Con consignas antisemitas y amenazas, un grupo de fanáticos destrozó la muestra de un artista en Córdoba. Hubo cuatro demorados. La Iglesia no se pronunció sobre el episodio.
› Por Angel Berlanga
–¡Es la sangre de Cristo! –gritaba uno que se había cortado con un vidrio. La patota, una veintena de autodesignados defensores de la pureza de la cristiandad, se empacó un par de horas ante la puerta del Centro Cultural España, en pleno centro de la ciudad de Córdoba, como para que nadie entrara o saliera de ahí hasta no cumplir con el objetivo. Las doscientas personas que el miércoles al anochecer se habían reunido para asistir a la presentación del libro de ilustraciones y dibujos de Alfonso Barbieri, un artista plástico de 31 años, se encontraron con un cambio de programa: el protagonista de la noche sería Julián Espina, un señor con sotana que se define como “Esclavo de la Virgen”. Y como tres o cuatro de los dibujos le resultaron ofensivos para su oficio, ahí fue con sus muchachos. A pesar de que en el centro cultural accedieron a quitar las imágenes que ellos consideraban “blasfemas”, parte del grupo destrozó la obra de Barbieri, rompió puertas y vidrios, amenazó de muerte y se cebó en consignas antisemitas. Cuatro de los agresores fueron demorados por la policía y luego quedaron en libertad.
Espina ya había actuado parecido otras dos veces, también en Córdoba: en 1996 intentó impedir que se proyectara la película La última tentación de Cristo, en el Rectorado de la Universidad Nacional de la provincia, y en diciembre de 2004 se agarró a golpes con un grupo de artistas y forzó a levantar una muestra en la Municipalidad porque uno de los cuadros representaba a la Virgen en lo que se dice pleno acto sexual con el Espíritu Santo. Este religioso pertenece al sedevacantismo, una rama ultracatólica ortodoxa llamada así porque sus miembros consideran que la silla de Pedro quedó vacante desde que el Concilio Vaticano II aflojó unos puntos el nivel de dogmatismo. Al parecer, este credo también acepta barrabravas futboleros: ayer se informó que entre la tropa de choque estaba el Gringo Grosso, reconocido integrante de la hinchada de Belgrano de Córdoba.
“Tenían programado el caos que produjeron”, le contó a este diario Daniel Salzano, director del Centro Cultural España de Córdoba. “Tenían un discurso muy pobre, con permanentes vivas a la Virgen y a la Sangre de Cristo –agregó–. Muchas consignas contra los judíos; manifestaban una reiterada aversión al pueblo hebreo. Y siempre a voz de cuello, imposible dialogar con ellos. Ninguno de nosotros perdió la paciencia y era muy tentador perderla. Pero los tipos estaban como muy entrenados en el uso de la violencia y la intimidación. Rápidamente perdían el control de sí mismos, gritaban, cerraban los puños, pedían sangre. Como si estuvieran en comunicación con el más allá. Un disparate gigante, una cosa indescriptible.”
“No me esperaba tremendo vandalismo; estuve encerrado tres horas en un depósito, como rehén, porque me iban a matar”, explicó, vía telefónica, Barbieri. Cuando salió, su obra estaba destrozada. “Fueron a buscar un dibujo que se usó para ilustrar una nota en La Voz del Interior; es una virgen María que tiene dos angelitos a su lado, uno sostiene un inodoro y el otro le está orinando el manto. Es un dibujo que expuse en mil lugares y era parte del libro que iba a presentarse, que reúne parte de mi obra gráfica. Como les molestó, nos pidieron que sacáramos a ése y a otros tres.” Barbieri y Salzano accedieron. “Para que todo siguiese en paz, los descolgamos y los guardamos en el depósito, en el que luego me tuve que refugiar –dijo el artista–. Y sin embargo no se fueron: entraron y rompieron toda la obra. Lo irónico es que los cuadros que se salvaron fueron los que vinieron a censurar.”
“Julián Espina era el cerebro del operativo –contó Salzano–. Llegó vestido de fraile. ‘Esa imagen me molesta’, me dijo; era de una infantilidad terrible el dibujo. Acordamos con el artista bajarla, para que las cosas no pasaran a mayores. Entonces el fraile volvió a la puerta, a pasar revista a la tropa; ya no había nada ofensivo, pero me da la impresión de que eso los frustró. Cuando volvieron le dije: ‘Me has jodido, padre, me has engañado. ¿Con qué catecismo estudió usted?’. ‘Ah, yo no prometí nada’, me contestó. No se podía hablar con él ni con su hermano, que fue el líder de las trompadas. Vino la policía y tras unas discusiones conseguimos alejarlos. Pero luego volvieron a la carga, rompieron la puerta y rompieron todos los dibujos y los cristales de protección. Ahí el matón este se cortó y se le ensangrentaron las manos: ‘¡Esta es la sangre de Cristo!’, gritaba.”
La policía demoró a cuatro personas, entre ellas a Julián Espina. Ya están en libertad. No se conocen pronunciamientos oficiales de la Iglesia. En una entrevista de 2004 a La Voz del Interior, Espina declaró: “Yo me consagré a la Virgen. Como esclavo que soy de ella, siento que tengo deberes que cumplir”.
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