SOCIEDAD › DEFINICIONES DE ANIBAL FERNANDEZ SOBRE NARCOTRAFICO
El ministro del Interior sostuvo ante Página/12 que las grandes bandas crecieron porque las fuerzas de seguridad se centraron en “perseguir perejiles”. Destacó que es necesario cambiar la ley de drogas y propuso volver a una política que despenalice al consumidor. Y admitió que “cuando voy al Norte coqueo”.
› Por Cristian Alarcón
“Cuando voy al Norte, coqueo”, dice el ministro del Interior, Aníbal Fernández, y confiesa su gusto por la hoja verde masticada para combatir el apunamiento en las alturas de Salta y Jujuy. No es inocente su revelación de la vida privada. Se aproxima así al mensaje que se propone dar tras haber dado un aparente giro de 180 grados en la política criminal que intenta ponerle un freno a la expansión del narcotráfico en el país. Tras lanzar los cambios con un discurso autocrítico en el que asumió el fracaso de la pelea contra el tráfico de drogas ante el Consejo de Seguridad reunido en pleno hace una semana, ahora revela ante Página/12: “Di la orden de no perseguir consumidores. Por perseguir perejiles las bandas crecieron a sus anchas y se volvieron lo que son”. Por primera vez, el ministro que controla las tres fuerzas de seguridad federales –Policía Federal, Gendarmería y Prefectura– acepta un diálogo abierto sobre una problemática que tras la aparición de la violencia narco en el corazón de la Capital se instaló en el centro de la agenda política.
–¿En qué cambiará lo que se llama lucha contra el narcotráfico?
–En primer lugar, al tema lo puse en la agenda a partir del 2005. Después firmamos un acuerdo con la Procuración General de la Nación para crear una unidad fiscal temática, la Ufidro, y armar un mapa criminal. Ese mapa nos permitió el primer diagnóstico hecho científicamente para cambiar, para mejorar y pensar políticas de corto, mediano y largo plazo en términos tecnológicos y de investigación regional e internacional. Hemos abierto la puerta a un pensamiento que no tenía la Argentina.
–¿Qué lo sorprendió de ese mapa?
–Del mapa sorprende que la evaluación es distinta a la que nosotros tenemos. La política nunca se calentó en este tipo de políticas específicas. La política nunca se preocupó por el narcotráfico. Siempre se preocupó de lo urgente y no por el largo plazo. Nadie se puso a pensar en la necesidad de tener una compilación de datos de política criminal. No hay política criminal. Sin eso no podemos darnos la oportunidad de pensar por ejemplo en la división entre las políticas represivas y las que deberían atender al adicto y no lo hacen.
–¿Por qué llegamos de esa manera hasta el 2005, cuando aparecieron las valijas de Southern Winds?
–Sí, sí, las valijas que son un dato más, debe haber habido otras valijas más también... Llegamos a este punto porque hace dieciocho años que tenemos una ley, la 23.737, y esa legislación lo único que nos demuestra es que la política criminal fracasó.
–¿Por qué fracasó?
–Entre otras razones porque persigue al perejil. Agarra al consumidor en flagrancia (de casualidad), y con cantidades mínimas. La ley demuestra que a la cárcel sólo van los adictos tenedores y los pequeños comerciantes. No hay otra razón. El error que comete el Estado al hacer esto implica costos. Una causa por tenencia cuesta quince mil pesos. Tener un adicto preso cuesta ¡cinco mil pesos al mes! Si se juntara toda esa masa de dinero que se está invirtiendo en este tipo de causas podríamos, sólo por poner un ejemplo, duplicar en eso el programa de VIH. Si analizamos las causas federales, nos damos cuenta de que el 45 por ciento es por ley de drogas. De ese 45 por ciento, el cinco por ciento, o sea el 2,5 por ciento de todo lo que circula en los juzgados federales, tiene condena: algo está fracasando. No tiene mucho sentido. El setenta por ciento de las cárceles de mujeres está abarrotado de mujeres pobres y con hijos por ser mulas. Todo esto que cuento tiene una contracara. Hace muchísimo que no tenemos causas con entrega vigilada. Que no se encuentran redes ni rutas de narcotráfico. Cuando se hacen grandes decomisos, que de hecho los hacemos, muy rara vez hay detenidos importantes.
–¿Hoy qué pasa cuando un policía le encuentra un porro a un joven en el bolsillo?
–Está comprendido dentro de la ley y hasta determinar que es un adicto tiene que dar un montón de explicaciones sobre su situación. A fines de los sesenta no se penalizaba la tenencia para el consumo, como lo hace Europa hoy. Hasta que López Rega le compró a (Richard) Nixon un mensaje duro que decía que tenías que castigar a las redes, las organizaciones, los lavadores, los que financian, los que comercian y también al adicto. El abanico, en lugar de ser redondo, va solo hacia un lado: el adicto. Como a todos los otros no los pueden tocar, se la ponen a éste (señala con el dedo el final de un abanico dibujado en el aire, sobre su escritorio de roble y cristal), se la ponen al adicto.
–¿Qué medidas acompañan la autocrítica?
