SOCIEDAD › UN JUEZ LIBERO A LA NENA QUE IBA A SER DEPORTADA
› Por Ricardo de Rituerto *
desde Bruselas
“Me avergüenzo de ser belga.” “Quiero ser belga.” Se avergonzaba de serlo la esposa del presidente de Ecuador. Soñaba con serlo una niña ecuatoriana de 11 detenida para ser expulsada por residir ilegalmente en el país. Las dos frases definen el drama que se ha vivido en Bélgica en las últimas jornadas, con lágrimas, manifestaciones, acusaciones de racismo, comparaciones con la Gestapo y final feliz para un país conmovido por la forzada repatriación de la niña Angélica, cuyo drama puso nombre y cara a lo que parecía iba a ser una historia más de sueños machacados por la aplicación ciega de la ley.
A Angélica y su madre, Ana Elisabeth Cajamarca, se les cayó el mundo el pasado 30 de junio, cuando unos agentes les pidieron la documentación en lo que perecía un control rutinario de identidad y luego se dijo que fue fruto de una denuncia racista. Pronto supieron los agentes que la madre llevaba cuatro años de forma ilegal en Bélgica, país que acoge a unos 8000 ecuatorianos, de los que sólo la cuarta parte tiene la documentación en regla. Entre los afortunados no están Angélica y Ana, que inmediatamente fueron recluidas en un centro de inmigrantes ilegales a la espera de la expulsión con nombre de atroz burocracia: Centro 127 bis.
Anne Malherbe, esposa de Rafael Correa, el hoy presidente de Ecuador y estudiante en su juventud en Bélgica, visitó a Angélica en su reclusión. “No me imaginaba que una cosa así pudiera ocurrir en Bélgica”, dijo y luego confesó: “Me avergüenzo de ser belga”.
La visita de Malherbe fue uno de los últimos cartuchos empleados por quienes querían salvar a Angélica del retorno impuesto al país en que, dicen, no tiene familia. Sería inhumano, alegaban, y más cuando está perfectamente integrada, habla francés y progresa en el colegio con absoluta normalidad. El propio Correa, que hace unos días volvió a Bélgica en visita no oficial durante su gira europea, acudió a ver a Angélica en un esfuerzo más de los realizados por políticos, organismos humanitarios, ciudadanos anónimos o emigrantes en favor de la niña.
Ya fuera por una discreta gestión del rey Alberto II, con fama de calidez popular; ya por alguna gestión de la clase política (el caso se trató ayer incluso entre quienes negocian la formación del futuro gobierno belga); ya por la presión popular o bien porque se impuso el sentido común (la madre, separada del padre de Angélica, iba a casarse próximamente con otro latinoamericano legalmente establecido en Bélgica, lo que le permitiría volver sin problemas al país en un inmediato futuro), el caso es que el Tribunal de Primera Instancia de Bruselas ordenó ayer por la tarde la puesta en libertad de Angélica y Ana. La noticia les llegó cuando eran escoltadas hasta el aeropuerto holandés de Schipol para ser embarcadas en un avión rumbo a Quito. La mujer del presidente ecuatoriano podrá ahora enorgullecerse de su país. Angélica podrá ser belga.
* De El País, de Madrid. Especial para Página/12.
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