lo cual le aplicará medicamentos para sedarlo, en las dosis que resulten apropiadas. Todo el procedimiento se hace constar por escrito.
–¿Qué ejemplo de su práctica elegiría usted como emblemático de los cuidados paliativos?
–Un paciente de origen español estaba internado en París con cáncer de pulmón. Estaba muy grave, tenía sensaciones de asfixia. Hablando con él, me dijo: “Yo quisiera volver a mi tierra, a morir allí”. El neumonólogo se opuso: el paciente estaba demasiado grave, no soportaría el traslado. Pero yo sabía lo importante que era para él. En avión no habría podido viajar, por las variaciones en el oxígeno: entonces, organicé un traslado en ambulancia hasta Valencia, su ciudad natal: allí, en su casa, llegó a vivir tres días y pudo encontrarse con su familia antes de morir. No es casual que haya tenido que enfrentarme con el neumonólogo: la medicina tecnificada no da alivio a estas cuestiones y lo hubiera privado de despedirse de su familia. En esto, la medicina paliativa es contestataria.
–¿Quisiera comunicar alguna impresión de su visita a la Argentina?
–Me sorprendió y me golpeó algo: en el Hospital de Oncología Marie Curie sucede con muchas mujeres, generalmente jóvenes y de medios pobres, que padecen cáncer de cuello de útero. Estos tumores, al extenderse, llegan a bloquear los uréteres (que llevan la orina desde el riñón a la vejiga), con consecuencias graves pero que pueden evitarse mediante la colocación de catéteres: es una práctica sencilla, económica, que prolonga la vida de la mujer y también le permite seguir en actividad. Pero en esa institución no se ocupan de ponerles catéteres. Recuerdo una mujer que esperaba llegar con vida a la primera comunión de su hijita y, por ese motivo, probablemente no va a llegar.
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