–Lo primero que hicimos fue sacar doce resoluciones, entre ellas la designación de un comité científico. Buscamos gente con una inteligencia privilegiada, que tienen libertad para analizar y proponer cambios. La Argentina tiene que aportar cabeza en esto: ese comité tiene que aportar el pensamiento que no se usó para sancionar la ley 23.737. Es necesario cambiar esa ley. Es un despilfarro. Es un despropósito. A eso se les suman tareas que nos mandan, que nos atosigan los laboratorios con esta política gansa de la ley 23.737: por ejemplo, con los cromatógrafos cargados de cigarrillos de marihuana para ver si entran en el umbral o no. Un cromatógrafo que cuesta quince mil dólares.
–¿Cuál es la misión del comité científico?
–La responsabilidad del comité es estudiar desde los tratados internacionales por los que nunca nadie se preocupó hasta la legislación vigente sobre drogas. Con los países estamos revisando memorandos de entendimiento operativo, ministerio con ministerio. Fuerzas de seguridad con fuerzas de seguridad. Y ministerio público con ministerio público. Es para el entrecruzamiento, que es la política central, por lo tanto reveremos todos los tratados. Si la 23.737 demuestra un fracaso tengo que encontrar alternativas que me den nuevas formas. Y dentro de esas nuevas formas volver a esa política que despenalice al adicto.
–No siempre se penalizó el consumo.
–Argentina antes estuvo en la situación en la que está Europa, que no está penalizando al adicto. En 1973 se invita a adherir a esa política de los Estados Unidos del abanico que es desparejo y va directamente al adicto. Lo que está demostrado es que el único que está detenido es el perejil, es el adicto con tenencia flagrante mínima. Entonces aquí es donde hay algo que está mal: todos nuestros fondos están destinados a personal e insumos sólo para combatir al adicto. Con ese dinero que se gasta en eso se podría, por ejemplo, pagar el 39 por ciento del programa de asistencia alimentaria. Esa es la dimensión del problema. Ahora, no es mágico, que yo llame y diga “a partir mañana esto es así”. Pero se puede cambiar de política. Por un lado, desde la perspectiva de la reducción de daños, que se trabaje en salud, y en el Sedronar. Y nuestra política de combate del delito complejo. Porque la verdad es ésta, aunque sé que les dolerá a muchos. Hasta este cambio, las fuerzas trabajaron para hacer cartón pintado. Las estadísticas han sido eso, cartón pintado para justificar un trabajo inútil, la persecución del consumidor. Por eso di la orden de no perseguir consumidores. Por perseguir consumidores las bandas crecieron a sus anchas y se volvieron lo que son.
–¿Y cómo piensan llegar a las grandes organizaciones?
–Tenemos por primera vez un registro único de antecedentes de narcotráfico que va a entrecruzar unos con otros. ¿Por qué (la fiscal Mónica) Cuñarro hace semejante denuncia sobre los narcos del Bajo Flores? Porque tuvo la rara habilidad de agarrar un día una causa, después otra, y marcó el patrón. Encontró un patrón. Nosotros hoy no podemos confiarlo a la buena ventura, a la vocación, a la buena leche, a la esperanza en los buenos funcionarios que puede tener un país, como la fiscal Cuñarro. Tiene que formar parte de nuestra política. No hay modelos de inteligencia, uno los tiene que crear. Si hacemos como en este país, que invirtió todo en los sueldos, en los insumos y no invirtió en tecnología, estamos fritos. Porque el mundo dice que hay que cambiar. A los bifes lo dice. No va a pedir permiso. A cachetazos dice: “¡Papi, cambiá! Porque yo te agarro un aparatito como ése, aprieto un botón y te mandé 150 millones de dólares a un paraíso fiscal. Chau, ¡se terminó! ¿De qué me estás hablando? ¿Con qué querés combatir conmigo?”.
–En este último año, ¿qué noticias de lo narco en la Argentina le resultaron preocupantes?
–Nosotros veníamos ya informados por el mapa de la criminalidad y teníamos en claro lo que estaba pasando. Era un partido 98 a 0. Entonces todo era ganancia. Con tal de bajar los goles que nos estaban haciendo, todo era ganancia. Uno no se puede poner loco y creer que mañana es la solución. La solución es valerse de paciencia.
–¿Se imaginaba muertos del narcotráfico en pleno Once?
–Sí, me los imaginaba. Eso que tenemos respecto a otros países una diferencia atroz. Cuando encontramos el caso de la 1.11.14 no hay solamente muertos, sino otro tipo de cosas como el problema social severo, de urbanización, no atendido, un problema de trabajo no atendido que implicó que la gente se volcara a la venta de droga como una solución del empleo. Esto nos demostró que fracasamos con la inteligencia, el entrecruzamiento de datos, porque eso hubiera sido para saber. Las fuerzas de seguridad, no una fiscal que quiso investigar por su lado. Si hubiéramos tenido una base de datos, la fuerza se habría puesto a trabajar. Sin embargo, tuvimos que alguien de afuera se dio cuenta y lo denunció para que trabajáramos en consecuencia. Eso obligó a que las fuerzas dieran una vuelta copernicana para enderezar el carro y ponerlo de una forma que no tenía hasta ese momento. Esta es la gran diferencia que empezamos a ver. No sé si lo voy a disfrutar yo, en el sentido de contar con elementos para combatir el delito. Pero hay que pensar en el largo plazo en serio, porque si no, va a fracasar toda la vida la Argentina en esto.
