La radio de la base argentina Esperanza tiene una audiencia fija: los 63 habitantes de la base. Por onda corta lleva su señal a todo el mundo y sólo interrumpe cuando hay mal tiempo.
Desde la base Esperanza
“Recuerden que el sábado a las 21.30 festejamos el cumplemés en el casino”, señala Silvina Gutiérrez apenas se prende la luz roja en el estudio. Y su voz se escucha en todos los aparatos de radio, no más de 20, de la base antártica Esperanza. Ella y el micrófono están a pocos metros de todos esos minicomponentes y radiograbadores que transmiten su consejo, hablando en vivo como todos los días para sus vecinos. La base, que es como un pueblo de no más de 200 metros de longitud, cuenta con su propia emisora, que lleva a la máxima expresión la idea de la radio como un servicio para la población. Y los programas, tres diarios de lunes a viernes, logran un buen nivel de audiencia entre los 63 habitantes del paraje, ubicado en el norte de la península del continente blanco.
La radio en cuestión, hoy ya imprescindible para la vida en Esperanza, funciona allí desde 1978 y se llama Radio Nacional Arcángel San Gabriel. Con su presencia, demuestra que la comunicación se abre lugar allí en los lugares más impensados, y sale adelante. Desde ella se transmite todo lo que cualquier integrante de la dotación encontrará al mover el dial de su aparato, ya que ninguna emisora del continente se puede tomar desde este lugar de la Antártida.
Mientras toma un mate, Federico Bogert, operador técnico de la emisora, explica que “este medio ayuda a mantener la unión entre todos los que vivimos en la base, ya que ante el clima adverso, muchas veces es la forma para que las actividades y novedades que ocurren sean conocidas por todos”. El hombre, que demuestra una soltura sorprendente para cumplir su función de operador y al mismo tiempo salir al aire como un integrante más del programa, cuenta también que la radio tiene “una línea telefónica abierta, para que la gente pueda llamar y pedir temas o hacer comentarios sobre los acontecimientos en la base”.
Es a través de ese teléfono que el staff de la radio suele organizar sorpresas en las fechas especiales. A través de un aparato integrador, pueden hacer salir al aire a quienes llaman del continente. Entonces, ante un cumpleaños o un aniversario, se comunican con familiares del agasajado, que lo saludan en vivo. “Eso genera una gran emoción, sobre todo acá, donde la gente se pasa meses y meses extrañando a sus seres queridos”, asevera el operador-comentarista.
Dentro del estudio, Gutiérrez continúa con el programa, secundada por Natalia Cortez y Rosalía Morán, encargadas de las noticias y las efemérides. Las tres se muestran distendidas a la hora de hablar al micrófono. Claro, antes de llegar a la Antártida, fueron seleccionadas entre los integrantes de la dotación para realizar un curso en Radio Nacional sobre nociones básicas para la conducción.
Se nota que les divierte su tarea. “Nosotras nos sorprendemos de la repercusión que tenemos en la base. La gente llama, pide, y después, cuando nos encuentra en algún lugar de la base, nos pregunta sobre lo que decimos en los programas”, afirman en conjunto, demostrando la práctica que tienen para no pisarse entre sí al hablar.
Una anécdota ejemplifica la buena recepción que logra la Arcángel San Gabriel. Cuando hay temporal, es decir, más de 35 nudos de viento constante, la actividad de la radio se suspende, para evitar el peligro de un daño a los equipos o la antena. “Si el clima se mantiene así por varios días, los compañeros de la base se nos acercan y nos preguntan cuándo vuelve el programa”, asegura Gutiérrez, con un inocultable tono de orgullo en la voz.
El trío de mujeres realiza un programa a la mañana, de 10.30 a 12, y el central, de 15 a 18, que se llama De Esperanza al mundo. El nombre se debe a que en ese caso la transmisión no es sólo para la base, sino que se emite para todo el mundo por onda corta, a través de la señal de Radio Nacional. Si bien se trata de una frecuencia no muy masiva, la posibilidad de llegar a todo el globo siempre depara sorpresas. “Varias veces nos llamó gente de México y países de Sudamérica para saludarnos y preguntarnos cómo es que realizamos el programa desde aquí”, recuerdan.
Sin embargo, eso no es todo. Una vez terminada la emisión internacional, la radio de Esperanza se transforma por dos horas en una emisora para el público joven y adolescente. Es que en ese momento entran en el estudio Celeste Moya y Belén Pietrafesa, de 16 y 18 años respectivamente, mientras que Natalia Pietrafesa –hermana de Belén–, de 19, ocupa el asiento de la coordinación y producción. Son las encargadas del último programa del día, que va de 18 a 20.
Con un repertorio de canciones de actualidad que ellas mismas seleccionan, las chicas revolucionan el aire de la Arcángel San Gabriel, y con mucha soltura y solvencia desarrollan un programa con claras influencias de las FM de moda de las grandes ciudades. “Nosotras lo hacemos para divertirnos, pasarla bien; pero la realidad es que la gente de la base se engancha mucho con el programa”, sostiene Belén, siempre con una sonrisa. “Muchas veces la transmisión se convierte en un debate, en una charla entre nosotras en la que después se integra la gente a través de los llamados telefónicos”, agrega Natalia.
Antes y después de los programas, la radio no está fuera del aire. Durante la noche, mientras cae la nieve y la base duerme, o en las primeras horas de la madrugada, cuando el sol tardío de la Antártida todavía remolonea y se niega a salir, la FM emite música sin interrupciones, programada principalmente por Bogert. La Arcángel San Gabriel, una verdadera radio de servicios, que le dicen.
Informe: Eugenio Martínez Ruhl.
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