–¿Qué le enseñó la trama narco que se conoció a partir de la masacre del Señor de los Milagros?
–Que hay muchas herramientas y uno no cuenta con ellas. Que no se trata de computadoras millonarias sino material humano capaz de cruzar información, incluso manualmente, para saber lo sucedido.
–¿Qué responsabilidad tienen los jefes policiales que manejaban las jurisdicciones donde se hicieron fuertes las bandas?
–Responsabilidad tienen. Porque si sos un profesional de la fuerza de seguridad te prepararon para estar al frente de ella. Ahora, ¿cuánta responsabilidad tienen? Una parte, nada más que una parte. La responsabilidad es política. Cuando empecé a gestar los cambios con un montón de gente que me asesoraba, me imaginaba el quilombo que se iba a armar cuando les dijera a ellos que tenían que cambiar, y que a partir de ahora cada uno asumiría una responsabilidad distinta. Me los imaginaba a todos acartonados cabresteando para no cambiar de posición. Encontré que algunos decían que por años esperaron que les dijeran esto. Entonces, ¿cuál es la responsabilidad de la fuerza? Y, es limitada. ¿Podría haber hecho algo más? Seguramente podría haber hecho algo más. Pero todo no es su responsabilidad, la política la conducen otros. Esa política bajaba de arriba: saquen, pongan, suban, bajen, pero de lejos. En los escritorios había manuales en colores y con power point que te contaban qué podría pasar con el delito, pero no se metían las manos en la mugre.
–¿Cómo reaccionan las fuerzas ante los cambios que anuncia?
–Las fuerzas estaban acostumbradas a su trabajo, y como yo no pido estadísticas, no pido redadas para que metan presos a cinco pibes por un porro, del otro lado encontrás que te dicen, por fin, esperé por años que me dijeran esto. Cuando yo empecé acá lo primero que ordené fue que me pasaran informes por escrito. Yo aprieto el Nextel y quiero saber qué está pasando en el momento en la calle. Me lo cuenta el jefe. No hablo con otro que no sea con el uno. O con el dos.
–¿Qué le dicen hoy del Once, Balvanera, Monserrat, Abasto?
–Nosotros tenemos mediciones permanentes. Y detectamos que hay violencia.
–Como dicen en Colombia: “se calentó el parche”.
–Bueno, si el parche está caliente, como usted dice, nuestra gente tiene que estar preparada para saber que el parche está caliente y actuar en consecuencia. Yo pregunto cómo está todo en el momento, no recibo informes especiales escritos para mí. Usted preguntaba cómo le llega el mensaje a la fuerza; bueno, ésta es una manera de que nosotros lo empecemos a hacer conocer públicamente. Es muy difícil hablar con todo el mundo, y que todo el mundo sepa el pensamiento real de este gobierno: dejar de cazar en el zoológico, digamos. Planteamos otra cosa y lo tratamos de hacer entender de la manera más clara: la calle está muy sucia, y se ensució porque todo el mundo hizo la fácil, se metió en el zoológico a cazar. Nadie iba adonde estaban las presas más difíciles. Ahora quiero complejidad: cómo hacemos entregas vigiladas, cómo encontramos las rutas de la droga, cómo infiltramos a las organizaciones en el centro o arriba, cómo logramos que se decomise pero también caigan los capos. Cómo frenamos los insumos químicos, o cómo relacionamos la sustancia decomisada con la sustancia de corte.
–¿Cómo evaluó que la PFA fuera desplazada de la investigación de las bandas peruanas por el juez Ballestero?
–O no le habrá gustado trabajar o por un preconcepto del magistrado que entendía que otra fuerza podría llevar mejor adelante esa tarea. A mí no me pone mal. No creo que eso sea un menosprecio de la fuerza.
–¿Por qué hay decomisos sin detenidos? ¿Cómo se escapan los narcos?
–Forma parte de lo que nosotros tenemos que cambiar. El fondo de todo es la inteligencia. Sin inteligencia, sin información, no se puede hacer nada. Y no es que hasta el día que yo me voy. Tiene que prepararse y nuestra cabeza está puesta en este sentido, la que imagine todo lo que pongamos a disposición del Estado cuando me vaya yo y siga quien quiera. Esto pasa así como pasa que no llegamos nunca a las capas medias de las organizaciones, y mucho menos llegamos a las cúpulas. No tenemos causas por precursores químicos, la clave de los laboratorios. Es imposible relacionar la sustancia secuestrada con la sustancia de corte. ¿Sabe qué patrón fenomenal que se tendría si pudiéramos relacionarlas? No se tiene. Con lo cual todo lo que se revea, y no todo es represión, también es una política de salud y recuperación del adicto que no tiene que depender del Ministerio del Interior. Nosotros debemos ocuparnos de una parte fuerte, que es la represión de la criminalidad compleja.
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